Para avanzar, amparo

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No me consideraba una persona de malos hábitos

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No me consideraba una persona de malos hábitos.

Sí, sufría insomnio ─por lo que en varias ocasiones pasaba las noches en vela con la cabeza taladrada por pensamientos pocos placenteros; mismo motivo por el cual faltaba a clases y utilizaba la mañana para reponer energías.

Sí, a veces no hacía mis tareas porque prefería viciarme con series hasta que la fecha de entrega me colocara uno de sus tacos de aguja en el pecho. Sacaba más insuficientes que notas aceptables, pero me sentía bien con ellas ─en ese momento, todavía me excusaba con la idea de que hacía todo lo posible. Más que tonto y desorganizado, era vago. No sabía que haría tras egresar del Seijoh, y tampoco me importaba, por lo que empeñarme en pasar las materias no era una prioridad.

Sí, tal vez me saltaba la mayoría de las comidas y picoteaba porquerías en horarios irregulares, pero me mantenía en un peso normal para mi edad y contextura física. A eso había que sumarle mis horas diarias de ejercicio con el club de voleibol.

Concluía, entonces, que llevaba una vida más o menos saludable.

Por esto me resultó molesto en demasía que Iwaizumi-san comenzara a observar mi rutina con el hábil ojo de un águila ─por irónico que suene.

La primera vez que noté la insistente mirada de Iwaizumi-san en mí fue cuando, durante mi primer año, ganamos todos los partidos del día uno de la Interhigh, y como recompensa, fuimos a comer a un restaurante de ramen

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La primera vez que noté la insistente mirada de Iwaizumi-san en mí fue cuando, durante mi primer año, ganamos todos los partidos del día uno de la Interhigh, y como recompensa, fuimos a comer a un restaurante de ramen. Era muy bonito y daba un aire informal, con el piso de madera y la barra caoba. Los de segundo estaban eufóricos, y Oikawa-san juró que en esa ocasión lograríamos marcar un dos a cero contra el Shiratorizawa.

No era una hora a la que acostumbrara comer, por lo que el estómago se me revolvió con asco ante el tazón depositado frente a mí. No tenía problemas con la comida ─no me sentía desconforme con mi cuerpo, no veía cosas que no eran ante el espejo─, pero mi tendencia a comer en pequeñas cantidades me impedía atragantarme como lo hacía Kindaichi a mi costado.

Debió reconocer mi esfuerzo, porque yo sentía como si fuera a explotar en cualquier momento; pero no: señaló con sus palillos mi plato mientras arqueaba una de sus espesas cejas oscuras:

Finifugal || HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora