Capitulo 6

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María José les contó todo su plan. Este consistía en salvar a todas las prostitutas y mandar a la cárcel a esos cerdos, denunciarlos con la policía para que allanaran el lugar.

- No entiendo. - dijo Paulina.

- Que la policía va a. - Emilia le iba a explicar, pero ella la interrumpió.

- No, eso lo entendí. Lo que no entiendo es porqué nos sacó si igual íbamos a salir de esa manera. - Paulina y María José se miraban, Emilia sintió que estaba de más en la conversación, aunque también se tratara de ella.

- Porque no quería que te pase nada. - dijo mirándola, enseguida se dio cuenta de lo que dijo y se corrigió. - Que les pase nada, no quería que les pase nada.

- ¿Por qué? - insistió. No entendía porque le importaba tanto.

- Ay Pau, por favor, lo importante es que estamos libres, no la compliques. - dijo Emilia. María José suspiro agradecida.

- ¿Y qué va a pasar con nosotras?

- Hoy van a allanar el lugar, tendrían que quedarse hasta mañana o pasado para declarar. Mi intención no es quedármelas ni nada de eso, ustedes son libres de hacer lo que quieran. - las chicas se miraron. - Yo, quería ofrecerme a llevarlas devuelta a México, si es que piensan volver, claro. - ellas la miraron.

- Señorita Riquelme, ¿Tendrá un teléfono?, Me gustaría hablar con mi familia y consultarles. - Ella asintió y le dio su celular. Emilia salió y ellas se quedarán mirándose. Paulina estaba inquieta.

- ¿Tiene algún problema? - le preguntó María José notando su actitud. Ella la miro.

- No. - dijo y volvió a mirar abajo. María José rodeo la mesa y se puso en cuclillas adelante de ella. Hizo que la mirara.

- Dígame, tal vez la pueda ayudar. - Paulina tenía los ojos llorosos.

- No quiero que mi familia se entere de lo que nos pasó. - dijo con hilo de voz.

- ¿Por qué?

- Eso los destruiría - intentaba aguantar las lágrimas.

- Entonces no se tienen que enterar - dijo acariciando su mejilla.

- ¿Y qué les voy a decir ?, solo míreme - empezó a llorar.

- No se preocupe, yo la voy a ayudar. No llore por favor. - le secaba las lágrimas. Ella comenzó a sentir que le faltaba el aire, como hace mucho no le pasaba, eran esos ataques de pánico que eran difíciles de controlar.

- Vamos a saber que hacer, créame. Va a estar todo bien. - empezó a ahogarse, su respiración se aceleró. - Señorita De la Mora, ¿Está bien? - ella no contestaba, se ahogaba y no podía parar de llorar. - Paulina. - la empezó a mover sosteniéndola de los hombros. Ella no podía controlarse. - Tranquilícese, por favor, respire. - pero ella no se calmaba y María José no sabía que hacer. Por puro impulso solo la abrazó, la abrazó y ella comenzó a respirar bien. Majo suspiró aliviada. Ella cerró los ojos escondiendo la cabeza en su cuello, sintiendo su perfume. En ese momento se sintió ... Bien, cuidada, protegida. Querida. Se siente en casa.

- ¿All Right? - le preguntó al notar que respiraba con normalidad, pero no se movió. Ella suspiró.

- Si, gracias. - susurró. Se quedaron ahí, abrazadas. El primer contacto corporal que tenían. Ambas se sentían en paz. Después de unos segundos, Paulina se dio cuenta de lo que estaba haciendo, en realidad, de lo que estaba sintiendo, y supo que debían separarse. Se alejó despacio y María José se levantó.

- No se preocupe, sé que podemos hacer. - y volvió a sentarse en su lugar.

- ¿What? - dijo secándose la cara, todavía sintió las mejillas húmedas.

- Lo que le preocupa es ...- le daba cosa decirlo. Pau se veía hermosa, y ella la veía hermosa, pero no podía negar que se veía maltratada y demasiado delgada.

- Mi imagen si, además, ¿Qué les voy a decir? - Majo estaba por hablar, pero entró Emilia. Le agradeció el préstamo de teléfono y le dijo a Paulina todo lo que hablo con su madre. Se pusieron de acuerdo en decir que las "secuestraron" y las amenazaron con dañar a su familia, si no trabajaban. En resumen, que las obligaron a trabajar, y María José se enteró y las salvó.

Esperaban que les creyeran.

Después de arreglar todo, se pusieron de acuerdo en todo respecto a la vuelta al país. Emilia dijo que sus padres le enviarían dinero, y al día siguiente de declarar. Paulina, en cambio, iba a quedarse una semana más con María José. Este iba a ayudarla a verse mejor. Se quedaba con la excusa de que se quedaba para el juicio.

En la noche cenaron las tres y María José aprovecho para saber más de Emilia. Se dio cuenta de que esa chica era completamente diferente a Paulina. Pero se notaba que también era buena persona. Al terminar cada una se fue a dormir.

Pau y Emilia se acostaron en una de las camas de dos plazas, que había en ese cuarto. Y Majo en su cuarto, por supuesto.

Eran las 12:27 am y Paulina no podía dormir, no paraba de pensar en que en ese momento esos cerdos estaban siendo arrestados. Salió de la habitación y fue a la sala. Ahí se asustó al ver a alguien sentado en el sillón a oscuras, de espaldas. No supo que hacer, se dio vuelta despacio e iba a buscar a María José cuando escuchó.

- Señorita De la Mora, esta despierta. - suspiró al darse cuenta de que esa persona era María José. Se dio vuelta y camino cerca.

- Si, no podía dormir. - dijo llevándose un mechón atrás de la oreja.

- Inquieta, eh. - con una sonrisa. Ella la miro sonriendo y asintió. - Yo estoy igual. ¿Quiere un té? - le ofreció levantando su taza. - Mi mamá siempre me daba uno cuando tenía insomnio y ahora es una costumbre.

- Si eso le quita el insomnio, entonces sí, gracias. - se sonreían como dos tontas enamoradas.

- Venga. - fue a la cocina y ella la siguió. Ahí ella se sentó en la mesa mientras María José le preparaba su té.

- Tengo una duda. - dijo Majo dándole la taza y sentándose enfrente.

- Dígame.

- ¿Cómo es que la señorita Fernández no esta tan lastimada? - Pau suspiró.

- A ella no la castigaban porque ella hacia lo que le pedían, en cambio yo ... No. - le dio un sorbo a su té.

- Entiendo. ¿Usted era la rebelde? - dijo queriendo hacerla reír. Y lo logró, ella rio.

- Si, supongo que si. - reía. Hablaron mientras se acababan el té y al final Paulina bostezo. Le agradeció y se fue a dormir.

Esa noche termina siendo tranquila para ambos. María José no tuvo pesadillas y tuvo que admitir que era porque ella estaba bajo su mismo techo, a salvo. Y Paulina se sintió a salvo, cosa que no pasaba desde que entro a aquel lugar. Sabía que estaría agradecida con esa mujer el resto de su vida.

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