– Alex, ¿Me ayudas con la tarea?
– Alex, ¡El equipo debe entrenar!
– Alex, ¿Me ayudas con el proyecto de ciencias?
– Alex, necesito un consejo.
– Alex, mi novia me dejo
– Alex, mi perro se murió.
– Alex.
El muchacho despierta de golpe en su cama, en la densa oscuridad propia de la noche, no puede dormir.
Su mejor amiga, Lucia, duerme a un costado, sin embargo, él no lo consigue.
– Tienes muchas cosas en la mente - dice su amiga.
– ¿Tampoco puedes dormir? - preguntó.
– Me tienes preocupada.
– Siento ser de esta manera contigo. - trató de sonreír – Te estoy contagiando mis malas vibras.
– No lo hagas, es feo verte fingir, tal vez los demás no se dan cuenta, pero yo sí.
Alex entristeció, de su rostro se desvaneció la sonrisa irreal que había mostrado y en su lugar apareció una expresión lastimera.
– Lo siento Lu, se está volviendo una costumbre. - tartamudeó, con los ojos empañados. – Quisiera ser invisible.
- No tienes que ser invisible para ser tu mismo.
Si les mostraba a todos como era realmente nunca más contarían con él, eso pensaba, cubrió su rostro con sus manos. Débil, inseguro e inmaduro, así se sentía, nada de lo que ellos necesitan. Alex quería sentirse necesario, indispensable para sus amigos.
A Lucia le dolía verlo así, más de lo que a Alex le dolía estarlo, porque siempre era Lucia quién veía al chico de papel, al frágil pero real, al que se desmoronaba ante las pequeñas decisiones que debía tomar.
– Te haces daño, tú solito – habló abrazando a su amigo. – Ser alguien que no eres te está confundiendo.
– Pero... - Intentó negar. – Nadie me va a querer.
Y eso fue una bala directa al corazón de Lucia, ella siempre estaba ahí para Alex, le bastaba con estar cerca de su amigo, fuese como fuese.
– Ya deja de llorar y duerme - se rindió Lu.
Decirle a su amigo una y otra vez la gran persona que era no servia de nada, era un grandísimo masoquista. No sólo Alex, Lucia también lo era, jugar a ser inconsciente de las lágrimas de su mejor amigo la lastimaba.
Se había acostumbrado al dolor.
Como Alex se habia acostumbrado a pretender.
La noche era fria, y uno de los chicos tenía inmensas ganas de subir a la cama del otro y abrazarlo aún más fuerte que antes, tanto como para unir todas las piezas rotas.
Y el otro, en su mundo lleno de dudas e inseguridades. Ignorando el privilegio de tener a un buen amigo.
La noche se volvió fria, nevaba afuera, y ambos durmieron temblando, las cobijas no fueron suficiente, pero tuvieron miedo de hacer algo de lo que pudieran arrepentirse.
Y ninguno abrazó al otro durante la noche.
Y ninguno compartió calor o cariño.
La noche no era lo único frio en aquel invierno...la distancia que crecía entre ambos lo era incluso más.