3.- Piezas que no encajan

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La Sra Weasley se acercó a su yerno y le acarició suavemente los brazos mientras el Sr Weasley se despedía del medimago con gesto preocupado.

- Draco, corazón, ¿Por qué no vas a casa, descansas un poco y de paso ves a los niños que hace tres días que no han estado con ninguno de sus padres y deben echaros de menos?

- Gracias, Molly. Pero no. Los niños están perfectamente cuidados con sus tíos y padrinos. Y yo necesito estar aquí, aunque él me odie. - Miró de frente a su suegra y habló intentando no reflejar amargura en su voz - No se preocupe Molly, no haré ninguna tontería. Me quedaré fuera de la habitación para que no me vea así no habrá peligro de que se altere.

- Lo siento, cielo. Creeme que de verdad lo siento, ninguno de los dos os merecéis esto.

- Gracias Molly. Vayan a ver a Ron, antes de que me dé por hacer alguna estupidez sensiblera como ponerme a llorar. Y mientras yo avisaré a Potter, que me pidió que lo mantuviese al tanto de todo.

La Sra Weasley le dio un fuerte abrazo antes de entrar a la habitación a toda prisa para evitar que su yerno viese las lágrimas asomando en sus ojos. Nada más entrar en la habitación se encontró con su hijo despierto, pero más confuso que cuando despertó pese a las aclaraciones del equipo médico. Su actitud continuaba siendo hosca y dirigía miradas de recelo a aquellas personas que él pensaba que estaban usurpando la identidad de sus padres.

Mientras su padre prefirio quedarse parado en los pies de la cama para darle algo de espacio, su madre se acercó a él y le ofreció una poción para el dolor de cabeza:

- El medimago nos ha advertido que es posible que sufras jaquecas estos días. - Dijo cautamente la Sra Weasley

- No voy a tomar nada que venga de ti. No soy tan idiota como para tomar algo que venga de alguien que no sé realmente quien es.

- ¡Bueno, basta ya! – La Sra Weasley se puso en frente de su hijo con los brazos en jarras y poniendo ese gesto amenazante que Ron conocía tan bien - Ronald Billius Weasley, soy tu madre, la misma que te limpiaba los mocos de pequeño, y la que te curaba los raspones en las rodillas cada vez que te caías de la escoba de tus hermanos; la que os teje un jersey con vuestra inicial en el pecho todas las navidades; a la que le cogiste la mano y le dijiste en voz baja "no te preocupes mamá, le irá muy bien" el día que Charlie se fue a Rumania y no me soltaste la mano hasta que volvimos a casa; a la que le dijiste con 5 años que de mayor ibas a ser fabricante de escobas voladoras para poder tener siempre muchas, la que sabe que eres el único de todos los Weasley que todavía no entiende cuánto le debe el mundo mágico después de esa maldita guerra, y también soy la que vio, después de años en los que parecía que habías olvidado como sonreir, como, con la mayor cara de felicidad que jamás te he visto, nos decias "nunca creí que Draco Malfoy me haría tan feliz".

La Sra Weasley había arreglado las mantas de su hijo y le había arropado inconscientemente mientras le daba la pequeña regañina. Ambos se quedaron en silencio y aunque un poco inseguro finalmente Ron le habló:

- ¿Mamá? ¿De verdad eres tú? ¿Mamá, que está pasando? No entiendo nada

La Sra Weasley no pudo contenerse más y se echó a llorar mientras le abrazaba: ¡Mi niño! ¡Mi pobre niño!

A lo largo de dos largos días, mientras permanecía ingresado con varios tratamientos, fue pasando toda la familia Weasley para visitarle de nuevo, animarle y contarle tanto las novedades de su nueva vida como las partes que ellos creían que podían contarle de la guerra. Y aunque todos sabían que no podía tardar mucho más en llegar el momento donde tendrían que contarle la parte más trágica de la guerra, especialmente la que había golpeado a la familia, todos trababan de evitarla.

Recuerdos Perdidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora