Siempre vamos a estar juntos, gordo.

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En uno de esos veranos bien calurosos, a Iván se le ocurrió ir a la costa con la familia de Lucas. Como ya era grande, siempre se aburría si iba solo. Pero si invitaba a la familia de Lucas, tenía la excusa perfecta para que él vaya, y así podrían divertirse. Ah, Iván ya se estaba imaginando lo lindo que se vería Lucas con una malla a la luz del sol, a la orilla del mar. No pudo evitar sonrojarse, abrazar la almohada  y patalear la cama de la ternura que le causó esa imagen.

Mucho quilombo fue el arreglo. La mamá de Lucas medio que al principio se rehusaba a ir por «trabajo». En realidad, no quería que Lucas esté con Iván, ya que medio que sospechaba que le gustaba. Pero los papás de Iván les hicieron la segunda a los chicos, e hicieron su mejor esfuerzo para convencer a la madre de Lucas, quien milagrosamente accedió a ir.

Lucas e Iván, aunque intentaban esconderlo, estaban muy emocionados por ir juntos. Era tanta la emoción que sentían que incluso hicieron las valijas juntos, discutiendo mientras qué cosas convenía llevar y qué cosas no. Querían tomarse unas verdaderas vacaciones, especialmente Iván, por lo que ambos tiraron una historia en sus respectivas cuentas para avisar que iban a estar inactivos por un tiempo. Una vez terminaron de preparar todo para el viaje del día siguiente, fueron a dormirse juntos. Y así concluyó el día.


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Esa mañana, se levantaron bien temprano. Fueron al baño, se lavaron los dientes, se ducharon y rápidamente se cambiaron de ropa. Agarraron todas las valijas y bajaron al patio para esperar a los demás. No tardaron mucho, así que al toque pusieron las valijas en los dos autos. Fue un poco complicada la repartición de quién iba en cuál auto; básicamente Iván y Lucas querían ir juntos pero la mamá de este último no accedía. El hermano de Lucas no se sentía cómodo yendo en el mismo auto que la hermana de Iván, tampoco. Fueron aproximadamente unos 15 minutos lo que tardaron en resolver el problema — un poco ridículo si lo pensás, pero así es la mamá de Lucas. El papá no dijo ni A cuando Lucas dijo que quería ir con su mejor amigo, pero la mamá hizo EL BOLONQUI para dejarlo ir. Al final, la mamá de Iván optó por ir al auto de la familia de Lucas, dejando que la hermana de Iván vaya al lado de su papá, así Lucas e Iván iban en el asiento de atrás juntos. En todo caso, el tiempo perdido no fue realmente gran cosa — total, estaban yendo a Mar del Plata. En unas tres horas iban a llegar, cuatro como mucho.

El viaje fue muy tranquilo. Iván y Lucas todavía estaban dormidos, por lo que en el auto no tardaron mucho en dormirse. El papá y la hermana de Iván reían adelante; los dos estaban acurrucados el uno en el otro durmiendo. Pensaban en cuántas trompadas —quizás— les daría la mamá de Lucas. Pero no creían que fuera tan lejos. A pesar de que a veces era reacia a que estuviera con Iván, en el fondo sólo era cuestión de querer lo mejor para su hijo — sólo que a veces le costaba entender que para él, lo mejor era estar con su «mejor amigo».

Durmieron una hora más o menos. El resto del viaje se la pasaron haciendo boludeces, charlando, escuchando música, intercambiando miradas, entre otras cosas. «Cosas de novios» murmuraban quienes estaban ubicados en el asiento delantero. Pero ellos, metidos en sus cosas, ni prestaron atención a los comentarios. Estaban muy metidos en el otro como para escuchar opiniones.

El tiempo pasó, y por fin llegaron a Mar del Plata. Habían juntado plata y alquilaron una casa bastante grande cerca de la playa — obviamente siendo Iván quien más aportó. Les tomó unos treinta minutos llegar hasta allá — por suerte no era un lugar muy lejos del centro. Apenas llegaron, salieron corriendo a abrir la casa. Entraron y vieron que era enorme; una casa muy cómoda para 8 personas. Iván, Lucas y las madres de ambos entraron a ver qué onda. Recorrieron los dos pisos que tenía la casa y revisaron bien cómo estaban repartidas las habitaciones. Había 5 dormitorios: uno con una cama doble, dos con dos camas individuales en el mismo cuarto y dos más con una cama individual cada uno. Había dos baños, uno en el piso el de abajo y otro en el piso de arriba. El living era bien amplio, comprimiendo el comedor y la cocina también. Después no había muchas más habitaciones que los dueños hubiesen dejado abiertas, exceptuando un lavadero chiquito que había en el primer piso.

La vida de dos homosexuales || Sombalera drabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora