Capitulo 9

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Por fin después de tantos momentos agridulces, mis hijos y mi mujer pudieron disfrutar un momento lleno de alegría y felicidad. Las sonrisas de Teddy junto a la complicidad de su madre son únicas. Pasamos todo el día en la playa, quizás era el ambiente o la tranquilidad pero nadie quería abandonarla. La brisa nocturna nos obligó a volver a la casa. Mientras Ana se encargaba de Dasha, yo hice lo mismo con Teddy, antes de poder hacer algo más, ya se había quedado dormido en el sofá de la que será su habitación durante los días que estaremos aquí. Ordené que todo fue insonoro. Mi hijo debe continuar con las comodidades que tiene en casa. Al volver a nuestra habitación, busco con desespero a mi mujer, necesito estar con ella, llenarla de amor, de pasión, escucho canciones de cuna al otro extremo de la habitación, eso significa que mi pequeña ya está durmiendo.

Ana sale del baño con una exquisita lencería negra con transparencias. Resurge esa corriente eléctrica que solo ella es capaz de provocar en mi. Me siento como un león enjaulado, quiero poseer la quiero hacerle olvidar de todo lo que hemos vivido últimamente. La necesito, ella es y siempre será la mujer de mi vida.

Estamos frente a frente, como dos ejércitos dispuestos para la batalla. Ambos nos abrazamos y vemos como solo dos amantes pueden hacerlo antes de disolverse en uno solo, con las emociones a flor de piel. Sostengo sus finas mejillas entre mis gruesas manos. Me  cuenta de lo pequeño y delicado que parece su rostro ahora, comienzo acariciarlo con mis dedos. Recorro con el pulgar sus labios entreabiertos y lo introdujo en su boca. Ella cierra los ojos y lo relame  con un erotismo irresistible. Entonces nuestros labios comienzan a fundirse  en un beso apasionado. Nuestras lenguas se entrelazan, ardientes, untuosas. Ana nota la presión creciente en mi miembro, comienza a contonearse para sentirlo más de cerca. Sé lo que pide y necesita con esa acción, ella al igual que yo, lo anhelamos  con todo nuestro ser. Al fin y al cabo, no hay nada más sexual que mi  mujer después de los preliminares de rigor, desatando su auténtica naturaleza, liberandose de las máscaras de las artificiales normas de moralidad y decoro.

Me quito la camisa y la tiró al suelo. Después me colocó a sus espaldas y le desabrochó el sostén, dejando al aire sus firmes pechos, comienzo a manosearlos hasta que los  pezones se ponen duros al tacto. Ataco su cuello y el lóbulo de la oreja. Los lamo y mordisqueo jugando con ellos, mientras aprieto mi miembro contra sus  nalgas .  Siento un escalofrío electrizante recorrer la columna vertebral. Su vello se eriza. Poco a poco, nuestra respiraciones comienzan a sincronizarse. Varios suspiros se le escapan cuando  comienzo a recorrer su cuerpo con la pericia con la que el alfarero trabaja una bella pieza de porcelana en el torno para darle forma. Coloco  mi diestra debajo de su ombligo y comienzo a  deslizarme por su vientre hasta llegar a su vagina. Ella se aparta un poco y observamos  pantalones se muerde  el labio inferior, poseída de deseo. Me acaricia  por encima de la ropa y yo hago lo mismo mientras nuestros labios y lenguas vuelven a encontrarse. Entretanto, Ana busca la correa de mi cinturón, la desabrocha rápidamente. Mis pantalones caen al suelo y los aparto con desdén. Son un estorbo. Mis bóxers parecen a punto de estallar. Los baja y mi miembro salta hacia  adelante como un resorte. Ana me empuja hacia la cama y me obliga a sentarse. Se arrodilla ante mí, agarra mi miembro con sus suaves y blancas manos, comienza  a masturbarlo.  Envuelta en deseo y pasión lo llevaba a su boca y una implacable danza comienza de arriba abajo y de abajo a arriba con su lengua. Por momentos me observa con esa mirada  pícara que provoca y enardecer mi lívido. Chupa mi glande, lo recorre en círculos, lo besa, lo vuelve a introducir en su en su boca... Gemidos se escapan de mi boca mientras toco sus  cabellos. Antes de perder el control la cojo  en brazos y la tumbó sobre la cama, poniéndome a su lado y arrancándole de un tirón la ropa interior. Empiezo a rozarle las nalgas, el talle y los pechos. Luego desciendo hasta sus muslos y vuelvo a ascender hacia el triángulo de su pubis. Ana comienza a pedirme que la haga suya y en un acto de desespero, abre sus piernas facilitar mi labor. Masajeo los pétalos de su rosa, que se abrió  de par en par para recibir mi dedo medio, lo entierro de forma traviesa  en su vagina la cual está húmeda y dispuesta. Luego le sigue el anular y, poco a poco, subo la intensidad de mi masaje. Puedo oír perfectamente el sonido de su excitación, semejante al chapoteo en un charco.

Ana frota  mi miembro y yo trabajo en sus senos con mi lengua. Recorro  sus aréolas y labios vaginales. Eso me encanta. Subo el ritmo hasta que Ana empieza  a arquearse de forma compulsiva y me agarra del brazo con el que la estoy asaltando, corriéndose entre convulsiones.

Extraigo mis  dedos de su vagina y los huelo antes de chuparlos. Mmm, huele a extasis de mi mujer en todo su esplendor ... Adoro este olor – le digo. Me sitúo encima de ella y sme dedico a restregar mi sexo, potente y vigoroso, en su entrepierna, moviéndolo como un pincel.
—¡Déjate ya de estúpidos jueguecitos y fóllame de una puta vez! – grita mi impaciente esposa.
He conseguido exactamente lo que quiero sacarla de nuestra zona de confort y  monotonía, al grado de llevarla hasta el desespero. A veces hacerse de rogar resultaba divertido. No obstante, debo cumplir la  orden tan placentera que ha exigido.
Deslizo mi pene muy despacio en su sedosa, caliente y mojada vagina, ganando terreno centímetro a centímetro, hasta que me pierdo por completo en su vagina. Experimentando diversos ritmos e intensidades, nuestros latidos empezaron a acelerarse. La respiración de ambos se acompasó. Jadeos y gemidos de placer componían aquella maravillosa melodía. Nuestros sentidos, embriagados, flotaban en una nube ajenos a todo lo demás, en un nirvana redentor. Parecía como si el universo entero hubiese desaparecido. Conceptos como "tu" o "yo" perdieron su significado. Solo existía el aquí y ahora, el "nosotros".

No paro de besarla, me gusta sentirme dueño de todas sus cavidades. Ana me abraza con las piernas y me araña la espalda con sus uñas,hasta el punto de hacerme sangrar. Levanto sus pantorrillas y la penetro con mayor ímpetu y profundidad, intentando no desperdiciar ni un solo milímetro. Ana me indica entre gemidos y gritos de placer lo que quiere "Más rápido", "más lento", "más hondo", "tócame aquí". Lo que más me excita es ver a mi mujer disfrutar enloquecida,hasta el punto de  desbocar. Y llegado a este punto, mis embestidas fueron más brutales, logrando arrancarle un orgasmo tras otro.

Ana esta completamente agotada. Me siento de igual forma pero son casi las 4 de la mañana y mi niña se ha despertado. Busco un pantalón de chándal y me lo coloco. Dasha está impaciente, sería muy injusto de mi parte  despertar a Ana. Recuerdo lo que Ana me ha dicho respecto a esta situación. Quien lo diría que yo Christian Grey el puto amo de los negocios, se siente perdido en cuestiones de bebés y pañales. Respiro hondo, aclaro mis ideas mientras tomo entre mis brazos a mi hija. Comienzo de hablarle y eso parece calmarla un poco. La coloco delicadamente en el cambiador, mientras mis manos buscan lo necesario. Una vez cambiada y limpia la acerco a su mami y como puedo la acerco para que se alimente. Debo observarla detenidamente para evitar algún accidente mientras se alimenta. Ana la siente al instante y se despierta para colocarse forma correcta. Envidio ese vínculo tan único que comparten.

Como buen esposo le digo a mi mujer que duerma, yo me encargaré de Dasha. Ella solo asiente mientras me dice que me ama. Arrullo a mi nena hasta que se duerme en mis brazos. La coloco de regreso en su cuna. Enciendo el monitor y dejo la puerta entre abierta.  En este momento me siento el hombre más afortunado del mundo. Y prometo que nada Ni nadie causará dolor alguno en mi familia nuevamente.

CICATRICES DEL ALMA 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora