Capítulo 2

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Cuando llegamos al auto, le abrí la puerta del copiloto con una sonrisa, y cuando entró, subí del otro lado.

—¿Todo derecho? —le pregunté arrancando.

—Exacto —asintió antes de mirar al frente.

Su pie comenzó a moverse de nuevo y no pude evitar sonreír por dentro; el nerviosismo y la ansiedad no sabían por dónde salir. Solté la palanca de cambio mientras ingresaba a la calle, prendí la radio y puse mi estación favorita. La música clásica inundó el coche, seguido de una carcajada por parte de mi acompañante.

—Pensé que te iba a gustar —comenté parando en la primera luz roja.

Giré hacia ella y vi estaba sacudiendo la cabeza.

—No tienes que poner eso solo porque lo bailo —dijo antes de mirarme.

—Es mi género favorito —aclaré subiéndole el volumen.

—¡Qué casualidad! —exclamó fingiendo sorpresa.

—Realmente lo es —asentí antes de guiñar un ojo.

Las siguientes seis cuadras se pasaron volando, los semáforos estaban en verde y el tráfico fluía.

—Eran siete cuadras en total, no cinco —mencioné abriendo su puerta.

—No las había contado —murmuró y la cerré—, y gracias.

Volteé para encontrarme con un auto rojo de tres puertas.

—Déjame adivinar, ese es tu coche —dije señalándolo.

Escuché el ruido de unas llaves seguido de un pitido proveniente del auto.

—Cuántas sorpresas en tan poco tiempo —comentó caminando.

—¡Recuerda la lija! —grité antes de que cerrara la puerta.

Levantó la mano en forma de saludo junto a una dulce sonrisa. No dejé de mirarla hasta que se fue, respiré hondo y me dirigí a mi casa. Aún no estaba seguro de si lo consideraba mi hogar, tal vez debería, pero no se sentía como tal.

—Ya era hora —se quejó Francesca acercándose para darme un beso.

—Solo tardé once minutos más —expliqué mirando mi reloj.

—¿Y por qué? —preguntó con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Alcé los hombros.

—Me quedé hablando con Zane y el resto.

—Y el resto —repitió en voz baja antes de voltearse—. Claudia ya ordenó tu colección de vinilos por orden alfabético y los limpió, dijo que estaban llenos de polvo.

—No había tenido ganas de escucharlos hasta hoy.

—Tu mensaje me despertó, recuerda que duermo hasta...

Otra vez tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora