El Ofrecimiento.

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 15: El Ofrecimiento.

Era contradictorio. Se burlaba de ella, la humillaba y a la vez parecía que se preocupaba. Bajó la vista y miró sus guantes deshilachados. Era una tonta. Seguramente ya no era importante para él como tal vez podría haber sido antes. Habían pasado tantos años. No tenía la riqueza de antes, ni tampoco el prestigio o una familia tras suyo, ahora pertenecía a un grupo de la sociedad más bajo y él era un Lord. Y no tenía ni siquiera reputación, ante sus ojos. Apretó los labios y alzó la mirada al techo del carruaje. Qué tonta era. Había añorado tanto verlo una vez más, para pedir perdón, para tal vez... tal vez. Se mordió los labios y desvió la mirada acuosa. Era una tonta en verdad.

Volvió a la mansión de lady Kagura y subió en silencio a su habitación que estaba en el ático de la casa, final del pasillo. Allí se quitó la capa y los guantes para luego sentarse frente al espejo y cepillarse el cabello, pero su mente aún estaba en la conversación con ese hombre. No podía creer lo cambiado que estaba, no tanto físicamente, aunque el tiempo había sido bastante generoso con él, sino por su personalidad. Y eso le dolió. Pensó en Inuyasha, en lo burlón e irresponsable que era ¿ese hombre era igual? No, se negaba a ello y sin embargo fue hiriente con ella ¿pero qué esperaba? Lo había lastimado mucho. Y ya no significaba nada. A todas luces él la despreciaba.

Al otro día, Sesshomaru tuvo que averiguar a primera hora quienes eran los abogados de la familia Higurashi. Cuando logró ponerse en contacto con esas personas que afortunadamente estaban aún en el pueblo, confirmaron lo que ella le había dicho. No había herencia, el señor Ginta Higurashi se fue a la ruina y al parecer su padre no estaba informado de ello. No había dinero de los Higurashi ni había negocios qué atender. No había nada.

¿Y ahora? ¿cómo la ayudaría? Dependía de eso para tener en algo su conciencia tranquila. Le causó malestar. No pudo evitar recordar ese rostro terriblemente afligido la noche anterior pidiéndole perdón ¿sería verdad? Quizás lo hacía debido a la situación en que se encontraba ahora. La verdad no sabía qué pensar, no la conocía bien, a decir verdad, nunca la conoció bien. En aquella ocasión, cuando ambos eran muy jóvenes, creyó saber cuál era su personalidad, sin embargo, la jugada con Inuyasha echó por tierra todas sus apreciaciones. No, no la conocía, no antes, menos ahora ¿qué iba a hacer? No quería atarse a ella, ni por deber, ni por honor, ni por nada. No podía confiar una vez más, pasar otra vez por una situación así era inconcebible, su orgullo no se lo permitiría. Se pasó la mano por el rostro, exasperado y aproblemado. Tenía que pensar bien las cosas.

Por la tarde partió rumbo a la mansión de lady Kagura. Había sido un día sin éxito en lo que se proponía y deseaba distraerse un momento, sin embargo, era bien consciente que esa muchacha estaba ahí. Y deseaba verla, aunque sólo fuera para demostrarle que seguía su vida sin problemas. Cuando llegó, la mujer lo recibió encantada y tomaron el té en el jardín. A pesar de que había ido para distraerse con esa mujer, se sentía tenso. Buscaba con su mirada a la joven Higurashi, pero no fue posible. No quería tampoco preguntarle a lady Kagura. Pasaron el rato mientras ella hablaba sin parar de lo aburrido que era el pueblo y que nada emocionante ocurría, excepto una vez, hace mucho tiempo, cuando fueron atacados por un aparente pirata desconocido. Sesshomaru, que ya se había medio relajado y se encontraba medio aburrido, puso atención a aquel tema que le llamó la atención.

- ¿Un ataque? ¿Es por eso que hay tantos edificios destruídos?

Kagura lo miró con seriedad mientras apartaba la taza de té de sus labios.

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