Six

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Les gardénias fleurissent en automne

El jardín de Keigo estaba en temporada, con cada toque que sus manos hacían en su pequeño cuerpo los botones de gardenias se abrían embriagándole los sentidos, y con cada toque que el omega le otorgaba, su bosque se llenaba de gardenias completamente abiertas. Si en un tiempo dudaba que sus olores fuesen una mala combinación, ahora solo podía disfrutar de ambos aromas.

—No te muevas —dijo con las manos en la cintura del rubio, pero su voz no ayudaba en nada al omega.

La ansiedad había sido remplazada por la lujuria y la necesidad de ser dominado. Perdido y deseoso, solo reaccionaba al olor y voz del alfa quien se encontraba ahí, a su lado, y es que Keigo no era Keigo en ese momento, dominado por ese lado animal que solo pedía sexo a gritos, si no tenía sexo justo ahí era porque realmente Touya respetaba al chiquillo con el que lo engañaba todos los días.

Lloriqueo, quería atención de esos brazos tatuados, quería caminar sobre el bosque de Touya, recolectar las piñas de los pinos mientras planta arbustos de gardenias a su paso, quería que Touya lo tomase en cuenta, quería a Touya sobre él, quería pertenecerle, pero eso sería demasiado doloroso para el futuro.

Quiso apartar las manos de su cintura para acomodarse mejor en Touya, pero las enormes manos no le soltaban.

Las lágrimas corrían de sus ojos dilatados, brillando más de lo acostumbrado, esa mirada se estaba clavando en la memoria de Touya, pero es que no podía tomarlo, así como así, no quería y no podía. Él sabía que los omegas en ese estado eran dominados por su lado animal, la razón se encontraba perdida, aparte de que él no era nadie para tocar y arrancar las gardenias de ese jardín, así que mantenía fuerte el agarre en esas caderas traviesas que se movían ansiosas.

—Por favor —Suplicó con sus ojitos llorosos y deseosos.

El alfa tomó la decisión de cargar al omega hasta la habitación, encerrarlo con comida y agua, porque su olor era demasiado, demasiado para una casa donde había sólo alfas y betas, excepto por el chico de la cocina y la madre de este. El omega estaba perdido, y era su culpa por haberse largado tanto tiempo, probablemente ni siquiera había comido o dormido bien esos días, por eso estaba al borde de la locura en su celo. Si no lo encerraban o algo, las cosas se pondrían feas, cualquiera reaccionaria al dulce aroma que las flores de Keigo desprendían.

La mejilla de Keigo no deja de restregarse en su pecho, sabía que apestaría a gardenias un buen rato; el aroma de Keigo era extremadamente empalagoso, lo sentía tan fuerte que creía que su alma había sido marcada de por vida con el dulce olor a gardenias en otoño, en temporada.

—Seré bueno —le dijo, pero Touya siguió subiendo las escaleras.

Las manos del omega se movieron al cuello de Touya, rodeándolo, sembrando millones de arbustos con brotes de gardenias.

—Touya —Lloriqueo su nombre, las lágrimas resbalaban regando el jardín de sus mejillas en el proceso, los botones se abrieron soltando un aroma aún más dulce.

Las escaleras parecían infinitas, y es que subía un escalón y parecía bajar tres, rezó en sus adentros para que el omega no se moviera demasiado y así evitar una dolorosa caída, también rezó porque Uraraka consiguiera supresores pronto, porque el aroma comenzaba a perfumar el lugar.

El aroma de Keigo era de los omegas de primera, dulce y floral; era de esos que hacían enloquecer a los alfas; era de aquellos que embriagan con una sola respiración; era de aquellos que se graban en tu memoria. El aroma de Keigo le gustaba demasiado a su alfa, le gustaba ver el jardín de gardenias en temporada, quería tocar y regar todas las flores.

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