Advertencias: En este fic no existe Dan, porque por muy bueno que haya sido (y lo fue), ha apagado mi luz al final del túnel que corresponde a la unión del Sr. Sapo y la Sra. Babosa. LEMON.
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'Jiraiya escribe cosas. Sí, cosas extrañas y morbosas. Nadie lee esas cosas hasta que están en venta. Si el Sannin de pelo blanco descubriera a alguien leyendo sus historias antes de que estén editadas y publicadas, la cuerda de la vida de esa persona, probablemente se cortaría'
Estas eran las reflexiones de una voluptuosa rubia de ojos color miel, con cabello en punta peinado en una coleta alta, que se encontraba sentada en una cama.
Los Sannin estaban de misión, camino al País de la Tierra, pero una fuerte tormenta los había pillado por el camino y los había obligado a quedarse en la posada de un pequeño pueblo al oeste de Konoha.
La dulce viejecita que los atendió, solo disponía de una habitación vacante, por lo que el trío de ninjas tuvo que compartir el espacio.
Tsunade sabía perfectamente que si compartían el cuarto, había reglas implícitas que se respetaban, pero que no se habían mencionado jamás. Eran solo tres cosillas pequeñas, nada difícil de comprender.
- Regla número 1: Jamás, JAMÁS, bajo ningún concepto, Orochimaru y Jiraiya podían tocar el equipaje de la rubia y menos su ropa interior. (Esto iba más para el escritor pervertido)
- Regla número 2: Nadie debía molestar a Orochimaru mientras dormía, ni hablarle a menos que él se hubiera dirigido a ellos primero. Si se rompía dicha regla, todo el asunto derivaba en una escena muy desagradable que concluía con una persona dentro del estómago de una serpiente.
- Regla número 3: Estaba estrictamente PROHIBIDO, leer cualquier tipo de anotación que Jiraiya hiciera, refiérase a frases en el papel higiénico, servilletas a la hora de comer e incluso puertas o paredes (N/a: la imaginación viene en cualquier momento, hay que tener recursos a mano XD) A menos que el supuesto quebrantador de normas, supiera que el mensaje tenía que ver con una misión y no con posibles historias de temas no muy educativos para menores. El castigo era desconocido para el que osara incumplirlo.
Fácil, jodidamente fácil cumplir dichas normas. Nadie había pasado los límites y por eso, ese trío era tan eficiente. Lo único que alteraba la calma del grupo, eran los comentarios demasiado explícitos de Jiraiya, dirigidos a Tsunade. Todo se solucionaba con un puñetazo, cortesía de la rubia y un vuelo por los aires por parte del peliblanco.
Bueno, al menos eso era antes, porque si hablamos del presente... podríamos decir que una de las personas estaba a punto de traspasar el límite que imponen las reglas.
Curiosidad era una cosa que Tsunade siempre había tenido y jamás la había reprimido por nada ni nadie. Sentada en el lugar donde dormiría y con su mirada vagando por la habitación, sus ojos se posaron en una mesita cuadrada con un montón de pergaminos desparramados desordenadamente. Lo que le llamó la atención no fueron los muchos pergaminos ni el desorden (a eso ya estaba acostumbrada si venía de su compañero de misiones) sino los dibujos que estaban plasmados.
Había dos razones para haber caído en la tentación de verlos: una, Orochimaru y Jiraiya se encontraban cenando, contrario a ella que ya había finalizado hace un rato y dos, que los curiosos dibujillos esos, eran iguales a alguien parecida a ella. Ni se le pasó por la mente que pudiera SER ELLA. Se acercó a la mesa y tomó los pergaminos.