IV

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Perdón si hay errores:/.

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Seokjin miraba el firmamento nocturno, hundiendo la nariz en el negro cabello que se apretaba contra su pecho. Aun estaban desnudos sobre la hierba y el aire soplaba frío, pero él no podía notarlo, atrapado en el calor del cuerpo que sostenía contra el suyo, hechizado por los sentimientos.  Jungkook se había adormilado entre sus brazos y Seokjin  deseaba que no despertara nunca para poder sostenerlo así para siempre. Nunca había amado a nadie de esa manera tan desesperada, tan intensa que dolía. También lloró en silencio, pero eso era muy común a él. A menudo sollozaba con las historias que leía, identificándose con el sentir de los personajes. Pero esto era diferente, era su propia historia y la intensidad de sus emociones le estremecían, haciéndole tener miedo. Jungkook por fin estaba en sus brazos, era suyo, solo suyo, pero eso aumentaba el miedo de perderlo. Así como creyó que la vida que tenía con su padre, aunque no del todo buena, duraría para siempre, así como creyó que se quedaría siempre en el orfanato, así como se había resignado a vivir sus días sirviendo mudo y eficiente en la mansión, ahora todo su mundo estaba del revés. Con un chico tan bello como  Jungkook  apretado a su pecho, con un padre rico y poderoso que no lo reconocía a sus espaldas y un incierto destino a su frente, Seokjin no sabía que esperar. ¿Qué podía hacer alguien como él, tan pequeño en un mundo tan grande?  Jungkook se estremeció cuando el aire sopló un poco sobre su piel. Seokjin lo acunó. ¿Cómo podría protegerlo? Pero sabía que aun siendo pobre, pequeño y sin un pasado deslumbrante, no le abandonaría, jamás le dejaría. Había sellado esa promesa desde hacía mucho tiempo, una noche como esa, mirando las estrellas.

Jungkook despertó de pronto.

-Mm, hace frío- dijo adormilado.

-Sí, deberíamos volver a la habitación.

Alzó la vista y se encontró con la mirada de Seokjin, dulce y refulgente con la luz de las estrellas.

-¿Estás bien? Tu cuerpo, quiero decir- dijo apoyando la mano sobre su cadera. Seokjin se sonrojó en la oscuridad.

-Creo que sí. La verdad es que no sabía exactamente lo que estábamos haciendo, porque nunca lo había hecho, pero me hacía una idea. Bueno, supongo que estoy bien, aunque aun…

-¿Aun?

-Se siente como si estuvieras dentro de mí- murmuró mirándole con dulzura.  Jungkook sonrió.

-¿En serio?

-¿Es eso normal? No es que se sienta mal- aclaró.

-No lo sé. Tampoco he hecho esto antes y solo conocía la teoría por algunos libros prohibidos que encontré en el monasterio. En realidad eran sobre mujeres, así que mucha de la teoría no puede aplicarse al caso- dijo recorriendo su muslo con la mano, notando la fría piel- Pero también encontré uno de amor entre hombres, aunque estaba en una lengua que me impidió leerlo… y bueno, al ver la imágenes me di cuenta de cuales eran mis preferencias.

-¿Qué edad tenías?- preguntó Seokjin, luego de inclinarse para besarlo con ganas.

-Trece años.

-¿Y desde cuando vivías en el monasterio?

-Desde siempre.

Siempre. Esas palabras fueron para Seokjin como una llave encajada en una cerradura, lista para ser girada. Pero realmente no sabía si quería abrir la puerta, al menos no aun y sin el permiso de  Jungkook.

El aire nocturno pasó sobre ellos agitando las ramas con fuerza.

-Está haciendo mucho frío. Vamos a casa- dijo  Jungkook poniéndose de pie, desnudo y bello contra la noche. Extendió una mano en su dirección que Seokjin tomó con fuerza, poniéndose de pie, pero sus piernas se sintieron débiles y un dolor no muy agudo se extendió por su trasero- ¿Puedes caminar?- preguntó al verle inestable.

-Eso creo- intentó dando un par de pasos, pero entonces él lo detuvo.

-Espera, coge esto- le dio la ropa y el libro. En cuanto Seokjin los apretó contra sí, Jungkook le levantó del suelo, cargándolo en sus brazos.

-Pero… pero… ¿Y si alguien nos ve?

-A esta hora de la noche, solo pueden vernos las estrellas- sonrió el chico. Seokjin se ruborizó sin querer, sintiendo el calor cercano de su piel, su respiración y el movimiento de su cuerpo mientras lo llevaba por el sendero del bosque. “No soy una chica”, quiso protestar, pero nunca nadie le había cargado entre sus brazos y se sentía tan bien. Apoyó la cabeza cansada y somnolienta sobre su pecho, dejándose mecer por su acompasado caminar.

Cuando llegaron a la habitación,  Jungkook dejó a Seokjin dormido sobre la cama, buscando una palangana con agua y un paño seco para limpiarle. Un rastro blanco y pegajoso quedaba aun entre sus nalgas y abertura. Le limpió con cuidado sin querer despertarle. Había deseado decírselo, hablarle sobre su perdida naturaleza, pero a último momento se había arrepentido. El miedo se apretaba siempre en su vientre a último minuto. Cuando terminó, le metió a la cama, acostándose a su lado para atraer su cuerpo contra sí, apretándolo con fuerza.

-No me dejes, Seokjin. Pase lo que pase, no me dejes- le suplicó en un susurro mientras hundía la nariz en su cabello.

La madrugada llegó, trayendo el olor del bosque envuelto por la niebla. Seokjin se despertó en brazos de su amante, sintiendo su corazón latir como siempre que miraba su rostro. Le parecía increíble, casi mágico, un regalo del destino encontrarse a su lado, y el temor de perderle volvió a resonar en su memoria, pero el eco se desvaneció al sentir el calor cercano de su piel desnuda. Quiso besarlo, arder sus labios con los suyos, pero verle dormir tan pacíficamente y recordar su encuentro nocturno le mantuvo al margen. Quería saborearlo el mayor tiempo que pudiera… Quizás, sería la última vez.

Jungkook abrió sus ojos y le observó, sonriéndole en silencio.

-Seokjin- comenzó, alzando la mano y rozando su rostro. Él tomó su mano y besó sus dedos con labios tibios. Jungkook volvió a sonreír, mirando la pupila que le observaba llena de amor y ternura- ¿Cómo estás?

-Estoy bien.

-¿Ya no hay dolor?- preguntó con preocupación mas Seokjin negó con la cabeza.

-Nunca lo hubo- susurró, inclinándose para besarlo. Y era verdad, ahora solo había felicidad cada vez que despertaba y sentía su presencia tan cercana, que parecía latir en su propia piel. Jungkook correspondió entrelazando su lengua con la suya, disfrutando del sabor de su aliento dormido. Dejó resbalar las manos por su rostro hacia el cuello, acariciando cada trazo de piel, bajando por los hombros y el pecho, deteniéndose en sus pezones para disfrutar de su endurecida textura. La respiración de Seokjin en su boca se estremeció, haciéndose su beso más intenso. Jungkook mordió sus labios juguetonamente antes de separarse de ellos y bajar a su pecho. La punta de su lengua  encontró un pequeño pezón, lamiéndolo suavemente antes de encerrarle en la cárcel de sus labios y chupar de él con avidez. Seokjin lanzó un gemido y Jungkook sonrió sin dejar de libarle hasta endurecerlo aun más, saltando al otro que se alzaba rosa y ansioso. Mordió y chupó hasta que la perdida respiración del chico le dijo que estaba listo. Bajó las manos por su pecho, acariciando su vientre, cintura y caderas, dejando con su lengua un rastro húmedo hacia la fuente palpitante de su hombría. Besó la mojada punta, trazando círculos con su lengua allí, oyéndole gemir, besando el eje y notando las gruesas venas que le cruzaban como un mapa. Su piel ardía y exudaba aromas a almizcle y hierbas. Sus dedos jugaron con sus testículos, apretándolos y sosteniéndolos entre sus manos, mientras su boca dejaba besos en su miembro.

-Jungkook- oyó la voz perdida de placer de Seokjin, notando como su pene latía de excitación.

-Cuanta impaciencia- susurró mientras miraba la cabeza gotear su líquido pre seminal. Apoyó los labios en la punta y sin previo aviso tomó todo el eje en su boca, llevándole al interior de su garganta. Seokjin no pudo contenerse más y enredó los dedos en su pelo, empujándole hacía sí, lanzando un  grito ahogado mientras eyaculaba en su boca.

Jungkook le sostuvo hasta que los estertores del placer se mitigaron. Se alzó para mirarle, su sabor aun prendido en sus labios.

-Lo siento yo…- intentó Seokjin, pero el chico le cortó, encerrándole en un beso. Seokjin sintió su propio sabor mezclado al suyo.

-Es lo que quería. Es lo que necesitaba. Sentirte, saborearte- confesó, abrazándole de improviso. Seokjin sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas ante la sola idea de ser necesitado por alguien como él. Le devolvió el abrazo, pero levemente, pues notó la caliente erección de Jungkook contra su piel. Se empujó de espaldas a la cama, mirándole anhelante y rodeando su cuerpo con sus piernas. Jungkook sonrió sorprendido y deleitado, arrodillándose entre sus muslos, que se apretaron contra su piel, levantando  las caderas hacia él.

-Yo también te necesito, Jungkook- susurró su voz temblando de ternura y deseo. Jungkook se inclinó para besarle y su eje se movió como por iniciativa propia, acomodándose sobre su entrada. Su fluido pre seminal dejó allí una huella húmeda como una marca de propiedad. Al sentir el toque, Seokjin movió la mano y le sujetó contra la abertura, sintiendo su calor pulsar de anhelo. Jungkook disfrutó el toque de su mano  sosteniendo su pene contra él, mientras le abría lentamente con los pulgares. Acomodó la cabeza  en el estrecho espacio y empujó para entrar. Seokjin lanzó un gemido ahogado mientras echaba la cabeza  hacia atrás. Jungkook le sostuvo mientras se empujaba poco a poco en su interior, mirando su rostro al tiempo que penetraba el anillo de apretados músculos que se abrían para él, sus propios labios abiertos en un jadeo de perdida respiración, deseando desesperadamente ser parte de él, convertirse en parte de su piel para siempre. Por fin, su eje anidó por completo en el apretado espacio una vez más.

-Seokjin- gimió perdido de placer. Éste volvió a alzar el rostro para mirarle y su pupila brilló de deseo. Comenzaron a moverse al unísono, gimiendo en un apretado abrazo, el pene de Seokjin atento de nuevo, el corazón martillando en el punto donde estaban unidos, rápido, mas rápido, hasta que todo sonido fue un solo gemido, el choque de piel contra piel y el estallar de un intenso placer contenido. Su semen se derramó en un fuerte chorro contra el pecho de Jungkook, mientras éste le llenaba con su esperma, lanzando un grito ahogado. Aun un poco más, se quedaron fusionados un instante mientras los temblores del orgasmo compartido se calmaban.

Jungkook se retiró de él y Seokjin se dejó caer sobre la cama, lanzando un suspiro agotado y satisfecho. Como antes, Jungkook le limpió amorosamente, quitando todo rastro de semen entre sus piernas y cuerpo, limpiando su propio pecho, mientras Seokjin le miraba en tímido pero afectuoso silencio.

-Podría hacer esto el resto de mis días- dijo Jungkook sonriendo, echándose también a su lado para recuperar el aliento. Seokjin le miró con dulzura.

-Para siempre- murmuró, alzando la mano y retirando suavemente un mechón de su Negro cabello, acariciando su mejilla con afecto. El simple gesto hizo apretarse el corazón de Jungkook. Encontrados sentimientos de amor, ternura y miedo se apretaron en él. Sabía que la hora de las verdades había llegado. Ya no podía aplazarlo más, porque hacerlo podía costarle el perder lo que por tanto tiempo había buscado. Y ahora que lo tenía ante sí no podía darse el lujo de dejarle escapar.

-Seokjin… yo… Hay algo que tengo que decirte… Sobre mí… y mi origen- Seokjin le miró, intrigado por su titubeo. Nunca le había visto dudar desde que estaban juntos, podía ser poco tiempo, pero él parecía siempre tan seguro de sí mismo y de sus deseos, pero ahora- Yo…

Bueno, no sé por donde empezar.

-Tranquilo. Te escucharé. Sea lo que sea, siempre te escucharé- intentó para tranquilizarle. Jungkook pareció calmarse un poco.

-Se trata de mi origen. De lo que soy y porque estuve tanto tiempo encerrado en el monasterio- Así que era eso. Seokjin le miró interesado. Jungkook se tomó un minuto para respirar hondo. Ya no había vuelta atrás – Mi padre no me reconoce, nunca ha querido hacerlo… porque soy un monstruo.

-¿Un monstruo?- inquirió el chico dudoso.

-Sí, lo soy. Mi aspecto puede parecer humano, pero mi alma es la de una bestia. Cuando la luna esta llena en el cielo, mi sangre enloquece y todo rastro de humanidad se borra en mí. Soy una bestia de los bosques, una bestia hambrienta de carne y sangre que palpita, una bestia maldita, condenada a perseguir sus pasiones y no encontrar nunca paz…

Calló, hundiendo el rostro entre las manos, apretándolas tan fuerte sobre él que sus siguientes palabras salieron ahogadas.

-Siempre ha sido así, siempre desde que tengo uso de razón. Mi padre me encerró en el monasterio para proteger al mundo de mí. Los monjes me ataban con cadenas sagradas y cantaban oraciones todos los días que la luna se alzaba llena en el cielo, noche y día, pero la bestia siempre lograba salir, siempre ha sido más fuerte que yo… La gente que me ve solo nota la belleza de este cuerpo maldito, pero en cuanto la bestia nace en mí, me rechazan y me persiguen. Mi padre una vez me dijo que era culpa de la sangre de mi madre, una hechicera, una bruja de allende los mares, y que se alegraba de su muerte, porque solo así ella había encontrado la paz. Siempre pensé que lo mejor hubiera sido que mi propia muerte hubiese traído paz a mis sentidos, pero mi pecado es tan grande que hasta eso se me había negado… Pero entonces, una noche en que era perseguido y me oculte en un claro del bosque… Esa noche te conocí- dijo por fin, descubriendo el rostro escondido, encendido por una profunda pena. Seokjin sollozaba en silencio, incapaz de luchar contra las lágrimas que afluían a sus ojos al sentir el dolor en su voz, pero le miró con sorpresa.

-¿A mí?

-Sí. Era la noche en que la luna brilla con más fuerza en el cielo oscuro. Encontré nuestro claro perdido entre los arboles, y quise refugiarme allí de la gente de la mansión que había salido a darme caza por el valle. Entonces te vi. No huiste de mí como todo el mundo hace apenas ve mi aspecto animal. Te quedaste allí y me hablaste como a un amigo. Era la primera vez en mi vida que alguien me  trataba con gentileza en mi forma maldita.

-El lobo…- susurró Seokjin abriendo los labios con asombro.

-Sí. Y me quede tan impactado que te recordé cuando recuperé mis sentidos humanos- dijo acercando de pronto una mano a él, pero alejándola con miedo. Seokjin encontró sus dedos y los entrelazó con los suyos, haciéndole sonreír contento- Verás, cuando estoy en mi forma animal no me mueven mis sentidos humanos, sino mis instintos, y recuerdo muy poco o casi nada cuando pasan los días de  luna llena y vuelvo a ser yo. Pero esa vez, te recordé. No pude volver al claro porque los hombres de mi padre lograron capturarme, y me llevaron de regreso a la torre donde me mantenían encerrado mientras durara la maldición, pero tu olor se quedó en mí, y cuando pude volver a escapar seguí tu rastro y te hallé. Había deseado tanto verte. Tanto mi lobo como yo… La verdad es que estuve espiándote en forma animal. No te diste cuenta, pero estuve un par de días siguiéndote escondido entre las sombras, viendo como te movías entre los animales que cuidas con afecto, notando la forma en que caminas, como si no quisieras pisar nada vivo, sintiendo tu olor en el aire y anhelando acercarme a ti, tocarte, ser acariciado por ti, oír tu voz decir mi nombre, tratarme como tratas a tus animales… como me trataste esa noche en el claro. Le juré a mi padre que me comportaría, que mantendría a la bestia a raya, que no le haría pasar vergüenza, si me dejaba quedarme en la mansión y no regresar al monasterio. Mi padre sabía que el conde estaría interesado en  conocerme, así que me dejó estar presente en la cena. Y pude volver a verte. Estaba tan impaciente por hacerte mío- le dijo con pasión, apretando sus dedos con los suyos, acercándose para un beso. Seokjin se entregó a él apasionadamente.

-Te pertenezco, Jungkook. Siempre te he pertenecido- dijo entre sus labios, sin dejar de morderle y entrelazar su lengua con la suya, tragando su saliva y mezclándolas a las lágrimas que aun caían de sus ojos- Tuyo, solo tuyo…

En eso estaban, cuando unos golpes secos se oyeron en la puerta. Tuvieron el tiempo justo de separarse antes de que una figura abriera, quedándose detenida en el marco.

-Seokjin, los caballos del señor… ¡Señorito Jungkook!- pronunció sorprendido.

-Otto- dijo el chico. Ambos se miraron en silencio un instante. Seokjin no pudo evitar sonrojarse hasta la raíz de los cabellos al notar que el viejo los había descubierto desnudos en la cama. Pero Jungkook parecía calmado- Mi padre está de regreso, deduzco.

-Sí… señor.

-Bien. Hay un par de cosas que necesito hablar con él. Sobre el futuro- dijo echando un vistazo de reojo a Seokjin, saliendo de la cama cubierto a medias con una vieja manta, buscando su ropa para ponérsela. Otto se quedó en silencio sin moverse del marco, sin mirar a ningún lugar.

Seokjin vio como Jungkook se inclinaba sobre él, dándole un beso en los sonrojados labios

-Volveré. Espérame- susurró antes de darle una mirada lujuriosa y salir. El chico se hundió en la cama, alzando la manta para cubrirse,  sonrojándose aun más si cabía.

-Ve a cuidar los caballos del señor… en cuanto estés listo- fue todo lo que el viejo dijo antes de salir, cerrando la puerta. Los labios de Seokjin no se abrieron. Ardían aun con los recientes besos y sus oídos revolvían las palabras que Jungkook le había dicho. Le quería, le necesitaba, le había estado esperando, deseando en las sombras con un hambre casi tan grande como la suya. Era un milagro… Había vuelto a nacer, y de la mano de Jungkook, ya no volvería  a sentirse solo nunca más.

Esa tarde las faenas se le hicieron tan ligeras que no notó las sorprendidas miradas que despertó entre la servidumbre, al verle pasar sonriendo de oreja a oreja aun cargando pesados cestos de ropa o haces de leños, ni la sombría mirada que le lanzó de cuando en cuando el viejo Otto. La perspectiva de volver a encontrarse con su amante, de saber que su amor era mutuo le llenaba de una energía que nada era capaz de aplacar. Pronto, pronto, que el día pasara con rapidez y llegara la hora del nocturno para volver a respirar entre sus brazos.

Pero le esperó en vano, esa noche y el día siguiente.

Jungkook no regresó.

-Kookjin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora