Todas las personas creen en milagros, no importa que lo nieguen pues siempre los están esperando. Orán por ellos porque los necesitan, buscando un consuelo al dolor que esconde su corazón, necesitando una respuesta a lo mas anhelado.
María, una joven devota, rubia de ojos verdes, con el rostro y el corazón más cálidos y amorosos que pudieran existir, se encontraba de rodillas ante las imágenes de sus deidades, con un rosario en la mano rezando por un milagro y es que esta mujer se encontraba desesperada. Ella y su esposo amado habían intentado por años tener un hijo, deseaban con ansias ser parte de la vida de una criatura, formándola como una persona de bien, educada bajo los preceptos de Dios.
Habían pasado por muchos doctores, innumerables clínicas de fertilidad y decenas de estudios que lanzaban los mismos resultados: María era infértil, al igual que su esposo. Era imposible que entre ambos se concibiera un niño.
Pero María no perdía la esperanza y rezaba cada noche por la bendición de una criatura. Creía firmemente que su Dios no la iba a desamparar, tenía fe y esperanza en la llegada de un milagro. Pero nunca creyó que el milagro llegaría una noche de tormenta y de la mano de una extraña que tocaría su puerta.
El toquido desesperado la sacó de su trance de rezos. Tenía cierta desconfianza por el hecho de que estuviera alguien presente en su puerta en medio de la noche, pero ante todo era una buena cristiana y si alguien necesitaba ayuda ella estaría más que dispuesta a hacerlo, pues es lo que dictaba su fé y su corazón.
Se acercó a la mirilla de la puerta y pudo distinguir a una extraña figura en su entrada, envuelta en un abrigo enorme y se dió cuenta de que era una mujer, pero esta mujer no venía sola. Llevaba en sus brazos un pequeño bulto inconfundible. Esta mujer traía un bebé envuelto en una manta.
María no pudo disimular la sorpresa y abrió la puerta de inmediato.
—Por favor, pasa, está lloviendo demasiado para una criatura.
La extraña mujer pasó sin decir una palabra, sin embargo observaba todo, desde los muebles hasta el rostro de su anfitriona.
—¿Necesitas ayuda? ¿Necesitas que llame a la policía?— María ya estaba preocupada por el hecho de que esta mujer no hablara.
Pero más le preocupaba el pequeño bebé que llevaba.
—Estoy bien, no necesito que llames a nadie.— La mujer se quitó la capucha y María no podía creer lo que veía.
Era la mujer más hermosa que hubiese conocido, "tan semejante al rostro que tendría un ángel" pensó.
—Me llamo Anabell— Se presentó ofreciendo su mano.
—Yo soy María— Esta estrechó su mano, algo confundida.
—Se quien eres. Te conozco más de lo que crees— Anabell no dejaba de mirarla a los ojos.— Se que estás casada hace 5 años con Pedro y que en todo ese tiempo no pudieron concebir. Se que tu mayor anhelo es ser madre. Se que vas a la iglesia todos los domingos, se que tu fé es fuerte. Se también que esta niña estará a salvo a tu lado.
Anabell dejó al descubierto a la pequeña, que yacía dormida en sus brazos, tan tranquila y hermosa como si estuviera en brazos de Layla.
Se la ofreció a María para que la cargara y esta no pudo contener la emoción y la sorpresa. Su milagro había sucedido, por fin se convertiría en madre. Sin embargo, dejando de lado toda emoción, tuvo un momento para pensar y dudar de este acontecimiento: ¿Por qué esta mujer extraña tenía una bebe? ¿Dónde estaba su madre? ¿Qué le había sucedido? ¿Por qué se aparecía en su puerta? ¿Por qué conocía detalles de su vida? ¿Cómo podría saber tanto?
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Un mundo olvidado (En Proceso)
FantasíaÁngeles y demonios, enemigos naturales por tiempos inmemorables, luchando en una guerra ancestral por el control. En el medio de esta guerra nace el amor, uno impensable y prohibido, entre Layla, la princesa del Inframundo, y Gabriel, el más leal me...