siete

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   El Holandes Errante quedó frente a frente con mi barco, lograba ver las miradas cubiertas de pánico de cada uno de los presentes. Barbosa era el único que no se encontraba asustado, su mueca era más bien enojo.

Por mi parte me hallaba de rodillas en medio del navío con mis brazos alrededor de mi cuerpo intentando cubrir la desnudez que se hacía presente debajo de la camisa blanca.

- ¡Les dije que no la dejaran tocar el agua!- Gruñó el hombre con fiereza. Su mano golpeó la vieja madera del bote en reiteradas ocasiones sin apartar su mirada de la mía.

- ¡¿Cómo te atreves?!- Gritó el hombre pulpo a mi lado. Su extraña pinza se posó sobre mi hombro y me ayudó a ponerme de pie, acción que me tomó por sorpresa.

Mis piernas flaquearon al sentir mi peso nuevamente sobre ellas.

- ¡Ella también es mía, Jones!- Gritó la mujer llegando al lado de Barbosa.

- Robaste mi corazón hace años, Calypso...- Murmuró con palpable dolor.- No dejaré que se lo arrebates a ella también.

- ¡No podes impedirlo!

- Atrévanse a atacar.- Los retó.- Ese navío no es nada en comparación al Holandes.

Bien, eso si me había ofendido... sé que mi barco no es el mejor ni mucho menos ¡Pero al menos era mío! Y era funcional. Bufé sin darme cuenta robandole una pequeña carcajada al capitán del Holandes.

Largos minutos de tensión se abrieron pasos entre nosotros, la pesadez del aire era tan palpable y pesada como el mismísimo acero, llegando incluso a ser posible cortar el aire con un cuchillo.

De repente mi navío comenzó a mecerse, pensé que atacarían pero para sorpresa de nadie -al parecer- este prefirió darse vuelta y comenzar a alejarse dejando en claro que no intentarían siquiera pelear.

No sé si en estos momentos prefería que se fueran o que se quedaran... quiero decir, al menos ellos eran humanos.

- Havet.- Llamó el capitán.- Mi nombre es Davy Jones, espero no haberte asustado.

- No, no... para nada.- Respondí con notable sarcasmo.- ¿Por qué me salvaron?

- ¿Por qué no habría de salvar a mi hija?

¿Qué? Agarrame Jesús, ahí te voy.

Sentí mi rostro palidecer ante sus palabras ¿Yo, su hija? Sé que nunca conocí a mis padres o siquiera algún indicio sobre ellos pero nunca esperé que estos fueran mitad peces.

¿Soy una sirena o un pulpo? Un caracol, quizá...

- Hay muchas cosas por hablar.- Murmuró con una pequeña sonrisa.- Mis hombres te concederán ropa limpia, en cuanto estés lista hablaremos de todo.

Sin poder evitarlo me dejé guiar por su tripulación, la cual se veía salía de un cuento de terror. Seres extraños cubiertos de corales, caracoles y demás seres vivos acuáticos.

El hombre tiburón me entregó una camisa color vinotinto y unos pantalones negros en cuanto estuvimos frente a una verdosa puerta de madera. Susurré un casi inaudible gracias y sin más me adentre en la habitación, esta se veía como cualquier otro camarote corriente pero las extrañas circunstancias me hacían incapaz de confiarme... bueno, eso y que todo se sentía húmedo y viscoso.

Recorrí el cuarto a pasos lentos y desconfiados, buscando alguna posibilidad de escaparme o al menos esconderme por unos cuantos días pero nada encontré. Era un maldito camarote común y corriente.

Caminé hacía la mesa que se encontraba en el centro de dicha habitación y sin más me dejé caer sobre ella, crucé mis piernas y comencé a quitarme la mojada camisa. El rostro de Jack llegó de repente a mi mente, ese maldito pirata... ese hijo de...

Medianoche - Jack Sparrow.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora