Capitulo 2

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La mujer empezó a caminar de un lado al otro, sin dejar de mirarla. Ella se estremeció, se levantó secándose las lágrimas, y se sentó en la cama esperando lo peor. Era una mujer, si, pero ella noto su "condición". Después de varios segundos aquella mujer dejó de caminar y solo la miraba. Ella le devolvió esa mirada.

- ¿Qué tal? – preguntó la mujer. sacudiendo la mano. Ella frunció el ceño, "¿Qué?" se preguntó, ellos no solían desperdiciar ni un segundo. - Se preguntaba que hace una mujer así en un prostíbulo con su pene en sus calzones. - dijo mirando cada rincón de la habitación. Ella río, río por primera vez en mucho tiempo. La miró. - Solo para que se quede tranquila, no voy a tener sexo con usted, no es mi estilo. Supongo por las lágrimas que tenía en sus ojos hace un momento no está acá por su propia voluntad. - ella la miró. - ¿La secuestraron? - se removió incomoda. La mujer se acercó. - ¿Su nombre? - Paulina empezó a pensar, "¿Qué es esto?, ¿Qué pretende esta mujer?". - ¿Su nombre? - insistió, sentándose en la cama. Ella pensó, le habían dado un nombre falso por si le preguntaban, además de 17 claro, como el número de su habitación.

- Ma-Male-Malena. - tartamudeó ella, temblando.

- Su nombre real. – dijo la mujer rodando los ojos. Sabía que allí le daban nombres falsos. Si bien nunca había estado en un prostíbulo, sabía eso, era básico. Ella la miró.

- Perdón, pero no me permiten dar mi nombre. - dijo con la voz temblorosa igual que ella temblaba. La mujer se levantó y ella automáticamente se cubrió la cara con los brazos formando una "X". Aquella mujer la miró confundido.

- ¿Qué hace? - le preguntó. Ella sacó sus brazos y la observo. Ella la miró a los ojos. - Confié en mí, no voy a meterla en problemas. - Paulina por alguna razón pudo calmarse al ver sus ojos, y sintió confianza. Suspiró.

- Paulina. - y tragó saliva.

- ¿Y su apellido? - preguntó.

- De la Mora, Paulina de la Mora.

- María José Riquelme, un gusto. - ella frunció el ceño nuevamente, no sabía que demonios estaba pasando. María José volvió a sentarse. - Vine a investigar. - dijo sin más.

- ¿Para algún trabajo? - preguntó ella bromeando, pero enseguida se puso seria. - Espere, ¿Usted es policía? Váyase, acá corre peligro. El año pasado vinieron 2 policías y los asesinaron, váyase. - dijo algo alterada. María José rio.

- No soy policía. - le dijo. - Vengo a investigar porque...- suspiró. - Solo quiero saber cómo vive una prostituta.

- ¿Por qué? - preguntó ella.

- Mi mamá biológica fue prostituta.

- ¿Fue?

- Si, está muerta. - dijo con una perfecta poker face.

- Lo siento, ¿La mataron en un prostíbulo? – ella asintió. - El año pasado también mataron a dos, por querer ayudar a aquellos policías. - ella volvió a asentir. - ¿Ella estuvo en este prostíbulo?

- No, pero era uno de Colombia. Estoy acá de paso, por trabajo y aproveché. La que está investigando acá soy yo, eh. - ella río. - ¿Respondería algunas preguntas para mí?, juro no meterla en problemas. - Paulina asintió.

- Es lo más que puedo hacer, en modo de agradecimiento por no...- detuvo sus palabras y María José suspiró.

- Bien. ¿Cómo fue que llegó acá?

- Estaba de vacaciones en una playa de México con mi mejor amiga, festejábamos nuestra graduación de la

universidad. Una noche, en una fiesta en la playa, nos emborrachamos mucho, al despertar

estábamos acá. - dijo sin más, aquella mujer le generaba confianza.

- ¿Usted es mexicana? - preguntó y ella asintió. - Sí, yo soy de España pero hace unos años vivo en México.

- Me di cuenta, por el acento. - dijo riendo y ella sonrió.

- ¿Hace cuánto esta acá?

- Más de un año. - esa conversación se le estaba haciendo agradable, después de todo.

- ¿Duerme acá? - dijo mirando la habitación.

- No, esta es la habitación para... Eso. - ella río. - Dormimos todas juntas en una habitación, en realidad es el sótano.

- ¿Acá las...? ¿Las maltratan? - ella asintió.

- ¿Acaso no es obvio? - preguntó mostrándole sus brazos y piernas, también su cara. Tenía algunas cicatrices y un millón de moretones.

- Sí, lo siento. siguió haciéndole preguntas, pero ahora empezaba a interesarle ella y no su puta investigación. Hablaron de lo que era vivir allí. Paulina le contó de su familia y de Emilia, la numero 18. María José también le contó algo de su vida. Estaban hablando tan a gusto, que ya se olvidaron de donde estaban, sentían que se conocían de toda la vida. Sin que se dieran cuenta, se pasó la hora. Sonó el reloj de la pared avisando que se terminó, ambos lo miraron. Las dos se pusieron serios. Paulina empezó a temblar, se le aceleró el corazón y la respiración. Era hora de que María José se vaya.

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