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Teresa lloraba en silencio mientras guardaba su ropa en una pequeña maleta. Se había decido, dejaría a Lucas. Lo dejaría ser libre sin ella...
Teresa se dio una ducha rápida aprovechando que Lucas no estaba; no sabía que iba a ser de ella, se daba fuerzas con el pensamiento de que si había podido sobrevivir tres años sin sus padres siendo apenas una niña lo podría hacer ahorita siendo una mujer joven, ella debía aprender a ser una muchacha independiente, aprender a ganarse las cosas y hacer que cada gota de sudor derramada valiera la pena, ella debía aprender a vivir fuera de las reglas de un hombre y colocarse—si era necesario— límites ella misma no otra persona. Esto era un nuevo reto, pero ya había vivido tantas cosas que se creía capaz de superar cualquier adversidad...

Teresa observaba la casa a la que llamó hogar detenidamente mientras derramaba sus saladas lágrimas.—Hasta luego Lucas... adiós hogar—. Suspiro, se dirigió hacia la mesita de noche y dejó sobre ella la carta y seguidamente abrió la puerta y se marchó... dejando atrás todo.

Ella había tomado un poco de dinero de Lucas y vendió algunas pertenencias para poder costearse alguna habitación fuera de esa ciudad.

Tomo un autobús que ella ni siquiera sabía adonde se dirigía, luego tomo otro y otro y otro... llegando a la ciudad Buenos Aires.

—Hey chica— le hace seña un señor mayor de edad— ya hemos llegado hace rato ¿podría bajarse del autobús?

—Que pena, disculpe. Es que estaba atontada por la belleza de esta ciudad— ríen— y disculpe nuevamente.

Y allí, comenzó la nueva vida de Teresa...

No sabía que hacer, no sabía a dónde dirigirse, pero no estaba asustada, no se sentía perdida, todo lo contrario; estaba feliz, se sentía capaz de todo, sentía que se había encontrado así misma.

Comenzó a caminar sin parar, no sentía cansancio no sentía miedo alguno, sin saberlo ella estaba en el lugar al que pertenecía.

Camino un par de horas más, saludo a un montón de gente que no conocía, unos le correspondieron el saludo y otros solo la miraban extrañados.

Ya estaba cayendo la noche y Teresa no sabía dónde dormiría, pero siguió caminando sin parar, luego de un largo rato, decide descansar sobre un banco frente a una joyería, no sabía con exactitud si dormiría en la calle o en una cama de hotel, o simplemente sobre aquel banco.

—Oye, ¿qué haces allí?— pregunta alguien sacándola de sus pensamientos, un señor que se veía algo mayor, cómo de cuarenta años de edad.

—Viviendo— responde ella con una gran sonrisa en su rostro mientras el señor la miraba confundido y con el ceño fruncido.

—¿ok?...— dice lentamente y la mira más extrañado aún y vuelve a entrar a la joyería, a lo qué Teresa solo reía.

Nadie entendería como ella se sentía en aquel momento al menos que ella quisiera explicarlo.

Pasaron como dos horas, donde Teresa solo observaba el cielo y suspiraba.

Cuando ya se había decido a seguir su rumbo y pagar un cuarto de motel barato para quedarse a dormir, escucha una puerta abrirse y ella voltea adonde provenía aquel ruido.

—Chica, me tienes nervioso... ¿no tienes dónde dormir?— pregunta el señor que había quedado extrañado anteriormente.

—Realmente, no.— Teresa se encoge de hombros.

—Si gustas, puedes quedarte a dormir esta noche.

—Si no es molestia para usted, para mi sería un gusto— responde Teresa con una mediana sonrisa.

—Si fuera una molestia para mi, no se lo hubiera propuesto— habla obviado y le hace un ademán a Teresa para que pase dentro de la joyería y ella toma su pequeña maleta y lo sigue.

—Wow, ¡que hermosas todas estas joyas!— expresa Teresa casi boquiabierta.

—Si, vendo pura calidad— responde el señor con orgullo.

—Un gusto, soy Teresa, Teresa Clark.—dice ella y le estrecha su mano.

—Un placer Teresa, soy Pedro—, se dieron un leve apretón de manos— ven, sígueme, te llevare a donde dormirás.

Teresa lo seguía silenciosamente, mientras pensaba en la nobleza de aquel hombre para ayudarla siendo ella una gran desconocida, el no sabía si ella era una ladrona o no y aún así la dejo entrar a su joyería y darle dónde dormir aquella noche.

—Bien, es aquí— Teresa observa la habitación, era pequeña pero acogedora, tenía solamente una pequeña camita, un mesita de noche, un espejo pegado a la pared y gracias a Dios tenía un pequeño cuarto de baño, para ella, era más que perfecto.

—Muchísimas gracias señor Pedro—, hablo casi con un nudo en la garganta, tenía ganas de agradecerle dándole un fuerte abrazo, pero apenas solo lo conocía— De verdad, no imagina lo agradecida que estoy con usted.

—No es para tanto señorita Teresa.

—Para mi si lo es—, sonríe por lo bajo y continúa hablando— no tenía dónde dormir esta noche, por eso digo.

—Me di de cuenta al verte sentada en el banco de afuera por más de tres horas seguidas—, ríe y nota un destello de pena y tristeza en el rostro de Teresa— Oye, se que no es de mi incumbencia, pero bueno, tengo a una desconocida dentro de mi joyería así que me da la ventaja de saber el porqué no tenias dónde dormir... ¿y tu casa? ¿Y tus padres?— pregunta directamente.

—Si, entiendo lo que dice y por eso le explicaré; pues padres no tengo, mi madre murió y mi padre me abandonó tras la muerte de ella así que no sé si está vivo o muerto, respecto a mi casa, tampoco tengo...

»Vivía con mi ex pareja, pero llevaba muchas humillaciones de él, pero yo lo entendía, él me había recogido de la calle cuando él tenía apenas dieciséis años porque se había enamorado de mi, y prácticamente le quité gran parte de su vida y su juventud.

Deja de hablar y mira al señor Pedro quien había quedado totalmente perplejo por todo lo que había dicho la chica. Teresa al ver su cara comenzó a reír, y eso confundió aún más al señor el cual también terminó riendo.

El señor Pedro sintió que tenía que ayudarla, no se veía como una mala chica.

—Ok, gracias por la información aunque fue mucha información, literalmente... que pases buenas noches Teresa. Espero y puedas descansar.— dice el señor Pedro mientras abría la puerta para salir de la habitación.

—Buenas noches señor Pedro, y nuevamente muchas gracias— le dijo Teresa francamente, el asintió y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él.

Teresa acomodó su maleta a un lado de la mesita de noche, quito sus zapatos y se deshizo de su ropa, buscó su toalla de baño en su maleta y se dirigió al pequeño baño a darse una rápida ducha de agua tibia.

Mientras se bañaba, sintió miedo, no un miedo de estar con un desconocido, no; sino de aquel miedo que te estruja el estómago cuando no sabes si lo que te espera es bueno, malo o malísimo... pero empujo todos esos pensamientos al fondo de su cabeza y decidió relajarse mientras se bañaba.

Termino de bañarse, tomo su toalla, y seco su rostro lentamente, y luego su cuerpo, acomodó la toalla sobre su cuerpo y se dirigió a la cama, buscó una pijamada color verde agua y se la colocó, volvió a poner la maleta a un lado de la mesita de noche y se tumbó en la cama—Feliz cumpleaños a mi— se dijo asimisma, pero estaba tan cansada que ni siquiera noto el momento el cual se quedó dormida.

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Holaaaa!

Espero les esté gustando esta obra, la escribo con mucho cariño para ustedes y espero les esté gustando.

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Besos, Dari C.

Más fuerte que las adversidades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora