Capítulo 1

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Gota a gota, la lluvia caía sobre la ciudad, cubriendo con nubes oscuras el cielo sobre la misma, empapando a los transeúntes descuidados, a los hombres de negocios que habían olvidado los paraguas en sus casas, viéndose obligados a cubrir sus cabezas con su maletín de la oficina, una protección demasiado ineficaz. Terminarían completamente empapados, con algunos mechones de su cabello libres del agua. Era un día para quedarse en la cama, cubierto con una manta y una taza de café caliente en las manos, observando alguna serie o película en la televisión. Pero un país no podía detenerse por una lluvia. No, a menos que aquella lluvia fuera el preludio de algún tifón o tornado. Pero no era el caso. El último tornado que había azotado aquella ciudad simplemente fue detenido por los cuerpos de seguridad, los equipos de rescate y algunos héroes dedicados a los desastres naturales. Con todos ellos trabajando en equipo, la ciudad estaba completamente a salvo por el momento. La gente no debía preocuparse por un simple tornado.

Arrastrando los pies por aquellas calles, con los hombros hundidos, mechones cubriendo su rostro, un adolescente avanzaba entre los viandantes con los que se cruzaba, quienes pasaban del adolescente, empujados por la urgencia de llegar a su oficina, a su puesto de trabajo lo antes posible, a pesar de que eran las tres de la tarde. El cielo no era indicativo, pero era la hora que los relojes analógicos de las tiendas marcaban. Lo que los móviles mostraban a sus dueños.

Lentamente, sin ganas, el chico caminaba con la cabeza baja. Agua escurría por su cabello verde enmarañado, cubriendo sus ojos levemente también verdes. Era un joven de rostro ligeramente redondeado, de cuerpo delgado y pecas en sus mejillas. No era feo. A la vista no había ninguna malformación o lesión. Pero si uno se fijaba más en aquel muchacho, se daría cuenta de la manga deshilachada, ligeramente quemada por algún mechero o encendedor. No se sabría directamente a menos que se tomaran muestras de aquel tejido quemado.

El chico mantenía la mano cerrada, ligeramente temblando. Parecía haber sufrido algún tipo de quemadura y aquella lluvia fría que estaba cayendo, estaba haciendo que la piel quemada escociera para él. Apretaba los dientes y la tensión que ejercía el chico sobre su mandíbula, no era de una sola quemadura, del agua acariciando su piel dañada.

Más que aquella quemadura simple. El chico no mostraba signos de haber sufrido algún tipo de abuso, de bullying en la escuela. Exteriormente no mostraba heridas, signos de pelea con sus compañeros o de maltrato por los profesores. No había signos exteriores, más que aquella simple quemadura en la chaqueta de su uniforme que probablemente habría llegado a la piel.

¿Entonces? La intimidación no solo afectaba físicamente a los adolescentes. Mentalmente los dañarían hasta transformarlos en unos chicos débiles, manipulables, llevándolos incluso al suicidio por la desesperación.

¿Tal vez debía suicidarme, como Kacchan dijo?

El daño físico era fácil de curar. Sus cicatrices serían ocultadas con vendas o con la ropa misma. No habría un malestar demasiado permanente y uno podría mostrar las cicatrices como un signo de guerra, de un enfrentamiento contra el matón de otra escuela para atraer a la chica popular a su lado. Eso era lo que hacían los jóvenes. Usar el daño físico como modo de cortejo para el lado contrario de su sexo, un método para encontrar pareja.

Sin embargo, el daño psíquico y mental no era algo que mostrar, algo que sirviera para alardear. Durante la adolescencia, los jóvenes se formaban mental y físicamente, llegando tomar el camino que ellos creían que les convenía, con sus errores y aciertos, formando su carácter y conducta hacia la sociedad. Aunque muchos no lo sabían, pero durante la pubertad los adolescentes tomaban aquel carácter que los iba a definir dentro del conjunto de la sociedad misma.

¿A caso debí nacer?

Usar la intimidación, corrompería el carácter de aquel muchacho y lo podría llevar por un camino que alguien normal no seguiría a menos que hubiera sido orillado a ello, como la toma de drogas, el alcohol o el suicidio mismo. Muchos jóvenes sometidos a intimidación eran llevados a ese punto de no retorno. Una vez tomaban uno de los caminos, sería difícil que volvieran atrás.

B.N.H.A: El Héroe sin QuirkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora