Capitulo 8. En la guarida del leon.

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Varias horas después, mientras los hermanos Ibanovich duermen plácidamente en sus respectivas habitaciones, un par de ojitos se abren lentamente con la sola intención de saber si no hay nadie a su alrededor.

Esos mismos ojos curiosos recorren toda la habitación en un rápido movimiento, y al asegurarse de que; efectivamente está solo en la habitación, es que sienta lentamente sobre la cama.

Su espalda ya no duele como la noche anterior, pudo darse cuenta al sentarse sin ningún inconveniente en la zona. Aunque, el dolor no desapareció de todo, seguía ligeramente adolorido, como una incomodidad, difícil de pasar desapercibida.

Aun así, la incomodidad física no se compara a la incomodidad que siente al estar en esa habitación. La amabilidad que recibe tiene un costo, lo sabe muy bien, nadie en la vida se lo lleva un Penthouse extremadamente lujoso solo para cuidarlo y dejarlo dormir por qué sí.

Y su evidente nerviosismo es impulsado aún más, al darse cuenta de que en el lugar donde está, no solo es un lugar lujoso. Es lo que le sigue de lujoso y más.

135W52 es el departamento más exclusivo de todo New York. Justo donde convergen Broadway, la Quinta Avenida y el famoso Central Park. El 135W52. Un innovador, lujoso y extraordinario rascacielos dónde no cualquiera puede vivir.

Kyle lo sabe. Él había pedido vivir en ese departamento como regalo de cumpleaños, él lo quería, lo anhelaba, de hecho, lo exigía. Pero la solicitud para comprar tal departamento fue denegada en más de ocho ocasiones. Kyle tenía el dinero, pero el dueño simplemente se negaba a ceder tal posesión.

¿Qué pequeño es el mundo no? Sin siquiera saberlo, Kyle se encontró cara a cara con el dueño de su tan anhelado departamento, y resultó ser un auténtico bastardo hijo de perra.

Además, también, sin darse cuenta, había dormido en una de las habitaciones del Triplex y estaba viendo la magnífica vista matutina que solo el rascacielos de cuarenta y siete pisos puede ofrecerle.

Y, sin duda, es maravillosa...
Es como se la había imaginado, y mejor.
Mil veces mejor.

Aun así, la magnificencia de dicha vista solo es opacada por el terrible recuerdo de que está en la guarida de la bestia. Está encerrado con un león hambriento y feroz.

No lo pensó demasiado, se arrastró hasta el final de la cama con un poco de dificultad, bajo sus delgados y blanquecinos pies y tocó el piso con las plantas de sus pies desnudas. Al instante su cuerpo se estremeció debido al frío en sus pies, aun así, no le importo mucho tal molestia.

Se concentró en otra cosa más importante; la hora. Observa un pequeño reloj plateado sobre una de las mesitas de noche al lado de la cama y se da cuenta de que son poco más de la siete de la mañana.

El médico dijo que vendría a las nueve. Pero realmente, siendo sincero, desea largarse en ese instante. Observo su brazo pinchado por la aguja que le suministra suero y con mucho, mucho, pero mucho cuidado, saco la aguja que perfora su piel temiendo hacerse daño.

Fue terriblemente doloroso para el Omega sacar aquella aguja, pues sintió como si el brazo se le entumeciera. Un poco de sangre brotó desde la pequeña herida, pero no le prestó demasiada atención; dicha atención estaba puesta en algo más importante; en dos cosas de hecho.

Uno; ¿Dónde está su ropa?

Y dos; ¿Hay alguien que pueda interrumpir su futuro escape?

La primera pregunta se respondió muy rápido, de hecho; su ropa estaba en el sillón en el que antes estaba sentado aquel alfa tirano, dichas prendas de vestir se veía desordenadas, arrugadas y hecha bola; en terribles condiciones como para salir de ese modo a la calle.

EL PEQUEÑO DEL ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora