Capítulo 13

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Desde el momento en que sus labios tocaron los míos, me di cuenta de que me estaba enamorando. Todo lo malo se desvaneció por un momento, permitiéndome disfrutar cada segundo.

—Vamos a casa —murmuré cuando me separé un poco.

Suspiró antes de darme un último beso y sonreír; pero yo sonreí un poco más en cuanto tomé su mano y comencé a correr como si mi vida dependiera de eso. Lo agarré tan desprevenido que casi se cae y reí a carcajadas.

Cuando llegamos, no dejé de correr hasta estar dentro de mi cuarto, con la puerta cerrada. Nos quedamos quietos, mirándonos a casi dos metros de distancia sin decir una palabra. Al cabo de unos segundos, empezó a acercarse lentamente a mí, cosa que me ponía cada vez más nerviosa.

—Ray... —reí asustada.

—¿Sí?

Retrocedí hasta que choqué con la pared, y poco después, me alcanzó acorralándome. Sus manos comenzaron a viajar por mi torso, brazos y rostro, acariciándome con la yema de sus dedos de una manera dulce y delicada. No omitió ni un centímetro de piel, subió y bajó animándose cada vez un poco más.

Tomé su cinturón y se lo saqué para tirarlo al suelo, provocando una mirada de sorpresa de su parte. Estuvo a punto de decir algo, pero lo interrumpí uniendo su boca con la mía. Después de cuatro años de besos vacíos, finalmente entendí lo que todos me decían cuando hablaban de amor. Enseguida procedí a sacarle la remera rompiendo el beso durante dos segundos y empecé a empujarlo hasta la cama, donde cayó jadeando.

—Rae —masculló cuando me subí encima suyo poniendo una pierna de cada lado.

—¿Sí?

Me estaba acercando para continuar el beso, pero habló.

—Así no —susurró antes de sentarse y acomodarme encima de él para quedar a la misma altura—. No quiero hacerlo estando comprometido. Mereces mucho más que eso, mereces todo el respeto del mundo.

Me mantuve callada durante unos segundos, preguntándome si me estaba diciendo lo que creía que estaba diciendo.

—¿La vas a dejar?

Tomó mi cintura y me acercó más a él.

—Es la idea —asintió sonriendo de costado—, pero tengo que planearlo y pensarlo bien.

Fruncí el ceño y golpeé su hombro.

—¡¿Por qué?! ¡Solo hazlo!

Rio un poco sacudiendo la cabeza.

—Cuando lo haga, voy a perder la oportunidad de tener mi propia empresa, al menos déjame intentar no perder mi trabajo —murmuró.

Parecía dolido, como si estuviese entre la espada y la piedra, y yo no quería eso.

Otra vez tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora