Solo una noche.

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Solo una noche. 

(XiCheng).

A las 3 pm en punto, el salón de Economía se vació a la velocidad de la luz. Los alumnos se movieron con tanta prisa que chocaban unos con otros al llegar a la puerta, desesperados por atravesar aquel marco y alejarse tanto como pudiesen de aquella infernal aula y su muy asfixiante profesor de casi setenta años de edad que, lejos de lo que todos pensaban, consideraba la jubilación como algo inexistente.

Jiang Cheng suspiró en su asiento.

Con ojos casi somnolientos, observó el pandemonio que se lideraba en la puerta del salón por varios minutos en completo silencio antes de colocarse de pie, tomar su bolso y encaminarse hacia la salida trasera, por donde salió tan campante y tranquilo como su profesor, cuyos pasos de tortuga le hicieron perderlo de vista a los pocos segundos.

—Idiotas —masculló para sus adentros al echar una mirada en dirección a la entrada principal, en donde sus compañeros seguían luchando por salir todos juntos.

¿Por qué nunca recordaban que existía una puerta trasera? ¿Por qué siempre tenía que estar rodeado de gente estúpida?

Como si aquel último pensamiento hubiera sido una invocación, su móvil sonó y, al sacarlo, vio el nombre de su hermano brillando en la pantalla.

—Hablando de idiotas...

—¡A-Cheng! —La voz de Wei WuXian vibró con tal fuerza en su oído que Jiang Cheng apartó el móvil a un lado con un siseo molesto.

—¿Qué demonios? ¿Acaso te crees que soy la abuela? ¿Por qué demonios me gritas, imbécil?

Al otro lado de la línea, Wei WuXian chasqueó la lengua.

—Siempre tan alegre y cálido, ChengCheng. Ya extrañaba tu amor bruto.

—¿Quieres de mi amor bruto? Ven aquí y déjame patearte el trasero con todo mi amor bruto.

Wei WuXian se rió.

—Ese es mi hermanito lindo, precioso y amoroso que tanto amo.

Los pasos de Jiang Cheng se detuvieron de golpe. Pudo sentir las miradas curiosas de los estudiantes a su alrededor ante tal movimiento brusco, pero hizo caso omiso de ellas con simpleza. La mayoría de las personas que lo rodeaban eran de primera año como él y su estupidez había llegado al límite de que Jiang Cheng prefería ignorar su presencia.

—¿Ahora qué pendejada quieres que haga por ti? ¿O a qué comisaría debo ir a buscarte? ¿Hay fianza? ¿Cuales son los cargos? No, espera. ¿De cuánto dinero estamos hablando exactamente?

—Ja, ja —resopló su hermano al otro lado de la línea—. Muy gracioso, Jiang Cheng. Casi me cago de la risa.

—No me culpes por prepararme para cualquier cosa después de haber salvado tu agujerado trasero mil veces.

—Púdrete, idiota. Además, ¿quién dice que te llamo porque necesito algo de ti?

Jiang Cheng sonrió con sorna. No supo si fue su imaginación o no, pero le pareció advertir que, en el momento en que sus labios se estiraban, miles de ojos femeninos se posaban sobre su rostro.

Frunciendo el ceño en molestia, se apresuró a salir del edificio y dejar atrás aquellas inquisitivas miradas que le habían causado escalofríos.

—¿Desde cuando me llamas a esta hora para no pedirme algo? Si mal no recuerdo, esta es la hora de tu primer sueño, apenas.

—Sabes que la vida de tu pobre hermano ya no es así —se quejó Wei WuXian con un suspiro prolongado—. Durmiendo en la misma cama con Lan Zhan, es imposible tener mis adoradas catorce horas de sueño.

Solo una noche. (XiCheng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora