Me moría por saber qué habían hablado entre ellas, pero también me aterraba preguntar, tenía miedo de que Francis me causara aún más rechazo. Sin embargo, en cuanto recordaba la imagen de Rae durmiendo, me relajaba. Con solo existir, tocaba partes de mí que Francesca no, y nada era sexual. Era raro, nuevo y confuso, me generaba miles de dudas, pero también me encantaba.
Si bien ella estuvo en mi cabeza gran parte del día a pesar de la presencia de Francis, cuando mis suegros aparecieron en mi campo de visión, Rae se desvaneció de mi mente. La Sra. Damiolini me saludó con la sonrisa y amabilidad de siempre, mientras que el Sr. Damiolini... no.
—La mesa ya está lista —dijo un camarero antes de guiarnos hacia la misma.
Nos sentamos y cada uno comenzó a leer la cartilla que tenía en frente. No intercambiamos ni una palabra hasta que todos los platos estuvieron sobre la mesa.
—Francis hizo un par de comentarios hace poco —mencionó el padre de la nombrada—. No me gusta que mi nena no esté feliz.
—¿No estás feliz? —cuestioné confundido mirándola.
Ella ni giró hacia mí y mi suegro siguió hablando.
—Esto es una advertencia, o una amenaza, como prefieras tomarlo: el segundo en que mi hija siente que le fuiste infiel, te transferiré a otra sucursal.
Contuve la respiración por unos segundos hasta que exhalé asintiendo.
—Espero que nunca te sientas así porque no va a pasar —le aseguré sin sacarle los ojos de encima a mi prometida.
No sabía si estaba diciendo la verdad, pero iba a hacer todo lo posible para que me creyera. Tardó en mirarme, pero cuando finalmente lo hizo, dejé un beso sobre sus labios y sonreí al igual que ella.
El resto de la cena se basó en lo de siempre: anécdotas de la niñez de Francis, contar cosas embarazosas sobre mí y subirle el ego a alguien que ya lo tenía por la estratósfera. Lo único anormal fue el ultimátum que me comí.
En el camino de regreso a casa, me dieron muchas ganas de recuperar esa pijamada perdida, sin embargo, tenía que pasar por la bestia primero.
—Una pregunta —murmuré girando el volante—, sé que tal vez no sea el mejor momento, pero ¿te molesta si me junto con Zane y los demás?
—¿Los demás? —inquirió, y cuando la miré de reojo, vi que tenía una ceja levantada y los brazos cruzados—. ¿Estará esa tal Valkiria?
—No —sacudí la cabeza—, tampoco Val.
—Está bien —contestó al cabo de unos segundos.
Respiré hondo y sonreí por dentro.
Luego de cambiarme y tomar mi mochila, corrí hasta la casa de mi amigo, literalmente ya que quedaba a cuatro cuadras. Les había mandado un mensaje a todos, menos a las chicas, claro. Esta vez no era mentira.
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Otra vez tú ©
Roman d'amourDos almas separadas que se reencontraron sin siquiera intentarlo; y aunque la suerte no esté de su lado, sus cuerpos y mentes se llaman tanto que harán hasta lo imposible para evitar volver a ser separados. Romances, drama, conflictos, secretos y u...