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Querido Evan:

Yo te comencé a ver

solo,

triste.

Ya no sonreías como antes.

Tus ojeras eran evidentes,

pero nadie las veía, 

salvo yo.

Nadie veía lo roto que estabas,

salvo yo.

Algo en mi interior me decía

que igualmente ya estabas

roto desde hace tiempo,

y eso me hacía sentir miserable.

Miserable por no poder hacer nada.

Y me preguntaba si algún día

tu dolor se desvanecería

y lograrías ser feliz,

como realmente lo merecías.

Liz.

Querido EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora