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Cómo todos los días, la luz del sol que se colaba por la ventanilla, despertó a Teresa, esa luz era como su alarma.

Teresa se sentó en la orilla de la cama, estirándose dejando la flojera pasmada en esas sábanas color blanco. Se pone de pie y se dirige al baño para tomar una ducha y cepillarse lo dientes.

Luego de terminar con su aseo personal, gira el pestillo para abrir la puerta y sale de su habitación.

—¡Teresa!— se oye un grito fuerte proveniente de la cocina.

—Mande— dice al llegar a la cocina.

—Ahí está la comida servida, come rápido porque ya sabes, hoy es viernes, y los viernes hay mucho movimiento en la tienda.

—Está bien, vaya usted a abrir mientras yo termino de comer— le dice a Pedro y él asiente.

Teresa terminó su desayuno, lavó su plato y se fue rápidamente a la tienda, ni siquiera había terminado de llegar cuando un chico habla:

—Buenos días, señorita.

—Bien día joven, ¿en que lo puedo ayudar?— pregunta Teresa con una gran sonrisa en su cara.

—Bueno, le cuento, estoy buscando un anillo para proponerle matrimonio a mi chica, pero para serle muy franco no tengo ni la menor idea de cómo elegir el indicado— dice aquel chico medio preocupado.

—Bueno, a mi como mujer me encantaría que me propusieran matrimonio con un anillo como este—, Teresa saca un anillo de oro blanco con un diamante incrustado en el centro, era totalmente hermoso— Este es mi favorito, es lindo, llamativo y derretiría de ternura a cualquier chica.

—No lo se... es muy común. No te ofendas, pero no creo que sea su gusto.

—Tranquilo, no te preocupes. Yo estoy aquí para ayudarte. Dime, ¿cómo es ella?— pregunta Teresa con mirada soñadora.

—Es realmente hermosa, es... es... no sabría cómo describirla, tan solo pensar en ella me deja sin palabras. Lo que si te puedo decir es que es mi princesa.

—Wow, tú si que estás enamorado—, ríe Teresa y lo mira detenidamente, el chico se veía un poco menor, cómo de dieciochos años, o cerca—, se lo que buscas, sígueme.

Teresa se dirige a otra vitrina y comienza a buscar.

—Acá está... es el último que queda, quizá porque es el indicado para tu chica—, Teresa toma la pequeña cajita roja entre sus manos y la abre mostrándole el anillo al chico quien quedó casi que con la quijada pegada al suelo— creo que es el indicado para tu chica, para tu princesa, obsérvalo bien, es una corona con un hermoso borde de diamantes incrustados. ¿Qué opinas?

—Es perfecto para Amber—, dice el chico con ojos brillosos— me lo llevo.

—Ok, cancelas por dónde está el señor.

—Gracias chica, no me caben dudas de que me dará un sí al ver este anillo tan hermoso.

—A mi tampoco, espero tu chica se derrita al ver ese anillo... bueno, no literalmente— ambos rieron— adiós, que tengas un excelente día.

El chico canceló y se retiró de la tienda con una enorme sonrisa, Teresa estaba feliz por haber dejado otro cliente satisfecho con su compra.

Y así continuó el resto del día, y aunque la tienda duró todo el día full, Teresa nunca dejó que su sonrisa y su gentileza pasaran desapercibidas; se acabó el horario de trabajo y cómo todos los días Pedro cerró la tienda.

—Buen  trabajo— dijo Pedro a Teresa.

—Igualmente.

—Cocinarás hoy— dice Pedro riendo.

Más fuerte que las adversidades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora