Capitulo 5

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Esa noche fue la peor de todas para este par.

Paulina, después de 5 cerdos diferentes, pudo "descansar". Apenas pudo dormir ya que se la paso llorando casi toda la noche. Aun que se exigía no hacerse ilusiones, no lo pudo evitar, muy dentro de ella tenía la esperanza de que esa mujer llegara y la rescatada como todo príncipe azul, princesa en este caso.

María José, tampoco pudo dormir. Cada vez que podía conciliar el sueño se despertaba a los pocos minutos, toda transpirada, con la respiración agitada y el corazón a mil. Siempre tenía pesadillas con respecto a su pasado, pero esta vez eran todas con ella, soñaba que la lastimaban, que era abusada, y que ella lloraba, lo que sentía que la mataba, era que sabía que eso de verdad pasaba. Sentía un dolor muy fuerte en el pecho, tan fuerte que hasta se le salió alguna que otra lágrima, lágrima que enseguida secaba, no le gustaba llorar, no, ella no lloraba.

Al día siguiente.

Paulina ya estaba limpiando como todas las demás, creyendo que este sería un día como el anterior.

María José, por otro lado, pospuso su vuelta a México, y temprano partió al banco para poner en marcha su plan.

Ya en la tarde, pasadas las 7, Majo entraba a ese horrible lugar acompañada de Juan, su chofer. Pidió hablar con el dueño y ahí estaba, en su oficina.

- Dígame, Señorita Riquelme. ¿En qué la puedo ayudar? - el cerdo mayor solo hablaba con ella, permitía que este en su oficina, porque sabía que era una mujer de mucho dinero.

- Quiero comprar una de sus chicas. - dijo sin rodeos. Odiaba decir "sus chicas" ellas no eran de él, no eran de nadie, no. El cerdo mayor rio con humor.

- No las vendo, son mi tesoro. - María José apoyo sus codos en la mesa y empezó a regatear.

Primero le ofreció un monto justo, el cerdo no se veía muy convencido. Después le ofreció un monto bastante más alto, el cerdo dudó. Ya cansada, no dejó que conteste y le ofreció el triple, pero esta vez por dos chicas. Era una cifra millonaria. El cerdo lo miró unos segundos y sonrió. Si, aceptó.

- Dígame, ¿De quienes estamos hablando?

- La 17 y la 18.- el cerdo hizo una mueca.

- Son las mejores, las más pedidas. En especial la 17. - María José sintió que le hervía la sangre. - Pero dado a que es una buena suma, acepto. Pero quiero el dinero en efectivo.

- No se preocupe por eso. - chasqueó los dedos y Juan le acercó un maletín. Él lo abrió arriba de la mesa dejando ver la fortuna dentro. El cerdo no pudo esconder su asombro.

- Vino preparada. - dijo divertido.

- Siempre estoy preparada. Cuéntelo. Y las quiero ahora. - dijo María José seria.

- Ustedes. - les hablo a sus empleados, unos matones. - Vayan a buscar a la 17 y la 18.- se sentó y empezó a contar.

- Tienen suerte par de zorras. - les dijo el cerdo numero dos a Paulina y Emilia, cada uno agarro a una.

- ¿A dónde nos llevan? - gritó Emilia enojada. Nadie le contestó. Paulina tembló al ver que se dirigían a la oficina del cerdo mayor. La última vez que estuvo ahí, y única vez, fue cuando ese cerdo le quitó la virginidad.

Abrieron la puerta y las arrastraron dentro. María José estaba de espaldas y al escuchar la puerta se dio vuelta. Paulina sintió que su corazón se detenía, no podía creer lo que estaba viendo. Sus miradas se conectaron. María José se acercó sonriente, primero se presentó con Emilia.

- Señorita Fernández, soy María José Riquelme - le dijo estirando su mano. Emilia la estrecho encantada.

- Emilia Fernández nunca se equivoca. - le susurro a Paulina y dijo. - Un gusto, Señorita Riquelme.

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