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—¡Oye, tú, chico!— grita Bash, antes de que pueda detenerlo.

—¡Bash!— chillo, cuando el chico de cabello negro levanta la vista y nos avisa que vendrá cuando termine. —¿Por qué hiciste eso?

—¿Cuántas veces tendré la oportunidad de un chico blanco puliendo mis zapatos? —golpee su hombro.

—¡No le pidas eso! —Bash se carcajeó y se encogió de hombros.

—¿Por qué no? Es su trabajo.— literalmente le gruñí y por el rabillo del ojo vi al chico acercándose. Cuando llegó a nuestra mesa Bash me miró expectante, como si esperara a ver si realmente lo dejaría pedirle que lustre sus zapatos. —Bien, chico...

—Aleixandre Malfoy.— me presenté, extendiéndole mi mano. El ruloso estrechó mi mano mirándome a los ojos, y un escalofrío me recorrió la columna.

—Gilbert Blythe, es un placer.—dijo, y seguimos estrechando nuestras manos por un tiempo que definitivamente se hizo demasiado largo.

—¡Yo soy Bash! Mucho gusto.— interrumpió, el chico me soltó la mano sonrojado y, ese fue el comienzo de la historia.

Tres meses después.

—¡Aleix!— me gritó Gilbert desde donde me daba la espalda, poniéndose su camiseta. Aparté la mirada de su trasero y omití un "¿uhmm?" en respuesta. —Siempre que te hablo, te pierdes.

—No es mi culpa, me distrae tu belleza.— respondo, Gilbert se ríe a carcajadas pensando que estoy bromeando y ruedo los ojos tan fuerte que me duelen.

—Si, claro. ¿Estás listos para subir ya? Bash dijo...

—Si. Lo sé. Que vamos al bar, que hay muchas mujeres, yuju, mujeres.— celebré falsamente, poniéndome de pie de un salto y aprovechándome de que estaba distraído, tomé su mano para que camináramos hacia las escaleras.

—¡Oye! Aún no me peino.

—¿Acaso quieres estar guapo para las señoras?— me río, y Gilbert se sonroja.

Claro, menciono a una mujer y se sonroja, pero si yo le digo que está para comérselo, se ríe. Suelto su mano como si me quemara y si se da cuenta, no dice nada. Cuando ya estamos en tierra firme, camino arrastrando mis pies hasta el dichoso bar.

Sentado en una banqueta, rodeado de muchísimos hombres y viendo a las mujeres que caminan por todo el bar en ropa sugerente, tomo de mi trago con la mirada perdida en el techo. No entiendo lo interesante de estar aquí y no le veo el atractivo a esto, las mujeres me repugnan y por lo tanto, preferiría hasta limpiar las letrinas en lugar de estar aquí.

Igual no es que sea muy normal que como hombre esté pensando cosas así.

¿Por qué no puedo simplemente ser normal?

Suspiro y mis ojos se extienden a todos los que me rodean. Me gustaría estar en Francia, retroceder el tiempo a cuando solo era un niño y todo estaba bien. Siempre he sabido que no soy "normal", pero hasta que no se me ocurrió pensar que mis padres me aceptarían, mi vida era casi perfecta. Casi.

—Aleix.— me susurró Gilbert, picándome ligeramente con su dedo. Le presté toda mi atención, tomando su mano por debajo de la mesa. —¿Podemos irnos?

—Dios, si. Estaba esperando que me preguntaras eso.— nos ponemos de pie rodeando la mesa y sin despedirnos de nadie, salimos. El conocido aire salado me golpea en la cara al abrir la puerta del bar de mala muerte, y caminamos sin rumbo por minutos, en silencio y bajo la luz de la luna.

—¿Estás bien? Me di cuenta de que no te la estabas pasando bien, por eso te propuse irnos.

—¿Es decir que tú si?— se encoge de hombros y sonríe, mirando al frente.

—Pues si. Pero no tanto como ellos, supongo que no le veo lo emocionante. Al ver a esas señoras, no puedo evitar pensar en qué será de sus vidas para terminar ahí. ¿Y tú?— lo miro con ternura y envuelvo mi mano en su hombro, abrazándolo de lado mientras seguimos caminando.

—Prefiero estar aquí caminando contigo, guapo.— le guiño un ojo y como es de esperarse, se ríe de mi "broma".

Me gustaría que me tomaras en serio. ¿Es enserio tan ridículo que me puedas gustar tú?

Suspiro, y suelto su hombro. Mi corazón duele por lo que se sintió como un rechazo, y tomo su muñeca para arrastrarlo a un pequeño bar cuando lo veo cerca. Gilbert se deja llevar por mi y entramos, me siento en una de las sillas altas y no tardo en pedir que me pase toda la botella de ron y dos vasos.

—No tienes que beber conmigo si no quieres, pero yo necesito un trago. Varios, muchos.

—Bueno, comencemos.— dice, sentándose a mi lado. Chocamos nuestros vasos y comenzamos a beber.

A mi ritmo, consigo terminarme tres bebidas en el tiempo que le toma a él tomarse una. Sus ojos me miran impresionados mientras me bebo prácticamente la botella, y no paro hasta que ya ni una gota cae de ella.

—¿Sabes qué, Gilbert? No sé lo que le ven a esas mujeres de todos modos. J'ai été à plusieurs, ils n'ont rien de spécial.— digo, soltando uno que otro hipo mientras el me mira burlón, ahora sentados en una banqueta del muelle.

—No entiendo cuando hablas francés, pero si sé que son calientes.— se ríe, su rostro sonrojado por el alcohol. Como si estuviera tratando de demostrar su punto, sus manos van a su pecho y hace un gesto como si tuviera algo ahí que apretar.

—¡No! Solo son lindas, no son calientes, tú eres caliente. Y he dicho que he estado con varias, ¡pero no son nada especial! — aseguro, haciendo muecas con mis manos y hablando demasiado alto. Gilbert se ríe pero asiente torpemente, con los ojos cerrados.

—Sip.— explota la "P". —Lo soy, siempre me lo dices. No sabía que te gustaban las mujeres, pensé que estabas totalmente vol—volteado.

—Lo estoy, nunca fue por voluntad propia.— susurro, él no me entiende e inclina su cabeza levemente hacia la izquierda.

Camino hasta el y subo ambas piernas hasta sentarme en su regazo, él chilla y casi me caigo de espaldas llevándolo conmigo pero me sostiene de la espalda, mis brazos entrelazándose detrás de su cuello. Gilbert me mira desde abajo y muerde su labio.

—¿Vez? Eres caliente, yo soy caliente, hasta Bash es caliente. Pero esas mujeres, ellas... ellas son aburridas. Manipuladoras, no tienen corazón.

Gilbert me mira ladeando su cabeza como si no me entendiera, gruño y tomo sus mejillas, junto nuestras frentes y lo obligo a asentir conmigo. Lo hace por unos segundos pero luego sujeta mis mejillas también, y comienza a negar.

—Ellas son calientes.— asegura, y yo niego otra vez pero el vuelve a sentir. —Ellas son calientes, Bash es caliente, yo soy caliente y también eres caliente.

—¡Awwww! ¿Crees que soy caliente?— él asiente pero hace un puchero.

—Pero no te lo digas o me dará vergüenza.

—Juro que no me lo diré.— aseguro, aprovecho que tengo sus mejillas entre mis manos y me acerco dispuesto a juntar nuestros labios por fin.

Cuando nuestras bocas chocan, torpes e impacientes, hay más dientes chocando que alcohol en nuestros cuerpos y eso es mucho decir. Siento un intenso suspiro temblar en su garganta y justo Blythe está mordiendo mi labio inferior, un agudo chillido nos asusta y se sobresalta, mordiéndome tan fuerte que siento mi labio romperse.

—¡Por todos los santos! ¿Qué hacen?— chilla Bash, con voz aguda. Gilbert se ríe y por alguna razón, yo también.— Tienen suerte de que salí solo a mear y de que no están todos esos hombres aquí.

—Te odio. Mañana ya no va a querer besarme.— me quejo, bajándome de su regazo. Gilbert se ríe más fuerte como dándome la razón y antes de que pueda procesarlo Bash tiene las orejas de ambos en sus manos x

—No me importa si se dan hasta por las orejas pero, ¡no en público!— gruñe, y sin saber por qué, nos volvemos a reír.

N/A

Muajajaja me encanta este capitulo, me encanta esta historia, me encanta todo tmr

Sigan leyendo que es maratón ah. El próximo estará aquí pronto.

Pride - Gilbert Blythe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora