Centro de Atención (Felicia)

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-Espera, ¿un cangrejo? -preguntó Isabela después de que Romina terminara de relatar su historia. -Bueno, no importa. Volviendo al punto, ¿otro cadáver mutilado de esa manera? -cuestionó la chica.

-Lo que muchas personas podrían intuir es que se trata de un asesino en serie, pero ningún avión comercial y/o privado podría volar desde Quintana Roo hasta Illinois tan rápido. Es físicamente imposible. Mucho menos que haya podido pasar desapercibido tan fácilmente- comentó Dimitri. Parecía ser él quien tenía la voz de la razón. Aunque, era difícil hallarle un sentido a todo aquello.

-¿Alguno se ha puesto a pensar que esto podría tratarse de una broma? -comentó Isabela. Todos dirigieron su atención hacia ella con una expresión confusa.

-En realidad, eso nunca deja de ser una posibilidad. Pero no explicaría los cadáveres- respondió Dimitri con una voz sensata y fría.

-Pues, si alguien de los presentes tendría la capacidad y el valor para hacerlo, sin dudas serías tú, Silver- apuntó Felicia. De inmediato, la expresión en la cara de Isabela reflejó lo ofendida que se sentía por aquel comentario.

-¿Disculpa? ¿A qué hora te salieron los ovarios para ensuciarte las manos de esa manera, princesita? -respondió Isabela casi alzando la voz. Por fortuna, estaban en lados opuestos de la mesa, de lo contrario, ya se estarían arrancando el cabello.

-Oigan, pelear entre nosotros no nos ayudará a resolver esto- dijo Lucius tratando de mantenerlas a ambas en sus cávales.

-¿Sabes qué es peor que apresurarte para hacer algo, Pardigan? Que no tengas que apresurarte, pero, que no te dejen disfrutar de tu victoria- espetó Felicia. Rara vez encontraba alguien o algo que la hiciera enojar, pero aquello, era indignante para ella...


*Milán, Italia. Dos días antes de la reunión*

Ah, Milán. Felicia nunca se cansaba de la vista de la ciudad, el sabor de los vinos, pero sobre todo, de la belleza que proporcionaban las pasarelas italianas. Como era costumbre, cada año se celebraba un desfile de modas con los diseñadores más aclamados del mundo. Y como era lógico y obvio, Felicia figuraba entre los nombres más importantes. Durante casi diez años, había sido Poison Ivy quien lideraba dichas pasarelas. Alta costura, lencería, calzado, trajes de baño, no había rama que no estuviera dominada por la marca.

Al llegar al hotel Four Seasons donde se realizaría la pasarela, todo ya estaba preparado. Incluso el palco desde el que Felicia observaría su trabajo. Fue rápido a los vestidores para revisar que todo estuviese en orden.

-Ah, mademoiselle Diamant. Le alegrara saber que todo esta en perfecto orden. Estamos listos y divinos-comentó Antonio, uno de sus diseñadores. Un hombre algo afeminado pero con el mejor gusto de moda que había. Felicia miró a su alrededor y vio a las modelos, y por mejor gusto que tuviera, no tenía el mismo sentido tan agudo que tenía ella.

-Disculpa, querida. Si tú, la del vestido celeste. ¿En serio piensas salir así con ese peinado? Esto es Milán, no el circo. Ve a que te arreglen ese desastre capilar- vociferó Felicia como buena obsesiva que era. -Y tú, la del traje de baño color crema, ¿no tenían otra talla? Parece que ese bikini te queda como un vestido de playa. Ve a conseguir una talla adecuada. Y rápido-ordenó. Luego, tomó un profundo respiro y volvió a sonreír con naturalidad para luego retirarse.

Afuera del camerino, la estaba esperando un hombre al que Felicia reconocía vagamente, pero no había interactuado con él.

-Impresionante. Una sola orden y todos alineados como pequeños soldados. Su reputación no le hace justicia, mademosielle Diamant- comentó el hombre con alta adulación en su voz.

-Sí, me dicen eso muy seguido. ¿Y usted quién es? -cuestionó Felicia con arrogancia. El sujeto hizo una ligera reverencia y sonrió.

-Represento a Giorgio y Chiara Eposito. Y desean hacer un trato con usted- comentó el hombre. Detrás suyo, sacó un maletín y al abrirlo, había varios billetes de quinientos euros. -Mis jefes le ofrecen 30 millones de euros a cambio de que retire sus diseños de la pasarela y les ceda el puesto a Eposito Fashion- dijo el hombre con mucha seguridad. Felicia no pudo contener la carcajada.

-Por favor. 30 millones los genero tan sólo por estar aquí presente, querido -respondió ella entre risas mientras cerraba el maletín. -Dile a los tacaños de tus jefes que me busquen cuando aprendan a negociar. Ahora, si me disculpas, debo ir a ver como mis diseños arrasan en la pasarela de este año...por décima tercera vez- dijo para luego darse la vuelta como la diva que es.

Como era costumbre, Poison Ivy presentó los diseños más creativos, innovadores, vanguardistas, atrevidos, revolucionarios e impactantes. Todo había sido viento en popa. Tras la ronda de aplausos, Felicia se retiró de su palco para ir a felicitar a sus modelos.

-Gente, excelente trabajo. Todo salió a la perfección. Diviértanse en la gala- dijo Felicia y todos se emocionaron por la victoria y la inminente fiesta. Mientras se dirigía a la salida, fue detenida por dos rostros conocidos: el primero era el de un hombre un poco mayor, con su canosos cabello y bigote. La otra era una mujer un poco más joven, con el cabello negro corto. Felicia los identifico de inmediato: Giorgio y Chiara Eposito. -Ah, veo que por fin se dignaron a venir a verme en persona. Ya le dije a su pequeño esbirro que mejoren sus ofertas. De una profesional a otros. -comentó Felicia de manera arrogante pero sin perder la elegancia en su tono de voz.

-Esa arrogancia puede que te cueste caro, tarde o temprano, mademosielle Diamant- comentó Giorgio, pero su esposa evitó que siguiera hablando.

-Quizás el próximo año no tengas tanta suerte, Felicity -comentó Chiara tratando de sacarla de sus cabales.

-En primera, es Felicia. Y en segunda, si esto es una amenaza, quizá quieras reconsiderar tus palabras, querida- respondió Felicia clavando sus ojos en la dama. Antes de que ambas llegaran a un conflicto mayor, un grito intenso proveniente de los vestidores, atrajo la atención de ambas. Cuando Felicia se acercó a ver, atravesando el bullicio que se había formado, vio el cadáver de uno de los modelos abierto de lado a lado. La escena era grotesca, y ciertamente desconcertante.

Las autoridades llegaron de inmediato y comenzaron a investigar. Felicia dejó que sus abogados y agentes se encargaran. No tenía intensiones de lidiar ni con la policía ni con la prensa. Regresó a la suite del hotel en el que se quedaba y pidió que nadie la molestara. Abrió una botella de vino rosado. Se quitó los tacones, los aretes y se soltó el cabello. Ella estaba tranquila. No iba a dejar que un asesinato le arruinara la noche. Eso no sería apropiado de su parte. Cuando se acercó a donde estaba la cama, vio un sobre color salmón sobre su cama, con su nombre en él. Al ver hacia la ventana, vio a un gato negro, pero con muy claros ojos azules. Este le maulló antes de salir por la ventana. Felicia sin dudas estaba confundida, y a la vez intrigada...

A La Luz de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora