Capitulo 3

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Era hora de que María José se vaya.

Se miraron, las dos serias. Paulina suspiró y sin más le dijo.

- Adiós. - con un hilo de voz.

- ¿Así nada más? - "¿Qué acabo de decir?", se preguntó. Ella solo la miró, tragándose las lágrimas. No solo se las aguantaba por costumbre, para que no le peguen, si no que nunca le gustó que la vean llorar. María José suspiró, sin decir una palabra se levantó y salió. Paulina se quebró. Llevó las piernas a su pecho, las abrazó y lloró más fuerte. "¿Qué pensabas, eh? ¡Idiota!", pensó. María José por otro lado fue con el encargado, y pagó para otra hora, le costó más ya que ya estaba "encargada", pero al fin volvió. Cuando entró, Paulina la miró rápido. "¿Qué hace acá?", se preguntó. Ella, como si nada, volvió a sentarse a su lado.

- ¿Qué hace acá? Ya hizo su investigación, puede irse. - le dijo secándose las lágrimas.

- Sí, ya hice mi investigación, ahora me quiero divertir. - ella lo miró rápido, pensando lo peor. María José negó. - Ya le dije que no vine para tener sexo. Me refería a nuestra conversación, estaba... Divertida, no sé. - se encogió en hombros. Ella sonrió y miró sus manos, abajo, tímida. "Mierda, que hermosa sonrisa tiene", pensó María José.

- ¿En qué estábamos? - la miró. Sin perder tiempo, retomaron su charla. Era increíble la facilidad que tenían para hablar la una con la otra. Todo era muy natural, fluía con tranquilidad. Paulina reía por primera vez en todo el tiempo allí. Ella también reía, era raro, solo reía con su hermana o sus padres.

En el momento que se miraban a los ojos les parecía... inexplicable, sentían que eran las únicos en el mundo. Hablan de todo lo que se les ocurría. Pero no todo es color de rosa, las horas pasan, y esa pasó. Sonó el reloj de la pared.

Nuevamente lo miraron, y se volvieron a mirar.

- Ahora si me tengo que ir. - dijo apenada.

- Ni modo que se quede a vivir acá. - bromeando con una sonrisa falsa. Por dentro, carajo, por dentro se estaba rompiendo en mil pedazos. Esta mujer fue buena con ella, realmente buena, era la primera vez que no la cogen a esas horas. Y no solo por eso, sino que también estaba encantada con las cosas que decía esta mujer, era... Especial. "Todo tiene un final", pensaba María José "Es un cuento de hadas moderno, no hay finales felices", pensaba ella. - Adiós. - le dijo Paulina, sacudiendo la mano una vez. María José se acercó y le dio un suave beso en la mejilla, el primer contacto que tenían. En ese momento ella cerró los ojos y se le cayó una lágrima. La mujer se alejó apenas unos centímetros y le susurró al oído.

- Puede que la vida no le de muchas razones para sonreír, pero nunca deje de hacerlo. Sonría porque está viva. - a Paulina se le erizó la piel, y sintió un cosquilleo por todo su cuerpo, es... raro. Al mismo tiempo pensaba "¿Porque estoy viva? ¿Vivir para esto?, sí, ni eso". Cuando María José se alejó para verla, secó la lágrima derramada. - Adiós. - ella abrió los ojos y sonrió forzosamente.

- Adiós. - volvió a decir. María José se levantó y caminó a la puerta. En ese momento volvió a mirarla, se dio vuelta y salió, sintiendo que dejó su alma y su corazón ahí adentro.

Paulina tragó saliva apretando los dientes, se le cayó otra lagrima, pero la secó rápidamente. "¿Pensabas que se iba a quedar? Mañana te olvida, estúpida", pensó. Se quedó ahí, esperando que venga un verdadero "cliente", "asquerosos cerdos", los llamaba ella. María José por otro lado fue a asegurarse de que no la vuelvan a tocar en toda la noche, y la noche siguiente, ni a ella ni a la 18, Emilia; le costó, pero lo logró. Pagó lo que tenía que pagar y se fue, no sin antes dejarles claro que, si no cumplían, se iban a meter en graves problemas. Después de todo eso, salió y subió a su auto, y le pidió a Juan, su chófer y guardaespaldas, que lo lleve al hotel donde se estaba hospedando en su estadía en Colombia. En el camino pensaba en aquella mujer. En sus ojos, miel; en su sonrisa, brillante; en su pelo, un poco más abajo de los hombros, castaño y mal cortado; en su cuerpo, flaco pero hermoso, como el de una modelo; y, por último, en sus cicatrices y moretones. Cerró los ojos apretando los dientes, pensando en cómo la deben maltratar. Esa mujer, no era como creía que sería una prostituta, era todo lo contrario. "Ya deja de pensar en ella, no la vas a volver a ver", pensó.

Paulina,por su lado, en la habitación 17, intentaba secar sus lágrimas. Respiróprofundo y dejaron de salir. "Wow, esa mujer", pensaba. Para ella esamujer, era... Perfecta. Era hermosa, inteligente, tierna y hasta romántica."Pero ¿Qué estás pensando estúpida? Este no es un cuento de hadas, vos nosos una princesa, ¡no hay final feliz!" se dijo así misma en sumente. Cuando por fin dejaba de pensar en María José, se abrió la puerta. Miróenseguida y empezó a temblar, un sentimiento conocido le recorrió el cuerpo.Miedo, sintió miedo.

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