Prólogo

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Querido.

Lo siento, no merecías nada de esto, yo solo hice lo que mejor sé en esta vida, huir.

Eres todo lo bueno que me ha pasado, lo más bonito que Londres me pudo haber traído, cada día que pase a tu lado, cada conversación, cada mirada compartida y cada sonrisa estarán tatuadas en mi alma para siempre, pero ahora mismo no soy lo mejor para ti, no hay manera humana de que lo sea, así que te estoy liberando.

Espero que algún día logres perdonarme, no puedo mirarte a la cara, no puedo decirte esto mirándote a los ojos porque voy a ceder a mis impulsos y lanzaré el boleto de avión por la ventana. Se lo que te prometí y soy consciente de que no lo cumplí, una vez dijiste que siempre cumples tus promesas, lamento no poder decir lo mismo.

No intentes llamarme, para cuando veas esto estaré en un avión. No interrogues a Chloe o Alex, no tenían idea de todo esto pues si lo hubiesen tenido no me lo habrían permitido. Dile a tu madre que lo siento por faltar a su cumpleaños, se que le asegure que estaría ahí, probablemente ella me odie luego de esto. Dile a Katia que lamento lo del teatro, pero que debería ir de todos modos con alguna de sus amigas.

Te amo, siempre lo haré. Pero espero que tu no siempre me ames a mi, quiero que avances y hagas todo aquello de lo que alguna vez hablamos.

Lo lamento realmente.
Elizabeth W.


El hombre leyó las palabras por... ¿décima vez?, a sabiendas de que nada iba a ser diferente.

El ramo de rosas de un rojo oscuro tan intenso como el labial que ella siempre solía usar, había sido olvidado en el suelo hacía mucho, no iban a servir de todos modos si ella no las iba a recibir.

Sus manos temblorosas rellenaron su vaso de Whiskey una vez más, se supone que ella estaría aquí pero en su lugar encontró la carta y las llaves de su departamento en la encimera. Su teléfono sonó una vez más, lo había estado ignorando durante la última hora y lo iba a seguir haciendo, pero esta vez su irritante tonode llamada se vio acompañado por unos golpes en la puerta.

— ¡Dorian sé que estás adentro! escucho tu teléfono timbrar desde aquí, sé que también lo oyes y lo estas ignorando —gritó entre golpes su visitante desde el otro lado de la puerta—. Sabes que tengo una llave de repuesto, no me obligues a usarla.


Lo ignoro, tras un par de insistencia y un corto lapso de silencio la cerradura giró. Alexander había conseguido entrar, cerró tras de sí y los pasos siguieron hasta llegó a la cocina donde se quedó en silencio con expresión derrotada ante la imagen.

— ¿Qué demonios? —Alexander arrugó el entrecejo cuando vio el ramo olvidado, la siguiente salió como un susurro— ¿A qué te refinerías con que ella se fue?

— Exactamente eso Alex —Dorian tropezó con sus palabras, su lengua se sentía pesada—, se fue —con un movimiento torpe y una mueca, le extendió la carta.

Con paso inseguro Alexander se acomodó a su lado en el suelo a su lado, recibió la hoja húmeda con lágrimas y alcohol. Se tomó su tiempo, la leyó un par de veces antes de soltar un suspiro y apoyar la cabeza contra la estantería tras de ellos.

— ¿Vaciaste esa botella solo?

— No, vacíe esa también —Dorian señaló la botella de Vodka tirada junto al sofá—. Luego será el turno del Tequila.

— Tendrás una resaca de mierda.

Se quedaron en silencio, Alexander fue por un vaso también, estaba seguro que sería una idea pésima, pero no podía dejarlo solo en su misión de vaciar el minibar.


— No lo entiendo —Dorian susurró con voz entrecortada pasándose la mano bruscamente por el rostro—. Creí que lo habíamos arreglado todo Alexander, se supone que tendríamos esa incómoda conversación y las cosas estarían bien.

— Yo... No lo sé, Dorian.

— Tal vez ella tenía razón —apretó los ojos—, esto estaba maldito desde el primer momento en que me acerqué.

Alexander noto las lágrimas resbalando por su rostro, no había nada correcto para decirle que realmente ayudará y cualquier intento de positivismo seria hipócrita, así que se limitó a abrazarlo y dejar que apoyara la cabeza en su hombro.

— Creo que ya es hora de abrir el tequila.

Nuestro apocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora