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El sonido de la puerta se oyó en la sala de espera, para luego ser reemplazados por murmullos y unos pasos sobre el suelo de madera. Un joven de cabello azabache ingresó al local con un poco de nerviosismo.

Gerard admiraba la decoración llamativa en las paredes, los cuadros con dibujos por todas partes y David Bowie acompañaba el ambiente con su música. Sus manos estaban inquietas, y no podía evitar oír los quejidos de alguien detrás de una puerta, probablemente allí sería donde sufriría.

Unos minutos después, un hombre salió de la habitación con su brazo envuelto en papel transparente, al parecer muy risueño y agradecido, el pelinegro dudaba mucho de que él saldría así de allí. Detrás del sujeto otro hombre, de cabello castaño corto y una estatura un tanto baja, lo despidió amablemente, quitándose unos guantes de látex de sus manos.

Inmediatamente giró su cabeza y vió atento la expresión de su hermano, haciendo la típica mirada de complicidad, dando a entender "está bueno", y Michael estuvo de acuerdo, sonriendo con gracia.

—Buenos días—saludó cortésmente, dirigiéndose luego a Ray, que estaba en la mesa de entrada.

—Ese va a ser tu tatuador, ¿qué suerte no?—bromeó el de lentes, sabiendo de que su hermano se moría de nervios.

Tan solo dos semanas atrás, Michael y Gerard tuvieron la fabulosa idea de hacerse un tatuaje a juego, y todo parecía normal cuando llegaron al lugar, incluso cuando el menor ya había terminado su tatuaje, que era el nombre de su hermano con una tipografía preciosa, pero el pelinegro, se negó rotunda y profundamente a hacerlo, y salió casi corriendo del lugar, dejando al contrario molesto y con un tatuaje que carecía del sentido inicial.

Aquel día, el tatuador había sido un chico de unos veinticinco años, moreno y de sobrenombre Pete, que había sido bastante cuidadoso, haciendo un trabajo perfecto en su muñeca.

—No sé si pueda hacerlo Mikey—ni siquiera recordaba al sujeto guapo, solo pensaba en las agujas atravesando su piel y le daba escalofríos—, ¿no es suficiente que tú tengas mi nombre? ¿acaso no me amas?

—Déjame recordarte que esta fue tu idea, y no voy a tener tu nombre en la piel por toda la eternidad si tú no tienes el mío, ¡no tiene sentido!—sonó dramático, y un poco alto hacia el final, haciendo que los otros dos hombres miraran un poco por sobre sus hombros para observarlos.

—Muy bien, ¿quién va a ser el afortunado?—la voz del castaño se escuchó, dirigiéndose al par de hermanos, Ray ya le había explicado lo sucedido la semana pasada con Peter, su amigo, así que debía ser cuidadoso con sus palabras. Y no hacer las típicas bromas de "esto va a doler demasiado"—, serás tú chico lindo que se llama...

—Gerard—dijo Michael, al no ver a su hermano reaccionar, y solo observando entre sus mechones de cabello oscuro.

—Bueno, Gerard, yo soy Frank, y voy a ser tu tatuador—explico de forma amable—, ¿estás de acuerdo?

El mencionado asintió, no es como si tuviera otra opción para elegir, y permaneció en su lugar. Admiró por un momento el aspecto del tal Frank, lucía como alguien rebelde y atrevido, sus brazos estaban completamente llenos de tatuajes, su cuello, e incluso podría asegurar que su cuerpo entero. Sus manos en específico tenían unos diseños muy bonitos, y en su rostro dos piercings resaltaban armoniosamente.

Mikey advirtió más de una vez que el pelinegro era un "miedoso", bromeando que debería atarlo antes de comenzar, pero Frank solo sonreía e intentaba tranquilizar a su cliente con palabras serenas.

—Bien, ¿dónde dices que va a ser?—indaga, y Gerard se señaló su costado izquierdo, en la zona de sus costillas—, está bien, cuéntame qué quieres y en qué tamaño.

Good Boy. [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora