III

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Perdón si hay errores; /.

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No sabía si confiar en su promesa. Era impensable que la cumpliera. ¿Quién era él para esperar nada a cambio? Pero contra toda esperanza esperó. La tarde paso rápida y pronto llegó la noche. Su expectación y sus nervios crecían por minutos, así como la lujuria. Su cuerpo estaba hambriento de ser tocado, exprimido, acariciado por otra piel suave y húmeda, palpitante de vida.

—Déjame sentirme vivo una vez más, Jungkook, entre tu piel….  Jungkook– era su silenciosa oración, que no pasaba más allá de sus labios cerrados. Espió los sonidos de la noche esperando su regreso. Pero la noche pasó y se fue, y nadie vino. La mañana le encontró cansado de velar, exhausto de sostener falsas esperanzas, su corazón pesado por la certeza de que era un estúpido, el estúpido más grande sobre la faz de la tierra. Y recordó su pobreza, su fealdad, su falta de orígenes, y sintió las lágrimas amargas sacudir sus ojos y su pecho, y lloró. Pero no había nadie a quien culpar por su tontería, más que a sí mismo. Por fin se recompuso y salió al exterior como era su obligación, a cumplir con sus deberes.

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—Ha sido un poco inesperado.

—Sí, pero así son las batallas. Y tal vez las noticias sean del frente… y de su hijo.

—Bueno, al menos nos podremos relajar un par de días. Nada de festines a toda prisa…

—Es verdad. Los ricos a veces se olvidan de que los pobres tenemos más trabajo entre manos del que nos gustaría. Hey, chico, lleva esto adentro y ten cuidado de no tirarlo a mitad de camino—le ordenó una de las lavanderas, señalándole un pesado cesto con ropa doblada. Seokjin lo cogió, expulsando el aire por el esfuerzo de levantarlo. Sus músculos temblaban como nunca después de las actividades en el establo. Trato de reprimir el pensamiento, pero le provocó dolor y placer al mismo tiempo. ¿Sería esa la lujuria? Un placer tan doloroso y un dolor tan placentero que no se podía evitar. Suspiró sin darse cuenta.

—Oye, oye, deja de ronronear como un gato enamorado y ayudame aquí—protestó la cocinera cuando regresaba de dejar la ropa, señalándole un saco de harina— Ve por más a la bodega. La bodega. El último lugar al que Seokjin quería regresar. Allí había sido la primera vez… sacudió la cabeza, no, no debía pensar en ello. Un juguete no tenía derecho a desear nada. Pero si era un juguete, ¿Por qué elegir uno roto como él? ¿Por qué no buscar uno mejor, más perfecto, más bello? Había otros sirvientes en la mansión.. Otros…. La idea lo molestó de una manera que no había conocido antes, royéndole el alma.

—Habrá que aprovechar que el señor no está para hacer suficiente pan, por si se le ocurre traer a más gente de regreso— estaba diciendo la cocinera.

—¿El señor se ha marchado?

—Sí, niño. En comitiva para acompañar el regreso del conde a su castillo… Pero bueno, ¿dónde está esa harina?— le apremió. Seokjin partió corriendo. Eso era, por eso no le había buscado aquella noche. Su corazón se sintió más ligero de pronto. Se había marchado con su tío. Su padre. Volvió a preguntarse si realmente era el hijo no reconocido del señor. Recordó que cuando se lo había dicho sonreía con sarcasmo pero sus ojos eran tristes. Bueno, al menos él sabía quien era su padre, pero en cuanto a Seokjin… Se llevó la mano involuntariamente a su ojo ciego, tocando la cicatriz que había sido besada y lamida tan tiernamente. Aun cuando estaba roto había sido amado, deseado, acariciado, cosas que nunca había conocido. Aunque solo fuera un par de veces, le bastaba para una vida entera.

—No, no basta. No hasta que regreses a mí. A mis brazos, que seas solo para mí—protestó en silencio, sentado en su claro del bosque aquella noche sin luna. El viento soplaba gélido como hacía varias noches, trayendo el soplo del otoño entre sus alas. A Seokjin  le gustaba ver como las hojas cambiaban de aspecto volviéndose sonrojadas y ocres a medida que el tiempo se volvía más frío. Pero esa noche todos sus pensamientos era para Jungkook. Podría ser un muñeco roto, pobre, abandonado por su padre, pero tenía derecho a desear, aun en el fondo de su corazón, anhelar el ser amado. Aun cuando eso estuviese muy lejos de ser posible.

Aquella noche se durmió con su nombre en los labios, sin saber si volvería a verle, o si simplemente  tendría el valor para seguir respirando sin sentir que él estaba bajo su piel.



-Kookjin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora