II

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Perdón si hay algún error, después lo arreglaré.

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Un par de semanas más tarde se conocieron nuevas de la guerra. El señor envió un barco mercantil cargado con especies en apoyo al rey. Comida, armas y tal vez joyas. Ningún hombre salió de la gran mansión para unirse a las tropas que peleaban. Su sobrino estaba a salvo. Un sobrino que llevaba tal vez más de una semana en la casa, pero nadie había visto aun.

—Es muy querido por el señor, de eso no hay duda. Incluso dicen que es su único pariente vivo...

—Sí, eso oí, además de que se ha encargado de toda su educación. Aunque estoy segura de que si mi lady lo hubiese permitido, el chico habría vivido aquí con su querido tío y no en un internado— oyó a las lavanderas cuchichear. Era lo usual cada mañana. Era la manera en que la información recorría la mansión, y aunque a él no le gustaban los rumores, no podía evitar enterarse de más de un asunto personal concerniente a la familia Jeon.

—Pero ahora que ha alcanzado la mayoría de edad, imagino que se hará cargo del negocio junto a su tío.

—Mm, menudo mal trago le sentará a mi lady, que no sea un hijo suyo quien tome ese cargo— ambas mujeres se rieron. La señora de la casa no era demasiado apreciada por su carácter sobradamente quisquilloso, aunque nadie se atreviera a contradecirla abiertamente. Además, no le había dado hijos al señor Jeon, lo que suponía un problema para su patrimonio familiar. Seokjin se alejó de allí en dirección a las cocinas.

—Hey, chico. Dile a Otto que necesitamos matar un cerdo grande para la cena de esta noche. Y que se dé prisa... Dioses, si es que nunca informan nada a tiempo—gruñó la cocinera entre bufidos mientras preparaba el desayuno.

—Sí, señora—Seokjin se apresuró a informar al viejo. Pronto se supo que  la cena de esa noche era para agasajar al joven Jeon. Tuvo que ayudar a traer y tranquilizar al gran animal antes de que Otto  le diera un rápido y profundo corte en la arteria del cuello. El chico admiraba al viejo, ya que era bueno con los animales, así como piadoso y rápido a la hora de quitarles la vida. Se quedó junto al cerdo hasta que exhaló su último gruñido y la sangre dejó de brotar de la herida, pero luego se alejó. No quería ayudar a despedazar el cuerpo aun caliente, que había sostenido con vida hacía solo unos pocos minutos. El viejo le dejó marchar.

Seokjin se mantuvo muy ocupado el resto del día ayudando en diferentes tareas de preparación para la cena de bienvenida, soportando el mal humor de la mayoría que protestaban por la premura que se les exigía para tenerlo todo listo para esa noche, con tan poco tiempo. Cuando la noche llegó por fin y el festín estaba preparado en el salón principal, pensó que tendría tiempo para estar a solas y tal vez leer un poco, pero la voz de mando del mayordomo le sacó de sus ensueños.

—Aséate y alistate para esta noche. Ayudarás a servir la mesa en el salón. Te pondrás esto—dijo alargándole una camisa, un chaleco de buena tela y unos pantalones.

—Pero señor, yo... no tengo experiencia en...

—Aprenderás, no es difícil. Solo debes tener cuidado de vaciar el vino en las copas y no derramarlo sobre el mantel. Ah, y procura que eso no se vea— “Eso” era la cicatriz en su rostro y el ojo izquierdo muerto. Seokjin asintió en silencio. Siempre tenía buen cuidado de tapar su ojo ciego de la mirada de otros con su cabello; sabía que a muchos les resultaba repulsivo, y había sido la causa de más de una de sus peleas en el orfanato. Se alejó dispuesto a obedecer. Esa noche, los sirvientes también tendrían su parte del festín, por lo que estaban cortos de personal y Seokjin tendría que ayudar a atender la mesa y luego ocuparse de la cocina. Iba a ser una noche larga.
A la hora indicada por el mayordomo entró, hecho un manojo de nervios, cargando los primeros platos del servicio. Estaba tan absorto en su labor que apenas si alzó la mirada.

-Kookjin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora