EL gran reloj del reino resonaba con fuerza por la mañana, dando la señal a todo el pueblo que era momento de despertar.
En un palacio señorial, un joven tricolor de tiernos ojos color violeta despertaba de sus sueños para comenzar otro nuevo día. Desde que su padrastro se había hecho cargo de todo, el ático de la casa se había convertido en su nueva habitación. Se sentó en su cama estirando los brazos y tallarse los ojos para quitarse el sueño de ellos, cuando repentinamente escuchó que tocaron su puerta.
-Adelante.- dijo Yugi.
La puerta se abrió y Yugi sonrió al ver entrar a un chico rubio de ojos color miel que le sonreía con cariño.
-¡Hey! Buenos días, Yug. ¿Cómo durmió esa cabeza picuda?
Yugi se rió con diversión por las bromas de su amigo.
-Muy bien, Joey. Gracias por preguntar.
Joey se encogió de hombros. -Bueno, tenía planeado hablar contigo un poco antes de que Lord medusa y sus arpías despertaran para comenzar otro día de darte ordenes.
El pequeño soltó unas carcajadas por lo dicho. Era cierto que su vida con su padrastro y hermanastras era muy dura, pero Joey era el único que de verdad lograba hacerlo reír y alegrarlo en los peores momentos. El padre de Joey había sido un muy buen amigo de su padre y cuando ambos se perdieron en el mar, y como Joey también había perdido a su madre cuando era muy pequeño, la madre de Yugi había traído al rubio a vivir con ellos. Pero cuando ella murió, Yugi tuvo que suplicarle a su padre para que dejara que Joey se quedase, por lo que él y Yugi eran los únicos sirvientes en la casa, además de que Yugi era el favorito de las tres víboras para mandar.
-En serio, Yugi, esta es tu casa, no deberías dejar que te tratasen así.- dijo Joey molesto.
-¿Pero yo que puedo hacer?- preguntó encogiéndose de hombros. -Como él era su esposo, Dartz se convirtió en el dueño de todo cuando mi madre murió, incluyendo la fortuna de mi familia, sin mencionar que tengo 17 años, aun soy menor de edad y él es quien manda sobre mí. Yo no tengo ningún poder aquí.- dijo con una sonrisa triste. Joey suspiró con pesar y le revolvió el cabello con cariño.
-Eso lo entiendo, Yug. Pero te prometo que algún día tendrás tu libertad, y ya no tendrás que vivir bajo las órdenes de ese malvado ogro y sus serpientes.
Yugi se rió y se levantó de la cama, yendo hacia la ventana.
-¿Pero sabes qué, Joey? Hay algo que mi padrastro jamás va a poder impedirme.
Joey parpadeó extrañado. -¿Y qué es?
-Poder soñar.
El rubio miró sorprendido a su pequeño amigo que miraba por la ventana, pero luego vio a donde estaba mirando exactamente y sonrió con divertida picardía.
-¿Soñar? ¿Hmmm? Pero qué curioso.- Yugi volteó a mirar a su amigo por el extraño tono de voz que estaba usando, mientras éste miraba hacia arriba con una sonrisa acariciando su barbilla. -Me pregunto de qué sueño estás hablando. ¿No será que hablas... de cierto príncipe de cierto reino?
La carita de Yugi se sonrojó como un tomate encendido por lo que dijo Joey, pero fue más que nada porque de hecho acertó.
-N-no digas tonterías, Joey, claro que no estaba soñando con él.
-Sí, como no.
Yugi le mostró un puchero molesto. -Y aun que así fuera, solo se quedaría como eso... solo un sueño.
-¿Pero por qué? Tú no sabes lo que podría pasar, tal vez ese sueño se haga realidad un día.- dijo Joey con una sonrisa confiada en sus palabras, pero Yugi simplemente fue a su ventana y apoyó sus delicados brazos en ella mientras miraba al enorme palacio real a lo lejos, soltando un suspiro de tristeza.

ESTÁS LEYENDO
Violeta Cenicienta
FantasyTras la muerte de su madre cuando era un niño, Yugi Mutou fue obligado a convertirse en un sirviente en su propia casa, siendo mandado bajo las ordenes de su cruel padrastro y hermanastras, sintiendo que el resto de su vida quedaría siempre en pen...