Capítulo XI: Nubes naranjas y un temor insoportable.

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Dedicado para @GibMirKraft , una fiel seguidora y mente de la creación de la simplicación "MKC"
Personas como ella, me han motivado a seguir en el mundo de la escritura que recién estoy comenzando. ¡Muchas gracias fiel seguidora!

J.K.G

Meledith se baja del autobús público en la plaza, corazón de la gran Ciudad Jardín. Suspira y mira el cielo, estaba despejado y lentamente se oscurecía, sus nubes anaranjadas se mueven lentamente en el techo infinito. Le provoca una sensación que se siente aliviada, con vida, y con su intimidad nuevamente en resguardo.

— Me encanta las nubes naranjas...— expreso en pequeños susurros, parada en medio de la plaza mientras la gente pasaba a su lado.

Se queda unos minutos mirando con la cabeza en alto, respirando profundamente, cerrando los ojos por unos momentos y oliendo el aroma de los altos árboles verdes y dominantes que cubre buena parte de la visión del cielo.
Confundida estaba, no sabía que pensar. En ese momento todo le parecía tranquilo y bello, nunca había disfrutado tanto al respirar. Al cabo de unos momentos se da cuenta de un detalle que no había captado, los ojos cubrían una manta cristalina que estaba empapando tiernamente sus mejillas mientras miraba el cielo. Se limpia con las mangas de su chaleco de tela delgada las mejillas y parte de los ojos, luego temió que el alineado de los ojos se corriera. Avergonzada comienza a correr entre los árboles y el camino de cerámica de color claro con los típicos detalles de cuidad.
Mientras corría, mas se limpiaba la cara con las mangas o con las manos, sentía su sonrojes caliente en la frente y mejillas. El cabello que le tapaba parte de la cara se lo mueve a un lado dejando la cara completamente despejada, dejando a exposición sus dos ojos de color verdes vivos y sus pecas salpicadas. Su belleza de adolecente era deseable por cualquier chica, como decía su madre:

Meledith es la juventud en vida.

Entra en velocidad al túnel que era reconocido porque lleva a la calle con más tiendas comerciales, la Avenida Valparaíso, para los jóvenes y gran parte de los ciudadanos, la calle Valpo.
Mucha variedad para solo una avenida tan larga. Y por supuesto, el túnel también era comercial pero de tiendas de menor tamaño que vendían relojes, tecnología para teléfonos y una juguetería que usa el tamaño equivalente a cuatro tiendas del túnel y la entrada con estilo ochentero para el edificio que cubría el túnel. Para Meledith, estar corriendo y darse cuenta que nada ha cambiado en su entorno, las tiendas siguen siendo las mismas. Ella ha cambiado desde aquella noche.

Cruza los semáforos de una carrera, de suerte que estaban en verde. No quería que nadie la viera con su cara a media empapar de las lagrimas.

Llega agitada a la calle donde hace una noche comenzó a sospechar de algo, una presencia desagradable. Era la calle que estaba a oscuras con su alrededor decadente y altos edificios antiguos y abandonados por un terremoto que hubo hace mucho años atrás. Con la vaga luz del día parecía que era una calle común y corriente.
Sus pensamientos se volvieron turbios, respiraba rápido y su cuerpo le pesaba, se había cansado.

Al recordar el cómo comenzó su experiencia que ni ella se lo desea a nadie, comienza a quedarse quieta. Presentía esa presencia del hombre que la había toqueteado en su cuerpo, el roce de los torpes dedos en su piel.
Lleva sus manos a su cabeza, mirando el piso de cerámica sucia, con negros chicles pegados y las lágrimas comienzan a ser graves, ya no sentía aquella sensación agradable como el de la plaza. Le da temor levantar nuevamente la cabeza, quería ver sus nubes naranjas pero solo se imaginaba la oscuridad y las luces de alumbrado público. No podía soportarlo, el dolor de cabeza parecía dominarle además de la cabeza, el cuerpo completo, sintiendo sus brazos y piernas débiles.
Se queja y dobla sus piernas, deja caer sus rodillas al piso con su mirada agachada.

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