El Acuerdo

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen, son de la gran Rumiko Takahashi, pero la historia sí es mía, por lo que NO AUTORIZO que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 1: "El Acuerdo".

Era una guerra cruel y despiadada, ya habían muchos muertos de sus tropas tirados en el campo de batalla y si seguían así no sobreviviría ni él mismo. Corrió enfrentando a todo soldado enemigo con su espada en la mano y peleó de igual manera sin miedo. Honor y gloria, era lo único que conocía Touga Taisho.

Sudando, agotado en extremo, nublándose la vista, el hombre seguía luchando sin dudar, todo por su país. La sangre corría en sus brazos y piernas y ya no sabía si era la suya, ya que sentía un leve dolor en el cuerpo o la de sus enemigos, aún así, siguió peleando contra quien fuera se cruzara en su camino.

Una inesperada explosión ocurrió cerca y lo hizo tropezar, sintió como le estallaban los oídos y por un momento no pudo ver nada, el polvo de la tierra, el humo y la oscuridad de la noche le impidió ver al enemigo el cual aprovechó el momento y le dio un corte en la pierna que lo hizo caer, jadeando. Abrió inmensamente los ojos cuando el rostro de un horrible hombre, con una inmensa cicatriz en una de sus mejillas, posaba su mirada diabólica en él alzando su gran espada para matarlo. Touga ni siquiera ya tenía la espada en sus manos, así que, en segundos, supo que moriría. Alzó la barbilla con desdén al otro, sin cerrar los ojos, pero con un nudo en la garganta, ya que su pensamiento voló a sus dos hijos lejos de allí. No los vería nunca más, pensó, con remordimiento y pena.

Un último jadeo y cerró los ojos esperando la inminente muerte, sin embargo, lo único que escuchó fue un golpe seco y un grito de horror. Abrió los ojos y el mismo hombre que estaba a punto de matarlo, se encontraba con el rostro desfigurado en una mueca casi inhumana y la espada alzada, a punto de dañarlo. Pero no se movía y Touga frunció el ceño. Entonces vio como caía lentamente sobre él, con una espada atravesada en la espalda y un hombre que nunca había visto, tras él observándolo sudoroso, sucio y agitado.

- General... ¿se encuentra bien?

Touga Taisho no comprendió en primera instancia qué estaba pasando, aun conmocionado por verse por primera vez tan cerca de la muerte. Luego, apartó al enemigo con un manotazo e intentó levantarse. Pero no podía, miró su pierna sangrando profusamente. No podía ver su herida, sólo la sangre negruzca manchando su pantalón rasgado. De pronto vio una mano que se acercaba, alzó el rostro y miró al hombre que se la ofrecía. Sólo en ese momento la conmoción lo dejó reflexionar y se dio cuenta que era uno de sus soldados, llevaban el mismo color de uniforme, pero el diseño era de sargento.

Ignoró el gesto de ayuda e intentó ponerse de pie, pero la pierna no le respondió, al contrario, sintió un agudo dolor en todo el cuerpo que lo obligó a gemir sonoramente y maldecir después. Sudando, cayó sentado nuevamente y a duras penas, aceptó la mano del que estaba en frente suyo quién lo levantó con dificultad.

- Gra... gracias-Murmuró casi sin aliento. Nunca se había sentido tan mal, tan adolorido y tan derrotado. Alzó el rostro al otro y una bomba volvió a explotar cerca de ellos haciéndolos caer al suelo. El sargento lo cubrió con su cuerpo valientemente mientras Touga perdía de pronto el conocimiento. Había sido demasiado.

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La batalla había finalizado, el número de muertos era el más grande desde hacía años, la tierra estaba húmeda, pero de sangre y los cadáveres de soldados y caballos estaban por doquier. Touga observó con profundo terror el espectáculo siniestro. Se volvió lentamente, tenía el brazo envuelto en jirones blancos y un improvisado cabestrillo lo sujetaba, sin duda estaba dañado, llevaba una venda en la cabeza y esta aún se sentía pesada, el cuerpo era de plomo, apenas sí podía moverse, pero lo más grave, era la herida de su pierna, que estaba aún abierta, pero al menos estaba vendada y abarcaba desde el muslo hasta un poco más debajo de la rodilla. Con esto, casi no podía caminar, por lo que se afirmaba en un improvisado madero que le servía de bastón. Con profunda reticencia esperaba que no fueran emboscados. Todo acabaría de ser así.

El Demonio BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora