Capitulo II, Día 6: 𝙑𝙖𝙧𝙞𝙩𝙖𝙨 𝙢𝙖́𝙜𝙞𝙘𝙖𝙨

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No necesitas una varita para ser una bruja, y estoy segura de que muchas
brujas del pasado no usaban ninguna (entre otros, por razones de seguridad,
al ser un símbolo tan conocido de la brujería). Es posible que se ayudasen con su dedo índice, con una cuchara de madera o un simple palo recogido del
suelo: siempre objetos discretos y fáciles de camuflar.

Por lo tanto, es posible trabajar sin varita, pero vamos a fabricar una de
todos modos, porque es la mejor herramienta que existe para para enfocar y canalizar energía, y además es muy fácil y barata de hacer. Tener una varita hecha por ti misma y cargada con energía personal te ayudará enormemente en tu práctica de la brujería. Considéralo tu primer paso en serio hacia lo desconocido, un símbolo de tu compromiso para seguir aprendiendo.

Puedes usar tu varita como una extensión de tu mano, que te ayudará a atraer y enviar energía condensada. Para mí, sacar mi varita es parte del ritual y me ayuda a concentrarme. Puedo trabajar sin ella, pero cuando la tengo en mis manos todo el ritual se vuelve más serio y significativo.

Es posible que la primera vez que sostengas tu varita te sientas un poco

infantil o incluso ridícula: pero no hay ningún motivo para sentirse así, ya que hay muchos adultos serios en este planeta que usan varitas mágicas más a menudo de lo que piensas.

𝘿𝙤𝙣𝙙𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙨𝙚𝙜𝙪𝙞𝙧 𝙪𝙣𝙖 𝙫𝙖𝙧𝙞𝙩𝙖

Como ya hemos visto, hoy trabajaremos para construir una varita nueva.

Tal vez ya tengas una: en ese caso, puedes usar ésa y bendecirla como se
explica al final de este capítulo: pero no hay nada de malo en que crees otra

desde el principio. No pasa nada si tienes más de una varita: yo en realidad tengo tres, todas hechas a mano por mí, para diferentes propósitos. Una de ellas es diminuta ―¡no más larga que un lápiz!― y la llevo en mi maleta cuando viajo. Algunas veces, cuando paseo por el bosque, me encuentro en el suelo algún palo que me gusta y siento la irremediable necesidad de usarlo como varita improvisada para bendecir los árboles o las aves que me rodean.

En algunos casos termino llevándomelo a casa, si me gusta la energía que desprende.

Para poder llevar a cabo este ejercicio tendrás que empezar por salir fuera de tu casa y buscar una pequeña rama caída o un palo. Si puedes, visita un paraje natural (un bosque, un río, un prado, si tienes acceso a alguno) o en su defecto algún parque urbano en su defecto: cuanto más grande y natural
mejor. Trata de elegir una rama que se haya caído por sí misma, en lugar de

cortarla: de esta manera, no dañarás el árbol. Si no encuentras ninguna y
decides cortar tu varita de una rama, siéntate primero debajo del árbol que
hayas elegido e intenta conectar tus pensamientos con la energía del árbol.

Dile al árbol que necesitas una varita, e intenta escuchar qué te responde.

Intenta discernir si el árbol está dispuesto a darte permiso, si es un árbol amable y colaborador o tiene malas pulgas (también los hay). Siempre sé considerado y no cortes ninguna rama de los árboles de una propiedad privada: el dueño podría enfadarse ―diga lo que diga el árbol. En caso de duda, limítate a tomar sólo ramas caídas que encuentres en el suelo. Piensa que raramente es casualidad que te encuentres algo en tu camino. Especialmente, si se lo has pedido al Universo con antelación.

Si no puedes obtener ninguna ramita, aún puedes hacer el ejercicio de
hoy sustituyéndola por algún otro objeto que tengas cerca. Algunos ejemplos de varitas potenciales: un palillo, un lápiz que te guste, un palito de los que se usan para recogerse el pelo o cualquier otro objeto alargado que puedas encontrar en tu hogar. ¡Usa tu imaginación! Es posible que la varita ideal te esté esperando en el armario más insospechado.

El Libro verde- Beatrix Minerva LindenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora