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Encontrar un lugar en el que sentirse en paz no es sencillo, mucho menos para una Naatsoe, un demonio que existe para matar y torturar, un demonio al que le dieron un vocabulario y en él no se encuentra la paz
Pero Annabelle había encontrado algo parecido a eso, tenía un mejor amigo, una mejor amiga, más amigos, una pareja que la que amaba, una casa estable y lo mejor, alimentó a cada minuto, eso era lo bueno de Los Ángeles
Cada día Annabelle lo pasaba como si fuera el primero de su larga eternidad, pero aquel día, no se encontraba del todo emocionada, ni feliz, se encontraba estresada y harta de las bromas de su querido amigo, Lucifer
Justo por eso entraba al Lux, quería quemar el rostro del diablo y aunque no funcionase, le gustaría intentarlo
Cuando entró al club rodó los ojos al verlo repleto de humanos hormonales, se le había hecho una costumbre a Lucifer dejar que adolescentes entren y eso gracias a la gran preferencia de Brandown por los humanos adolescentes
En otro momento a Anna también le encantaría, era más fácil seducirlos y luego asesinarlos pero su mente no estaba en eso, sino en lo que le había hecho Lucifer
-¡Lucifer!- gritó caminando entre la gente hasta llegar a el piano donde su amigo tocaba
-Oh, Anna querida, por fin llegaste- dijo detendiendo sus dedos sobre las teclas- ¿Vienes a tocar?
-A arrancarte el corazón más bien- lo señaló y luego apuntó a la barra
-Bien- asintió el diablo antes de dirigirse a la barra donde Maze los esperaba con una sonrisa para Annabelle y una mueca para Lucifer
-¿Como estas?- le pregunto a la demonio mientras le tendía una copa con Bourbon
-Contigo bien, con Lucifer no tanto- se encogió de hombros
