Con Mami Chuuya

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Chuuya había llevado al niño a su habitación, donde lo recostó sobre la cama luego de ducharlo. Fumiya tenía dolor en su herida de la cabeza que Dazai había ocasionado, y estaba muy triste por la forma en que su padre se comportó con él.

Fumiya, ¿te sigue doliendo mucho? Puedo traer algo más para aliviar tu dolor—. Ofrecía el pelirrojo.

Aunque odiaba a Dazai y creía odiar a Fumiya, no lo conseguía. Pues el niño se desarrolló en su interior, lo estuvo cargando nueve meses y hasta la actualidad sigue siendo el único responsable de él, con ayuda de Kōyō. Es imposible que lo odie, cuando llegaba de misiones difíciles y cansadas, ese niño siempre lo esperaba con una sonrisa y los brazos extendidos para darle la bienvenida, el único que lo apreciaba de una manera inigualable. ¿Cómo no iba a amarlo aún cuando era hijo de Dazai y producto de una borrachera? Era evidente que se preocupaba por él y le molestaba la manera en que Dazai lo despreciaba.

— Mami. ¿Por qué papá hizo eso? Creí que estaba feliz por estar los tres juntos—. Comentó con tristeza y con lágrimas en sus ojos.

Chuuya se quitó el sombrero y lo colgó en su estante. Caminó hacia la cama y se sentó donde el niño yacía recostado.

— Fumiya. No vuelvas a acercarte al idiota de Dazai. Él no te quiere. Sólo quiere crear falsas ilusiones en tu mente inocente e infantil—. Respondió con seriedad. Se levantó de la cama y fue hacia una bolsa donde había realizado las compras.

— ¿Uh? ¿Qué es inocente, mami?—. Cuestionó curioso.

Eres muy pequeño para saberlo. Sólo, no confíes en Dazai. No creas en sus buenas intenciones porque son malas. No comas nada de lo que te dé, ni vayas donde él te invite—. Aconsejaba.

Sacó de la bolsa un perro de peluche, bastante suave y afelpado. Se acercó a Fumiya y acarició un lado de la cara del niño con el muñeco, haciéndole sentir la suavidad de éste.

— Si prometes que no caerás en las trampas de ese tipo, te regalaré a este peluche—. Acordaba. Fumiya quería tener al peluche cuanto antes.

— Lo prometo—. Dijo resignado. Chuuya le entregó el muñeco y se dejó caer sobre la cama. Se quitó los guantes y los lanzó al suelo. — Gracias—. Abrazó al peluche y sonreía.

No. Gracias a tí por no haberte parecido tanto a ese idiota y ser un buen niño.

♦♦♦

Algunos de los subordinados de Mori, tocaban las puertas de las habitaciones y entraban, avisando que el edificio de la Port Mafia se estaba incendiando por razones desconocidas. Mori sospechaba de una organización contraria llamada Demonius, cuyo jefe había enviado una carta amenazante sobre atacar a su organización, y ya lo estaba haciendo.

Todos bajaban a la primera planta lo más rápido posible. El incendio se expandía rápidamente. La mayoría de los subalternos, subordinados y ejecutivos principales de la Port Mafia se encontraban a salvo, subiendo a bordo de varios autos dónde se trasladarían a un lugar seguro.

Para su mala suerte, Fumiya perdió de vista a Chuuya y quedó en el mismo auto que Dazai, justo al lado de él. Se sentía incómodo por lo que el pelirrojo le había dicho, además de que ya tenía cierto miedo al castaño del vendaje.

— Mori-san, ¿A dónde iremos?—. Preguntó Dazai preocupado. Observaba desde la ventana del auto el edificio en llamas. Pensaba, si Fumiya estaba con él, seguramente Chuuya ya estaba calcinado ahí dentro.

El niño lloraba al mirar llamas en el edificio donde había estado desde su nacimiento. Su hogar. ¿A qué lugar llamaría casa ahora?

— Un viejo amigo nos dará acogimiento en su edificio. Con la condición de que no atendemos contra ellos. Fukuzawa-dono, ese espadachín nos dará un techo mientras conseguimos un lugar para asentarnos—. Explicó en respuesta. Dazai apenas podía escucharlo, pues los llantos de Fumiya lo distorsionaban todo.

— ¡¿Dónde quedó mami Chuuya?!—. Decía entre llantos, aferrándose al perrito de peluche y sintiendo su suavidad en su rostro.

— ¡¡Ya cállate, mocoso!!—. Gritó el castaño molesto. Arrebató el peluche a su hijo y amenazaba con lanzarlo por la ventana. 

— ¡¡No!! ¡¡Perrito no!! ¡¡Dámelo, papá!!—. Estiraba sus brazos para alcanzarlo, pero no lo lograba. Mori pidió frenar el auto.

— Dazai-kun. Tienes 22 años, ya no eres un niño. ¿Por qué no dejas de comportarte como uno y le entregas a tu hijo su juguete? Abrázalo, consuélalo, dile que todo estará bien y que volverá a ver a Nakahara Chuuya-kun. Eso es lo que hace un buen padre—. Aconsejaba el jefe de la Port Mafia.

— ¡Yo no quiero ser un padre para Fumiya-kun, Mori-san! ¡Odio a este niño!—. Entregó el peluche. Fumiya lo sostuvo y lo abrazó de inmediato, controlando su llanto y entrecerrando sus ojos.

— ¡Hazlo! Es una orden.

♦♦♦

Finalmente, llegaron al edificio de la Agencia Armada de Detectives, donde sólo Fukuzawa sabía del asentamiento temporal de la Port Mafia.

Tenían habitaciones suficientes para todos. Dazai fue obligado a llevarse a Fumiya a su habitación, mientras Chuuya aparecía por algún lado.

El niño dormía tranquilamente. No pudo soportar más tiempo sin dormir. Abrazaba su peluche y murmuraba "mamá Chuuya" mientras dormía.

"Este niño sí que es estúpido. Me quitó mi lugar en la única cama que estas habitaciones de cafetería tienen. ¿Qué se supone que haga ahora? Si lo tiro al suelo Mori-san podría venir a vigilarme...".
Pensaba fastidiado.

En ese momento...

— ¡¡Oye tú, no habrás lastimado de nuevo a Fumiya ¿O sí?!!—. Entró Chuuya a la habitación. Le pareció extraño que Dazai no tuviera al niño sobre el suelo o intentara molestarlo de alguna manera. — ¿Te sientes bien?

— Perfectamente. No te hagas ideas, Chuuya. Estoy obligado por Mori-san a dejar dormir a tu hijo. Pero ya que llegaste, llévatelo.

— ¡Lo haré!—. Se acercó a la cama, y tomó cuidadosamente al niño en brazos, poniendo sobre él el peluche.

— Pareces una buena madre, Chuuya. Me das lástima.

— ¡¡No soy buena madre, Dazai!! ¡¡Yo también odio a Fumiya!!—. Gritó. Fumiya despertó, mirando a Chuuya al instante, a pesar de su mirada borrosa.

— ¿Mami?

— Hola, bebé Fumiya—. Saludó con cariño. Dazai soltó la risa.





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