Capitulo 2. Los Hermanos Ibanovich.

4.1K 351 39
                                    

El sábado de la siguiente semana, al igual que el anterior, el autoproclamado príncipe del poker, ya se encontraba en la habitación listo para apostar.

Tiene una pequeña bandeja transparente frente a él, justo sobre la gran mesa de apuestas; dónde hay una gran cantidad de fichas en varios colores bien acomodas y listas para ser usadas.

Espera con paciencia sentado en una cómoda silla de madera roja bien pulida con asiento acolchonado de cuero negro. Se muestra cruzado de piernas de una manera glamurosa, con su mano derecha descansando en él descansa brazos y con la izquierda en su mejilla apoyando cómodamente su cabeza, mientras algunos de sus finos cabellos rubios, casi dorados, se desacomodan debido a la inclinación de su cabeza.

Su cabello, hermoso como cada parte de su cuerpo, fue cepillado y acomodado para verse ligeramente desaliñado sin dejar de verse atractivo. Esa cabellera rubia es como una hermosa nube de atardecer dorado que se preserva hermosa en todo el sentido de la palabra.

Y claro, bajo sus cabellos ligeramente desordenados hay un par de cejas bien cuidadas, pero un poco despobladas, delgadas sin llegar a ser invisibles, ni muy gruesas como para verse ostentosas; solo perfectas.

Bajo sus cejas perfectas, hay un par de pestañas largas, tan largas que proyectan sombra, se ven asombrosas, como si fuesen postizas. Largas, gruesas, pobladas…

Mantiene los ojos cerrados, no está dormido, pero no siente que hay algo interesante que ver, así que cerro sus párpados y se mantuvo en esa posición mientras espera.

Cómo siempre, ha llegado primero que todos, con una puntualidad impecable.
Y esta semana, a diferencia de las anteriores, decidió vestirse de manera más formal, para evitar verse... desaliñado.

Pues no quiere que nadie se vuelva a atrever a mirarle de arriba hacia abajo y lo rebajen a; "Los de tu clase".

Así que para tratar de no sentirse rebajado y humillado, compró un traje a medida en color azul marino. Es un traje espectacular de una tela llamativa y cómoda que se ajusta perfectamente al cuerpo bien definido de Kyle.

Adjunto a eso, un par de zapatos de vestir en color café claro y el Rolex edición limitada que le había obsequiado su hermano mayor Becker por su cumpleaños el año pasado.

Obviamente, no puede usar el mismo feo cubrebocas de siempre, así que mando a fabricar velo facial estilo árabe a medida; es una tela ligeramente transparente que cubre desde debajo de sus ojos, hasta su cuello, larga y fina que cae con unos cuantos holanes terminando en forma de triángulo.

Pero, incluso si la tela es ligeramente transparente, no es lo suficiente para reconocerle el rostro.

Es muy similar al mismo cubrebocas a mitad que suele utilizar, pero no va con un traje tan elegante, además, la belleza es parte de su esencia, es icónico. Es lo que quiere transmitir; atractivo, misterioso, orgulloso, inalcanzable... Aterrador.

Eso es lo que proyecta, una persona con una vibra aterradora e impecable a la vez, incluso en la manera en la que se sienta tan tranquilamente a esperar, es perfecta. Con esos ojos filosos en forma de almendra que con solo entrecerrarlos un poco, inspira miedo...

Y claro, no podían faltar sus pupilentes en color azul profundo, para tratar de ocultar sus ojos color almendra, casi anaranjados, tan característicos de la casa Dillon.

Si bien, es suficientemente peligroso para Kyle llevar el cabello en su tomo rubio natural, no puede arriesgarse a más.

—Ha... —Soltó un suspiro pesado, sintiéndose molesto de tanto esperar.

Observo su llamativo Rolex dorado y se dio cuenta de que ya había pasado más de media hora de la hora establecida para el juego; las 10;00.

Por lo tanto, comenzó a sentirse nervioso; fue como si algo le diese un pinchazo a su seguridad; una alarma en su cabeza que le decía que algo no estaba bien. Nunca antes se habían demorado tanto, quizás dos personas si, o tres o cuatro, pero nunca todas.

EL PEQUEÑO DEL ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora