•Prólogo•

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La muerte facilita el dolor, satisface el corazón y crea sanación.

El ángel que aterrizó a la tierra con un propósito tuvo pensamientos que su moral juzgaban; él creyó que hacer aquella promesa resultaría fácil porque al final él siempre perteneció a otra dimensión y el mundo del humano nunca sería un lugar cómodo para él. Fue hasta que descubrió las posibilidades, los sentimientos y las buenas acciones que aún quedaban, entonces decidió que no haría aquel acto de crueldad contra alguien que había depositado su confianza en él. Porque de ser así estaría renunciando a su propio deber...

Las cosas no resultaron como él creyó. Todo lo bueno llegó a un punto alto de éxtasis que en tan solo un segundo cayó en picada justo como una montaña rusa de desgracias y apocalipsis. En sus manos el arma tallada y filosa que deslumbró sus ojos. No quería hacerlo, pero ante sus ojos el caos le perturbaba la mente, y fue así que ante su buen juicio apuntó a su corazón. Y aquello que había prometido no hacer, por fin lo cumplió.

Aquella bestia deshecha en cuerpo, en mente y con un alma rota pedía a gritos silenciosos ser salvado de todo aquel sufrimiento eterno. Y su mano tocó el hombro de aquel muchacho pelinegro al sentir su alma envejecer; fue con la intención de darle armonía y guiarlo al camino de la paz eterna, pero lamentablemente no pudo hacer mucho por él, pues su alma estaba anclada a otro mundo.

Aquel pelinegro; débil, destruido mental y físicamente cerró los ojos al murmurar por última vez el nombre de su alma gemela a la cual había perdido.

Y yo, al no tener un cuerpo humano, pero ser capaz de escuchar, de mirar la oscuridad y sentir el tacto de la nada; nadar entre la soledad y agonía de las almas penantes que rodean el abismo. Todos me buscan, los seres oscuros rondan anhelantes de mi cordura y mi capacidad para hacerlos sentir bien, para hacerlos mejores.

Toma mi soledad y conviertela en poder, el poder necesario para darme esperanza.

Aquel hombre con alma vieja necesitaba el consuelo de una esperanza. Podía sentir como me entregaba el corazón, y entre mis manos encontré sus sentimientos; miedo, luto y desamparo.

Lo intentaste muchas veces, ¿eso a donde te llevó?

Tal vez no lo he intentado lo suficiente. Tú eres la única que puede regresarme la felicidad.

Sus interminables sollozos se comenzaron a escuchar desde el fondo del abismo, una luz de fuego se levantó a la lejanía y entonces mi cuerpo cenizo dio pasos a ella.

El hombre de cabellos rubios estaba arrodillado, con la cabeza hacia arriba mientras su fina ropa y corona de oro en la cabeza se derretían mientras más lagrimas rodaban por sus mejillas y la sangre en sus manos demostró su lucha en vano.

El libro negro destrozó tu corazón. Tus muertos se han ido, y sin alma no pueden regresar... Los niños aún te necesitan, ellos no van a juzgar tus acciones. Ya tienes amor incondicional, no necesitas más decepciones.

Aquel arrodillado cerró los ojos y dejó caer sus hombros junto a lo último de su esperanza. Los pequeños brazos de aquellos niños que había salvado y que le estaban por completo agradecidos comenzaron a rodearlo en abrazos que cubrieron su corazón con delicadeza y armonía.

Tal vez no era lo que él deseaba, pero sin duda era todo lo que merecía.

Yo deseaba muchas cosas, las cuales ya no era capaz de tener aún con tanto poder. Tampoco tenía lo que merecía, sólo lo que me fue obsequiado y aún no sabía qué hacer con ello.

Aquel cuerpo físico que me enfrascaba ya no existía, y yo a penas entendía lo que los textos decían. Las miles de voces que alguna vez tuve dentro de mí mente se convirtieron en legiones de demonios que no hacían más que estar felices de tener nuevamente a quien servir.

Escuchando las plegarias de mortales temerosos y desesperados por un milagro que les regresara a aquellos que habían perdido, comencé a entender su dolor tan similar al mío. Pronto les obsequié lo que pedían a cambio de su completa devoción o un simple intercambio de almas.

Tengo el poder de ordenar y hacer muchas cosas que jamás creí posibles. Siento terror cada vez que hago alguna cosa, pero las miradas de admiración que mis legiones me otorgan me hacen sentir poderosa y capaz de creer que lo que hago es válido y está bien.

No hay sol, no hay luna, ni estrellas. Solo veo un lugar solitario; donde las almas en pena vagan de un lado a otro esperando regresar al mundo, los pecadores son devorados por demonios y el fuego magenta en ríos, montañas y grandes cascadas adornan el entorno. Yo tengo mi trono, basto y casi perfecto. Sin embargo, el tiempo no existe y así como puede ocurrir todo en un minuto, también puede extenderse a largos años donde la locura es capaz de dominarte.

En mi inicios me dediqué a vagar por todo ese reino, buscando lo que tanto se me fue rogado por aquel príncipe de alma vieja... No la encontré, y estaba segura que ella había sido tan pura que su alma y sus recuerdos habían viajado al paraíso: ese lugar tan distinto a este donde sólo quienes habían cumplido su misión en el mundo podían ir a descansar para siempre y estar en paz. O al menos es donde yo quería que estuviera.

Había escarbado entre los cráneos, me sumergí en los restos de las comidas de las abominaciones tratando de encontrar el otro pedacito de mi alma; lo que necesitaba para ser feliz, aquello que me merecía. Al final no lo encontré.

El libro frente a mí había sido leído y con sus palabras puestas en práctica cada vez que eran necesarias. En su interior; más allá de la tinta y las manchas de sangre en sus hojas, había algo que me llamaba, algo que imploraba ser descubierto.

Decidí volver el libro al pasado, a sus inicios; vi la forma en la que la bestia había escrito cada cosa con la ira de su corazón, como sus hojas fueron costuradas a esa piel de animal, como fueron robadas y al final descubrí el inicio: las hojas de bambú recargadas de energía capaz de darle vida a su portador, e incluso destruirlo.

En un experimento por desesperación mezclé la energía de las hojas y el poder de mi interior para intentar algo con aquellas cincuenta almas arrebatadas del mundo, hasta que por fin vi la soledad tomar camino hacia la esperanza.






























"Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá"

-Mateo 7:8








-Mateo 7:8

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Moun [Oscuros #3] [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora