Sobre un paseo y un reto.
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Imagina un pequeño óvalo ligero suave y pequeño. Un pequeño juguete dentro de la zona íntima de una mujer. Un artilugio que vibra y cambia de intensidad a deseo del dueño del mando. Si te lo estás imaginando ya podemos comenzar a contar el pequeño paseo que se dieron Nadia y Paula por las calles de Malasaña.
Era un sábado por la tarde, se acercaban las fiestas y la gente salía hacer sus últimas compras navideñas. Esa misma mañana Paula había recibido un nuevo juguete. Cuando el repartidor le entregó el paquete le agradeció lo más rápido que pudo y saltó a la cama junto con Nadia.
- Qué poco delicada eres algunos días-. Se quejó Nadia al ser despertada por la morena.
- Hoy no es día de ser delicadas, acaso sabes qué es esto – dijo mostrando lo que contenía el paquete. La chica pecosa negó – es mi autorregalo adelantado. Y el tuyo. Y hoy lo vamos a estrenar.
Dicho y hecho. Horas más tarde se encontraban bajando la calle de su apartamento agarradas de las manos. Nadia estaba más callada de lo habitual y sonrojada a pesar del frío.
- Amor aún no he apretado ningún botón. ¿Quieres perder ya el reto?
- Lo sonrojada es por el colorete.
- Claro, como digas.
Era obvio que Nadia no estaba roja por el colorete, ni siquiera iba maquillada. Para ella, que siempre había sido callada y correcta, solo pensar en lo que se aproximaba la hacía sonrojar. Paula la había retado a llevar el vibrador toda la tarde mientras tenía el mando a distancia en su poder. Si conseguía no rendirse hasta que Paula marcara el fin adoptarían un gato del refugio.
El primer nivel comenzó al llegar a la primera tienda. La chica pálida notaba un pequeño movimiento en su zona íntima. Agradable y, si miraba con atención los artículos, se podía pasar por alto. Se aplaudió mentalmente, quizás no sería tan difícil después de todo.
El segundo nivel llegó a la hora de pagar. Nadia se sobresaltó.
- ¿Estás bien? – Preguntó la cajera.
- Eh...sí. Solo me acaba de pinchar la etiqueta de la camiseta. – Fue lo primero que se le ocurrió.
- Te entiendo, es una molestia. Por eso yo siempre las corto – comentó comprensiva la chica. – Son diez euros.
Se agachó a buscar el monedero en su bolso y aprovechó para mover con sutileza las piernas en un intento de notar menos el juguete.
Pagó y salieron de la tienda.
- Muy sutil -. Susurró Paula.
La combinación de la vibración, los labios mojándose y la boca tan cerca del oído hacían a la más inocente de las dos querer besar a la otra.
Si la morena sabía algo de su pareja era sin duda cómo llevarla al límite. En todos los sentidos. Bajo la chaqueta presionó el botón de cambio del modo de vibración. Nadia la miró al instante. "Puede funcionar, pero quizás mejor otro" pensó. Cambió al siguiente modo y la pecosa trago fuerte.
La siguiente tienda era un pequeño establecimiento de ropa al que acudían con cierta frecuencia. La dueña, una señora mayor con varios tatuajes, les sonrió al verlas pasar. La tienda, que solía estar casi vacía el resto del año, estaba atestada de personas.
- ¿Y si vamos a otra? Aquí hay demasiada gente-. Propuso Nadia.
- No me digas que te da vergüenza-. La retó Paula.
- No es eso...lo digo enserio. Es un poco agobiante.
- Solo cinco minutos ¿vale? Necesito ver si han venido los nuevos vaqueros.
- De acuerdo-. Accedió.
Paula dio una vuelta y no vio nada que le interesase, tampoco era muy fácil pensar en llevar algo nuevo puesto cuando lo que le apetecía era quitarse lo que ya tenía y ponerse manos a la obra.
Mientras Paula buscaba ropa entre la gente Nadia se acercó a un espejo de cuerpo entero. Como su novia le había dicho tenía las mejillas rojas, contrastaba mucho con su piel clara. En ese momento la vibración volvió a cambiar. Esta vez era un movimiento lento y potente. Al otro lado de la tienda Paula asomó una sonrisa traicionera mientras hacía como si mirase las prendas. Nadia suspiró y miró su reflejo. ¿Seguro que nadie se estaba dando cuenta de lo que pasaba entre ellas dos? Se sentía excitada y expuesta. Como si cualquiera pudiese ver a través de sus prendas y notar el placer que sentía en ese instante. El calor y la humedad en su zona baja seguro había traspasado ya sus pantalones, menos mal que el abrigo era más largo. No quería bajar su mano a la zona porque sabía que si rozaba la zona no podría parar. Ya sentía como si estuviera teniendo sexo en público, aunque, bueno, de alguna forma sí lo estaba haciendo; no quería ser más evidente.
- ¡Pero bueno Nadia, qué sorpresa encontrarte por aquí!
Y justo en el peor momento llegó Mari, su tía. Si había algo de esa mujer que detestaba era su impecable talento para llegar en el peor momento.
- ¡Hola tita! Sí, he venido con Paula a comprar algunas cosas.
- Ya he visto a Paula entretenida por ahí, se ve que vais para rato.
- Sí jeje-. Intentó reírse, pero era lo que menos le apetecía. Una ciudad tan grande como Madrid y justo se la tenía que encontrar hoy.
- Oye tú que eres más alta ¿me bajas ese jersey de ahí? – Dijo señalando una prenda doblada en lo alto de la estantería.
- Claro.
Para llegar a esa altura se tenía que poner de puntillas. Justo cuando lo hizo el vibrador rozó el lugar exacto con la intensidad justa para que Nadia tuviera un orgasmo ahí mismo. Ya con un brazo alcanzando el jersey jadeó y se tambaleó hacia adelante. Dio gracias que la estantería era firme y el espacio entre el mueble y ella no muy grande como para que gente ajena se hubiera percatado.
- ¿Qué ocurre cariño? – Preguntó asustada su tía al ver a la sobrina tambalearse.
- Nada nada, me he resbalado. Aquí tienes tu jersey-. Le dijo bajándolo.
Por dentro las paredes de la chica no para de contraerse y estaba mojada, muy mojada. Notó que el color le subía a las mejillas y no era para menos. ¡Se había corrido delante de un huevo de gente!
- Disculpa Mari, vengo a robarte a Nadia – detrás de la señora apareció una sonriente Paula. – Que hemos quedado y vamos tarde, ¡nos vemos!
La señora se despidió y Paula cogió a la paliducha por los hombros y la arrastró hasta el frío aire de la tarde.
Nadia por su parte salió del trance en el que se había quedado y giró hacia Paula.
- ¡No he perdido! ¡No lo ha notado!
- A ver...notarlo sí lo ha notado ¿o acaso crees que lo del "resbalón" se le ha pasado por alto?
- Dios, ¡qué vergüenza! – Se tapó la cara con ambas manos.
- Eh, cariño, que seguro que ni se lo imagina, pensará que te ha dado un tirón o algo-. Paula le apartó las manos de la cara con cuidado. - ¿Y sabes qué? – Nadia la miró. – Que mañana mismo vamos a por el gatito.
- Pero si he perdido – Dijo apenada la pecosa.
- Eso no te lo niego – rio la morena. – Pero después de lo que te pienso hacer en cuanto lleguemos a casa te merecerás un premio – le susurró al oído. - ¿Qué? No te voy a negar que ver toda la tarde a esa carita sufrir me ha puesto mucho.
Nadia iba a protestar. Lo pensó mejor. Tendría a su gatito y el que parecía iba a ser el mejor polvo de su vida.
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Relatos lésbicos: Antología
RomansaRelatos sobre chicas que aman, desean y ¿se comen? a otras chicas.