Fue en una tarde normal, después de clases, en la que el sol literalmente habia olvidado el significado del invierno.
Y los niños corrian, y uno que otro estaba en el suelo tiritando.
Y los protagonistas de esta historia habían olvidado el significado de las palabras que ayer llamaron promesas.
Le dijo que la amaba, le dijo que todo este tiempo lo había hecho y que realmente lo sentía.
Y Lu lo amaba aún más, y sentia todo lo que el otro multiplicado por tres, sin embargo, sabia lo que aguardaba a la vuelta de la esquina.
Más no le importó.
– También me gustas.- dijo bajo el techo de su casa.
Y fue feliz, pero tras cada palabra se arrepentía.
– Alex.
- Lo digo en serio, me gustas, se que soy un idiota, pero...
– Alex.
– Lucia, sé que la cago en grande pero, créeme, te quiero más que a nadie.
Y para ella las palabras no tenían coherencia
Y para ella los regalos de navidad eran poco, esto era lo que siempre había deseado.
Pero debía negarse toda esa felicidad.
– Alex, voy a mudarme.
– ¿Qué?
– De ciudad, si, probablemente ya no nos veamos tan seguido. Me lo dijeron esta mañana.
Para él niño todo se vino abajo, años de tenerla consigo.
Dejarla ir era doloroso.
Tal vez se acostumbró a pensar que siempre la tendría a su lado.
Cayó de rodillas tiritando, mas no de frío.– Esto es mi culpa, Lu, perdóname, yo fui el idiota que no te aprovechó, soy patético, ante ti soy este desastre, lamento no haberte mostrado lo mejor de mi.
– Lo hiciste, siempre fuiste el mejor cuando estabas conmigo. Eres tú mismo.
Y Lu sintió pena, pena hacia la persona que más amaba.
– Amo a este desastre, amo a este niño frágil.
Levantó su mirada para admirar la belleza de su amiga.
Las lágrimas le nublaban la vista, y Lu sonrió.
– Vendré a visitarte, pero debes prometerme algo.
– Lo que sea.
– Deja de pretender ser alguien que no eres.
Alex estaba avergonzado de sí mismo, estaba avergonzado de cometer errores, de ser desgarradoramente humano.
– Lo prometo.
Y Lucia sonrió como nunca en mucho, mucho tiempo.