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Al salir de la escuela, terminé con un huevo crudo en la cabeza y echando llamas por los poros. Cuando llegué a mi auto, comenzé a golpear el asiento, imaginándose que eran todos ellos.

Al rato llegaron mis dos amigas, igual de enojadas que yo. No golpearon nada, opuesto a mí, pero se les veía que querían matar a esos cobardes. Kia traía encima harina, y Rizz agua - luego me enojaría con ella con mojar mi auto, ahora no era el momento. -

-- ¿Cuánto más, Tea? -- recriminó Rizz. -- ¡¿Cuánto más vamos a aguantar ésta mierda?! -- gritó.

-- Seis meses. -- murmuré. Yo también estaba enfadada, ella no era la única.

-- ¡¿Qué!? -- despertó Kia. -- ¡¿Seis meses!? ¡En dos yo los mato! -- exclamó.

-- Lo sé, chicas, siento lo mismo, pero ya saben las consecuencias si no hacemos ésto. -- me toqué las sienes. Empezaban a doler. -- Hay que aguantar, por el bien de todas y porque podamos seguir con ésto.

Ví por el espejo retrovisor que asintieron, asique arranqué el auto. Fuimos hasta casa con el silencio culminando el auto. Cada una estaba en sus pensamientos.

Al bajar y al entrar a casa, fue todo igual; un silencio, hasta que nuestro chef ordenó a sus ayudantes - sus hijos - que pongan la mesa para que podamos comer. Nos miramos y cada una se fue a su habitación a bañarse. Olíamos fatal.

A la hora de la comida, rompió el silencio nuestro "manager" por así decirlo, y nos dijo que ya era hora de irnos.

Las tres, ésta vez, teníamos que ir a la empresa a repartir la plata correspondiente a nuestros alumnos. Cada una, por opinión de cada una, se fue en su respectivo auto a su respectiva empresa.

A mí me tocó la de la calle dieciséis. Iba con quince mil dólares arriba. Diez para Martssio y cinco para mí. Uno nunca sabe lo que puedes ver y desear.

[...]

Al llegar, pude ver cómo un hombre salía corriendo hacia dentro del bar y la gente apuraba el trabajo. Las personas dentro - el bar era a toda hora - veían entre curiosas y divertidas a mis empleados que estaban corriendo de un lado a otro. Estacioné, y esperé dos minutos dentro del auto, dándoles tiempo para que se acomodaran. Vamos, no soy tan mala persona.

Salí del auto cuando me aburrí de estar ahí. Cerré el ya dicho con el mando a distancia y me adentré al lugar. Me acerqué a la barra. El barman me dió un vaso con alguna especialidad que habían puesto a la venta, por recomendación de Kia. Me explicaron que era una especie de mezcla no tan fuerte que podías tomar a mitad del día, y a menos que te tomes cuatro vasos de ésto, no llegabas a emborracharte.

Letal - SIN EDICIÓN -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora