Imagen Pública (Lucius)

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Era tan clara. Lucius sentía la luz de la Luna llena empapándolo de ese brillo tan limpio y reconfortante. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces se había quedado horas frente a la ventana observando a la Luna. Esa noche, aun con las brillantes luces de los edificios en Mónaco, la Luna brillaba intensa como siempre.

-Nunca imaginé que estaría en la misma habitación, ni siquiera en la misma ciudad con ustedes- expresó una voz detrás de Lucius. De entre la sombra emergió un hombre con cabello negro y ojos verdes. Un traje azul marino sumamente elegante y con una expresión tan fría como el invierno. -Un placer inesperado, Sr. Pardigan- dijo el hombre con cortesía.

-Lo mismo digo, Dr. Saint- respondió Lucius ambos esbozaron leves sonrisas y regresaron al centro de la habitación donde había una mesa de ocho asientos totalmente vacía, iluminada por la luz de la luna que entraba por los cristales del techo. Dimitri Saint se acercó hacia uno de los costados de la mesa y suspiró.

-No sean tímidos- espetó Dimitri. Un par de segundos después de entre las sombras, emergieron seis figuras más. La primera era una dama de cabello cobrizo y ojos verdes. Su rostro era sumamente infantil, con pecas y rasgos muy suaves. Era pequeña y bastante delgada. Sus ropas eran de color marrón claro y verde esmeralda. Se posicionó a la izquierda de Lucius, que estaba en la cabecera de la mesa. Junto a la chica pelirroja, emergió su opuesto totalmente. Un hombre fornido y alto de tez morena y cabello castaño. Iba vestido con una camisa blanca arremangada y unos pantalones de mezclilla azules. A la derecha de él, apareció una chica delgada y hermosa de cabello rubio y ojos azules. Iba vestida con una sudadera azul marino y un pantalón de mezclilla negro.

Junto a Dimitri, emergió una hermosa mujer de cabello castaño hasta los hombros vestida con un hermoso vestido rojo escarlata y joyería impresionante en cuello y muñecas. A su izquierda, apareció un hombre de cabello castaño oscuro y ojos rojo carmesí. Iba vestido con un traje y guantes negros, a excepción de la llamativa corbata roja que llevaba. Por último, al opuesto de Lucius, apareció una chica con cabello y ojos tan negros como la sombra de la noche, vestida con ropas negras.

-Damas, caballeros, bienvenidos. Creo que ya todos sabemos por qué estamos aquí- comentó Lucius ante todos los presentes. Todos lo miraron con frialdad. Lucius sabía que todos estaban conscientes de la situación, sobre todo él mismo...


*Chicago, Illinois. Tres días antes de la reunión*

Lucius salió de ducharse y se arregló. Cepilló sus dientes, peinó su cabello perfectamente y se puso uno de sus muchos trajes grises junto con una corbata negra. Tenía que lucir lo más pulcro posible, pues tendría que ir a revisar algo desagradable: un asesinato. En una de las construcciones propiedad de Pardigan & Smith, habían encontrado un cadáver. Le había llegado la llamada a las cuatro de la madrugada y quería revisarlo él mismo antes de llamar a la policía. Tras conducir por un par de minutos, llegó al lugar de los hechos. Los guardias de seguridad había cubierto el cadáver con un plástico negro y lo había dejado en una esquina de la propiedad. Al llegar, Lucius se acercó al cadáver y cubrió su boca y nariz con un pañuelo. Al levantar el plástico, la imagen era grotesca. El hombre tenía múltiples arañazos en la cara y brazos. Su tórax estaba abierto de lado a lado. Tras ver el cuerpo y retener el vómito, llamó a la policía y le enseñó el cuerpo personalmente.

-Mierda, ya van tres esta semana- dijo el detective al ver el cuerpo del sujeto. Lucius lo volteó a ver con preocupación.

-¿Tres? ¿En la ciudad? -preguntó Lucius con algo de temor en su voz.

-No, aquí sólo ha habido un par de desapariciones. En todo el país han reportado casos similares. Misma causa de muerte y sin rastros de quién pudo haberlo hecho.- explicó el detective. Tras eso, tuvo que ir a las oficinas generales de la empresa. Como una empresa de categoría mundial, tenía que dejarlos bien parados. Tras que la noticia se hiciera pública, Pardigan & Smith llamaron a una rueda de prensa. Lucius no le tenía miedo al público, pero era difícil hacerle creer a los medios que la empresa no tenía nada que ver, aunque fueran inocentes.

-Damas y caballeros, sé que ha habido mucha controversia respecto a lo sucedido en la construcción, pero puedo decirles por seguro que Pardigan & Smith se ocupan de sus propios asuntos. Cooperaremos con la policía de Chicago hasta encontrar al responsable- explicó Lucius ante los reporteros. Algunos tomaban nota mientras que otros se limitaban a escuchar.

-Sr. Pardigan. Arthur Lane de Chicago Sun-Times: ¿Pardigan & Smith, al ser el buró de abogados más grande a nivel mundial, no le preocupa toda la atención negativa que esto pueda atraer? -preguntó uno de los reporteros. Lucius esbozó una sonrisa firme y respondió:

-Esto no hará más que confirmar que esta empresa está fundada sobre la honestidad y la rectitud- respondió Lucius con total seguridad

-Disculpe. Teresa Gray de Chicago Tribune: ¿Qué opina acerca de esos supuestos rumores de que su compañía es responsable de dicho homicidio y está colaborando con la policía para encubrir sus huellas?- preguntó la reportera. En ese momento, la articulada postura de Lucius se vino abajo. Casi de inmediato, los reporteros comenzaron a bombardear con preguntas sobre la credibilidad de la empresa y mil cosas más, Para evitar que usaran sus palabras como otra posible fuente de controversia, Lucius les pidió a todos silencio. Cuando finalmente se calmaron, habló:

-Pardigan & Smith es consiente de su estado en la investigación. No más preguntas- dijo Lucius antes de retirarse. Los reporteros intentaron seguirlo al interior del edificio pero los de seguridad lo impidieron. Lucius se sentía abrumado y derrotado. ¿Cómo algo tan sencillo como una rueda de prensa se le había ido de las manos?

Tras llegar al piso de su oficina, pidió a sus secretarios que no lo molestaran. Al entrar, vio que en el balcón que tenía había un ave parada en la barandilla. No era una paloma o algo parecido. Su plumaje era muy denso y brillante, además de que era demasiado grande para ser una simple paloma. Al acercarse un poco más, pudo ver que el ave era un águila. Tras soltar un leve chillido el ave emprendió el vuelo y se alejó del edificio. Lucius ya estaba suficientemente agobiado, y ahora, confundido por lo que acababa de pasar. Lucius suspiró y se acercó a su escritorio con una sensación de derrota. Al estar frente a este, notó que había algo sobre el escritorio que no estaba antes: una carta. El sobre era blanco con un diseño dorado en los bordes. Venía escrito su nombre, pero estaba escrito con una caligrafía tan perfecta que parecía una impresión. Al abrir la carta y leerla, Lucius pasó de sentirse confundido y derrotado a completamente alterado. Lo que había leído, relataba un secreto que él había escondido durante milenios. No se lo había dicho a nadie en todos los años que vagó por la Tierra, pero esa carta, revelaba su secreto de manera tan abierta y directa que parecía mentira. Pero Lucius lo sabía. Era más real que nunca.

A La Luz de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora