Capítulo 6

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¿Por qué tardaste tanto?

Capítulo 6

Una de las sensaciones más placenteras de la vida era poder dormir y no importaba que tan mal me sintiera, tenía la habilidad de poner la cabeza en la almohada y caer rendida en los brazos de Morfeo.

Ayer, después de mi monólogo motivacional en el cual me prometí no permitir que nada ni nadie me hiciera sentir menos, algunas preguntas seguían nadando en mi cabeza: ¿Por qué Yukito decidió creer en mi hermana y no preguntarme a mí? ¿Por qué confiar en ella si apenas y se conocían?

¿Acaso él no había notado mi nerviosismo cuando lo tuve cerca? Se debía sólo a él, que ignorara mi mirada de enamorada estúpida o de cómo mi cuerpo temblaba por su cercanía, demostraba que Yukito jamás se había interesado en mí realmente. Lo que él me había dicho después era sólo una ilusión y quizás una pobre excusa para explicarme por qué había preferido a Tomoyo... Pobre... No sabía lo que le esperaba al lado de una mujer como ella, pero de todo corazón esperaba que pudieran llevarse bien y no se convirtiera en su próximo desecho, como solía ocurrir cuando Tomoyo se aburría de sus parejas a las pocas semanas.

Cuando papá regresó de la universidad, yo ya había dejado de llorar, pero al ver mi rostro se preocupó bastante y no pudo evitar el intervenir.

―¿Hija te encuentras bien, te pasó algo? ―preguntó en un susurro, acercándose a mí.
―Si papá, estoy bien, no te preocupes. ―Traté de mejorar mi expresión, aunque muy bien sabía que jamás podía engañarlo.
―Por favor, Sakura, no estoy ciego. Es evidente que has llorado ―refutó.
―No, papá. No he llorado, solamente estuve un buen rato usando la computadora y obtuve un fuerte dolor de cabeza ―mentí. Era una excusa barata, pero no quería bajo ningún concepto que él se preocupara.
―¿Estás segura? ―volvió a indagar, aún con la preocupación reflejándose en su rostro.
―Sí, papá. Es en serio, la migraña me está matando, pero ¿sabes que me ayudaría a bajar el dolor? El postre de chocolate y fresas que prometiste hoy por la mañana, vamos, que yo te ayudaré ―dije, y tomándolo del brazo, caminé con él a la cocina. Estaba segura que con eso podría distraerlo y dejaría el tema por mi tranquilidad.

Odiaba mentirle a papá, pero no podía decirle que mi estado de ánimo y mi aspecto eran en parte por Tomoyo y su deseo de venganza. Afortunadamente no volvió a preguntar nada más. El resto de la tarde la pasamos cocinando distintos postres, y hasta hicimos en exceso. Por esa razón prometí guardar algunos para Chiharu y Rika. Necesitaba hablar con ellas, que supieran mi sentir, porque a mis amigas no podía esconderles nada. Ellas me habían advertido, me pidieron que estuviera pendiente de mi hermana y no les hice caso. Con ellas podría desahogarme un poco.

Papá y yo pasamos una tarde muy divertida, tanto que le prometí que yo prepararía el almuerzo del día siguiente, haría algo especial para él.

Esa era la razón por la cual no me quedé más tiempo en casa, me cambié y salí con la idea de ir a comprar algunas cosas que me hacían falta para el almuerzo. El clima era algo fresco, sin duda este sería un buen domingo. Me decidí por preparar okonomiyaki, solamente me faltaba comprar un par de ingredientes, así que no tardaría mucho en la tienda.

Mientras buscaba los ingredientes que me hacían falta, seguía torturándome con las cosas que había vivido en las últimas veinticuatro horas. Eso me enfureció más. Pero, afortunadamente a lo lejos vi a Eriol y aprovecharía su presencia en el mismo lugar para pensar en otra cosa.

―Eriol, hola. ¿Qué haces por acá? ―me acerqué al puesto de verduras en donde él estaba.
―Hola, Sakura. ¿Cómo estás? Nos preocupamos por ti después de lo de Tomoyo y Yukito. No contestaste mis llamadas ―me regañó, simulando una sonrisa, pero se notaba que estaba molesto por ese suceso.
―Estaré bien, Eriol ―desvié la mirada al cesto de vegetales para que él no viera mi estado de ánimo―, me costará un poco, pero al final todo estará bien. Y con todo lo que pasó, olvidé encender el celular. Pero aún no me cuentas que haces por acá. ―traté de desviar su atención.
―Estoy trabajando con la mudanza. Viviremos un tiempo en Tomoeda mientras el proyecto esté ejecutándose ―comentó mientras los dos empezábamos a caminar por el pasillo.
―Es cierto, el proyecto, lo había olvidado. ¿Empiezan mañana verdad? ―Los dos nos detuvimos en la fila de la cajera dispuestos a pagar.
―No, hasta la próxima semana. Mi colega aún está en Hong Kong resolviendo unos problemas y yo decidí encargarme de tener el departamento listo para cuando empecemos con el proyecto. Así no tendremos más atrasos ―explicó.
―Ya veo. De todos modos, es una buena noticia. Recuerda que si necesitas algo estoy para ayudarte. ―Fijé mi atención en la caja, era mi turno y me acerqué a pagar a la encargada.
―Muchas gracias, lo tendré en cuenta, pequeña Sakura. Y... ―Eriol tomó mi mano y en un gesto solidario le dio un apretón―. tampoco olvides que soy tu amigo y que también estoy para ayudarte. Por eso me gustaría hablar contigo. Ya sabes sobre... ―lo detuve antes de que volviera a invocarlos, de verdad no quería seguir hablando de eso.
―También te lo agradezco, pero necesito tiempo para asimilar todo y por el momento creo que no quiero tocar el tema. ―Nos mantuvimos en silencio, pero apenas pusimos un pie fuera de la tienda Eriol volvió a la contienda al mirarme con sus profundos y amigables ojos azules.
―Recuerda también que tienes alrededor personas que te apreciamos mucho y queremos ayudarte. Así que no te encierres y cuando me necesites, sólo llámame. Ahora estaré más cerca. ―Se acercó a mí poniendo una de sus manos en mi hombro. Su tacto involuntariamente activó una memoria corporal, un acto que él seguramente notó, pero que yo no quería explicar. Así que rápidamente corté nuestro encuentro.
―Muchas gracias, lo tendré en cuenta. Pero tengo que irme, papá me espera. Nos vemos pronto. ―Hablé atropelladamente mientras me alejaba.
―¡Hasta pronto, pequeña Sakura! ―escuché a mi amigo a lo lejos.

¿Por qué tardaste tanto? EDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora