Decídete

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Sobre una chica que está cansada.

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Íbamos en el tren camino a una fiesta. Yo iba vestida con un vestido blanco y una gargantilla de encaje. Ella, sentada enfrente de mi, llevaba pantalones largos y una blusa bastante escotada.

Mirábamos en dirección a la ventana, sumidas en nuestros pensamientos.

- Eh guapa.

Un chico intentaba llamar mi atención desde el otro lado del pasillo. Ella, de forma casi instintiva, se inclinó hacia adelante y cogió mi mano. El chico pareció ignorarlo.

Yo solo busqué la mirada de la morena y levanté una ceja. ¿En serio? Llevaba más tiempo del que me gustaría admitir pillada por mi amiga y ella nunca sacó el tema pese a saberlo. Pero actuaba de manera tan posesiva a veces... ya estaba cansada de sus juegos.

Me giré hacia el chico.

Era rubio y tenía un par de piercings en su cara.

- ¿A dónde vas?

Iba a abrir la boca para contestar cuando mi amiga intervino.

- Es mía-. Dijo fría.

Volví a mirarla esta vez más seria.

- ¿Estás segura? – Contesté. Sonó más como un reto que como una pregunta.

Apartó la mirada y no volvió a hablar hasta que bajamos del tren.

Por otro lado, el chico siguió su trayecto no sin antes decirme su Instagram. Información inútil.

Llegamos a una fiesta. Éramos pocos invitados con mucho alcohol en un piso de apenas sesenta metros cuadrados.

Durante la noche ella decidió hablar con otros chicos e ignorarme. Yo por mi parte me la pasé jugando a juegos random con el resto de chicas. Estuvo realmente bien.

- Voy al baño, ahora vuelvo. – Avisé a una de las chicas.

- Voy también. – Dijo ella apareciendo detrás de mi.

Entré en el baño y antes de poder cerrar la puerta entró conmigo. Rodé los ojos.

- ¿A qué juegas? – Pregunté directa.

- ¿A qué te refieres? Yo no juego.

- Claro que lo haces. Lo llevas haciendo demasiado tiempo. ¿Y sabes qué? Que ya estoy cansada.

La empujé contra la puerta y la besé. Era un beso hambriento, lleno de pasión y necesidad. Sus labios eran cálidos y estaban húmedos. Llevaba mucho tiempo imaginándome a qué sabrían sus labios, cómo sería su amor.

No tardó en seguirme el beso. Me agarró con fuerza la cintura e intercambiamos posiciones. Con sus manos sujetó mi cara y profundizó aún más en el beso. Agarré su pelo tras la nuca y tiré levemente. Ella gimió.

Mi corazón, y mi vagina, querían más, mucho más. Pero la parte cuerda que aún quedaba en mí paró en seco.

- Te deseo y te amo. No sabes cuánto. Pero no puedo seguir detrás de ti eternamente. Estoy agotada. Así que decide. ¿Lo quieres intentar o quieres seguir pensando en qué pasaría si me dieras una oportunidad?

Ella me miraba sin decir nada. Sabía que estaba sopesando la respuesta.

Volvería a quedarse callada. Otra vez en el punto de inicio. Lo sabía. Así que, por muy doloroso que fuera, me marché.

Hay veces en las que tienes que saber cuándo frenar a tu corazón para no herir irreversiblemente tu mente. 

Relatos lésbicos: AntologíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora