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Después de su mensual sesión, el paciente delante suyo se levanta y se dirige a la puerta. Antes de salir le dedica una sonrisa, la cual, sin hacerse esperar, es devuelta.

En cuanto se encuentra nuevamente solo en esa habitación, rápidamente le llega un fugaz recuerdo de con quién toca su siguiente cita. Al saberlo, sus mejillas inconscientemente se tiñen de un sutil rosado, su respiración se acelera y se eleva su ritmo cardiaco.

Ante la involuntaria reacción suelta un gruñido, negando con la cabeza, regañándose a sí mismo por no ser capaz de controlarse.

This isn't correct. (Esto no es correcto)

Sólo bastan esas palabras para que, al igual que las veces anteriores, su mente detenga el rumbo de sus mismos pensamientos.

Sin embargo, el gusto no dura mucho pues a los pocos minutos escucha la voz de su secretaria por la bocina del teléfono en el escritorio.

Doctor, your next patient has arrived. (Doctor, su siguiente paciente llegó)— Su respiración se corta por unos segundos, pero inmediatamente recobra la compostura y le da el visto bueno a la chica para que lo deje pasar.

Regresa a su habitual asiento con paso veloz, se sienta y acomoda su rubio cabello rápidamente, al igual que su corbata. Aunque lo niegue, quiere verse lo mejor posible para su llegada.

Es entonces que la puerta se abre, dándole paso a un pequeño chico, con cabello castaño, ojos brillantes, labios pequeños, piel morena y cuerpo delgado, el cual entra con paso seguro y le dedica a su contrario una enorme sonrisa.

—¿Qué onda, mi doc? Hoy te ves más galán de lo habitual. Casi como hasta para conquistarme— Se carcajea por su chiste para después andar hasta el lugar que le corresponde a él.

USA se da el gusto de admirarlo un poco. Un fugaz vistazo es más que sufiente para grabarse a fuego lo bonito de su presencia.

La boca del estadounidense se deforma, creando la sonrisa más verdadera que es capaz de dedicarle al chico que fácilmente le roba la respiración.

—México, siempre es un deleite tenerte en mi oficina.

—Oh, vamos güerito, me sonrojas.

Y otra vez, con su extrema personalidad alegre, México volvía a hacer suspirar a su psicólogo.

Aún siendo un profesional en el funcionamiento de las emociones, Estados Unidos no sabía en qué momento se había enamorado del mexicano.

Él mismo se recriminaba por haberse dejado llevar por esos ojos dorados que poseía. Como doctor que era, sabía que no era conveniente el amor que sentía, pero como persona, nada podía hacer para evitar querer besarlo cada que lo veía.

—Bueno, bueno. ¿Ahora que oscuros secretos me harás que te revele?

Con esa frase dicha, ambos se enfocaron en sus verdaderos papeles. El mayor anotaba en su pequeña libreta cada cosa que saliera de los labios del latino.

Siempre era lo mismo, México llegaba y se ponía a parlotear sobre sus amigos o alguna serie de televisión que le agradara. Constantemente hablando, pero aún así evitando el tema principal por el cual va a terapia.

Pero el anglosajón sabe perfectamente que es necesario charlar sobre eso. Así que primero deja que el contrario se exprese como guste, para después sacar el tema. Justo como lo hace en ese momento.

—Entonces... toda la semana estuviste en casa de Perú, junto con tus demás amigos, jugaron y ellos bebieron. Tú no, por supuesto, ya que estás medicado.— Resume divertido, pues tuvo que aguantar 10 minutos de reclamos por no haberse podido tomar ni una sola cerveza.

En el silencio de tu adiós. (USAMex)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora