El tiempo pasaba y ella seguía congelada, por lo que decidió dormir. Al abrir los ojos estaba cubierta esta vez de algo muy frío, pero no era hielo, sino nieve, entonces se la quitó de encima y pudo ver con claridad, un lugar bastante diferente al que solía diferir, el suelo ya no era de hielo, sino de piedras, también podía ver las casas que tanto había visto en el hielo, y las farolas alumbrantes con su luz de alguna manera que seguía dejándola impactada. Entonces se levantó del frío y nevado suelo y comenzó a andar como solía hacer, no sabía lo que estaba pisando, no estaba acostumbrada. Su pelo rubio marcaba sus pasos seguros, pero a la vez cortos, entonces vio a alguien pasar, un chico, abrigado hasta las orejas que en un principio la había mirado, miró por segunda vez con mucha extrañeza.
Mientras el frio inundaba parte de su corazón por primera vez, en otro lugar no había ni un ápice de hielo, podría describir el paisaje que allí se cernía pero el fuego te cegaba todo lo que quisieses ver, solo una persona podía aguantar tales temperaturas, un chico, distinto, era alto, esbelto y moreno, su pelo era color cobrizo, y sus ojos eran amarillos de día y naranjas de noche, su vida era bastante distinta a la que ella solía tener, pero había algo en lo que se parecía, no le gustaba ser llamado de ninguna manera, él se movía entra la luz, entre el calor, el cielo anaranjado como si de ceniza fuese le hacía darse cuenta de que estaba atrapado, sentado todo el día en el suelo ardiente, en el cual cada momento que estuviese despierto, el fuego aparecía por todos lados encerrándolo y acorralándole por tanto impidiendo que se moviese, en la cantidad de llamas del suelo podían verse imágenes, imágenes de la gente, pero no del dolor, sino todo lo contrario, las cosas buenas que ocurrían y así seguían. Él nunca parecía aburrirse de estar allí, aunque fuese sentado sin hacer otra cosa, a él no le molestaba ver la racha de felicidad de todas las personas que en el fuego se hallaban, de vez en cuando en sus ojos se veía un ápice de ingenio y se levantaba, e intentaba tocar el fuego, pero este se hacía más caliente y grande, impidiéndole pasar, la oleada de llamaradas no cesaba, y sus ojos a veces su cubrían de lágrimas, lágrimas de alegría por todos aquellos seres que conseguían ser felices . En una de las ráfagas de calor pudo ver a una madre, una madre sujetando un bebé recién nacido, la alegría había llegado a la casa, o eso pensó él.
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Atrapada en sí.
FantasyUna historia sin empezar, una vida sin terminar, qué es lo que esconden las cosas que están a simple vista. Una metáfora en la que solo personas especiales son capaces de deducir.