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Aún después de unos días, todavía se sentía algo conmocionado por la salida que había tenido con el latino.

Se encontraba en su burbuja fantasiosa donde ambos era felices juntos, sin problemas ni preocupaciones.

Pero la realidad era otra, más complicada, pero sobre todo, más solitaria. Aún no era nada de México más que, muy a penas, un amigo, y según el americano, no había ningún indicio de que el mexicano quisiera dar un paso más en su relación. Claramente él lo entendía, y había tomado la desición de que, aunque no fuera recíproco su amor, iba a quedarse en la vida del hispano.

Pero aún así nada evitaba el querer ahogar un poco la pena de su primer desamor con ayuda de alcohol y alguien tan irresponsable como él. Por eso fue hasta la casa de su mejor amigo y compañero de copas.

—¡Rusia! ¡Abre la puerta, traigo vodka!

Casi inmediatamente después se escucharon los pasos acelerados de la persona tras la puerta para luego encontrarse cara a cara con el soviético.

—¿Cuántas botellas son?

—Tres.

—¿Tan grave es?

—¡Sí! Por eso, déjame pasar. Prometo ya tratar de no vomitar en tu sillón.

Escucha un suspiro resignado, pero después la puerta es finalmente abierta para darle paso.

—¡Nada de karaoke! ¿Estamos? La última vez me quedé sin voz por dos días.

—Lo sé, nada de karaoke será.

Si había alguien con el que Estados Unidos podía ser impulsivo, enojón, antipático y grosero, ese era su gran amigo, Rusia.

Por eso podía mantenerse cuerdo, ya que de vez en cuando dejaba que la locura se hiciera presente cuando estaban los dos solos. Normalmente era con alcohol en sus sistemas y mucha pizza para comer.

Ahora, ya estaban ambos otra vez en la casa del ruso, había alcohol, y lo único que faltaba eran las pizzas, las cuales ya había encargado el estadounidense, completamente indispuesto a perder el tiempo.

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La escena valía completamente la pena de ser vista.

Dos adultos, profesionales, con sus trabajos estables, maduros, con una vida tranquila y sentimientos honestos, completamente ebrios mientras lloraban con una película de dibujos animados.

—¡Es que se amaban! ¡Se amaban y la dejó sola!— Las palabras del estadounidense se escuchaban a duras penas sobre sus llantos y quejidos.

—No pueden estar juntos, ¿No lo entiendes? Su amor es prohibido, y eso lo hace más triste.— El ruso no estaba mejor, se limbiaba los mocos con ruidos exagerados al mismo tiempo que trataba de distinguir las figuras detrás de la pantalla del televisor.

—Claro que lo entiendo, yo también tengo un amor prohibido, pero tú shhh.

—Oh... es cierto. Estás enamorado de Mexico.

—¿Y eso tú como lo sabes? ¿Alguien te contrató para espiarme o qué?— Las arrastradas oraciones a penas y tenían coherencia. Pero aún así, el americano se mostraba dispuesto a sacarle la información necesaria a su amigo.

—Nooo, no, no. Creo que... lo sé porque... ¡Porque me lo contó un pajarito! ¡Sí!— Después de soltar su oración, Rusia se soltó a carcajearse, teniendo que abrazar su estómago para tratar de mitigar el dolor que le causó la risa.

En el silencio de tu adiós. (USAMex)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora