Parte 5

231 18 5
                                    


Gaara 5

—¿Qué yo qué? —me pregunta Matsuri, bastante sorprendida, incluso a mí me sorprende pedirle esto, pero es algo muy necesario, estamos contra reloj, estamos siendo acechados y no puedo darme el lujo de no avanzar en mi entrenamiento.

—Matsuri, tengo que aprender a usar chakra... como tú, y, pronto —le insisto, ella luce un poco confundida y contrariada.

—Gaara, yo no... yo no sé realmente cómo lo hago —me explica.

—Pero lo haces —prácticamente le estoy suplicando—. Si no aprendo pronto, estaremos en problemas... Matsuri.

De verdad estoy desesperado, no sólo por aprender a controlar mi chakra, sino también, porque creo que si pasamos tiempo juntos, si entrenamos como solíamos hacerlo, tal vez Matsuri por fin me recuerde.

—Bien —dice al fin—, lo intentaré.

Sonrío aliviado y Matsuri se suelta de mi agarre, se ve que está enojada.

—Pero debes dejar de hacer esto, no soy una muñeca que puedes llevarte a donde quieras, ¿entendiste, Gaara?

La observo confuso cuando me dice eso, lo cierto es que ni siquiera me había dado cuenta de lo que hago, estoy acostumbrado a que Matsuri siempre acatara todo lo que yo ordenaba, se me olvida que en estos tiempos, las cosas son muy distintas.

—Lo siento, tienes razón —sonrío débilmente.

Ella asiente con la cabeza, parece muy confiada ahora; admito que me gusta verla actuar así.

—¿Y? —pregunto entonces, un poco avergonzado, es difícil para mí ser el que depende de alguien más—. ¿Cuándo comenzamos?

Ella me sonríe, aunque puedo ver una extraña intención en su mirar, intento no darle importancia y sólo escucho su respuesta.

—Hoy, a media noche.

Pero me agarra con la guardia baja.

—¿A media... qué? —cuestiono, ligeramente desconcertado—. ¿Por qué a media noche?

Matsuri se encoge de hombros.

—El Quinto Kazekage tenía una conexión extraña con la Luna, ¿no? Quizá te ayude.

Lo que dice es verdad, pero me sorprende que ella lo sepa, ¿no se supone que no recuerda nada?

—¿Cómo lo sabes?

Entonces veo que saca un libro de su mochila, parece viejo y un poco gastado, tiene tapa dura y, en la portada, hay un símbolo que me resulta tremendamente familiar: el símbolo de Konoha.

—Estuve haciendo investigación —dice Matsuri con orgullo, mientras yo estiro mi mano para alcanzar el libro, pero ella lo aparta de mí con la expresión de una niña que no quiere compartir su preciado juguete—. No, no, es mío. Son mis secretos.

No puedo evitar sonreír.

—Bien. A media noche entonces —le digo, aún sonriendo quedamente—. Dame tu número, por si algo sucede —añado, observándola sonreír; me encanta esa sonrisa, es una de las cosas más hermosas que alguna vez pude ver.

Después de que intercambiamos números, nos despedimos. Tengo que volver al colegio y pensar cómo voy a escaparme. Por suerte, mis compañeros de cuarto se duermen temprano, así que me toca esperar -más o menos- hasta las once de la noche. Me visto con ropa cómoda, un pantalón deportivo y una sudadera, además de un par de tenis. Me escabullo sigilosamente por la puerta del cuarto y lo mismo con el corredor; nadie puede verme.

Relojes de Arena (Gaara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora