Este diario var a ser la boca que narre nuestras bellas memorias girasol.
No vivimos lo suficiente para ver el sol, pero un teatro, un castillo y sus bellos jardines fueron los mudos testigos de como nuestros belfos se rozaban con emoción, te entreg...
Los sueños, son un viejo recuerdo de infancia que se pierden cuando cumplimos 11... ¿en verdad estos se hacen realidad? Mis ojos han perdido su brillo, pero en los tuyos encontré aquel sueño que abandone de niño, tus ojos son como un lago, yo soy tu cisne.
-TH.
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Unos cansados ojos fueron cegados por el resplandeciente amanecer que se levantaba detrás del palacio, un enorme terreno cubierto de verdosos arbustos y pasto podado a una baja altura entraron en el campo de visión del joven que allí se encontraba. El ambiente era demasiado frio, las ventanas del auto en el que viajaba estaban empañadas de extremo a extremo y sus manos estaban batallando por no convertirse en un trozo de hielo.
Ese era Jungkook, dentro de una de aquellas enormes camionetas que presumían en sus compuertas el escudo de la casa real de Suecia. La tía Ágatha se encontraba sólo a unos centímetros a su lado, dormitando un poco, habían sido casi dos horas de camino desde su casa hasta el palacio, después de aceptar el trabajo, la mujer regresó a buscar al chico a la mañana siguiente, junto con un guardia del castillo que conducía aquel vehículo que los transportaba.
"Una nueva familia", una frase que no dejo de vagar por la mente de Jungkook durante esos tres días.
Siempre fue aquel niño, aquel chico de casa, algo que reflexionó durante tanto tiempo... en realidad, Jungkook no tenía una identidad más allá de ser "el lindo hijo de los Jeon", y creía con certeza que eso jamás hubiese cambiado si su madre no hubiera tenido complicaciones de salud, eso era algo que lo tenía ansioso, ¿él, sólo, sería capaz de hacer todo por su cuenta desde ahora?, por que ese era el futuro que poco a poco se avecinaba corriendo. Ya no había mas "pequeño Jeon", ya no había más "hijo de los Jeon", Jungkook, Jeon Jungkook era un chico de 17 que por primera vez en su vida trabajaría y se solventaría sólo y que estaba seguro de que si no funcionaba, se volvería completamente loco.
Con cada vuelta que daban las llantas de la camioneta negra se acortaba la distancia y el imponente palacio cubría el poco sol que se podía vislumbrar detrás de las montañas, cada vez estaba más cerca de cruzar aquel enorme umbral que separaba su niñez de la adultez.
Muchos deseaban el siquiera poder tener la oportunidad de poner un pie sobre aquellos hermosos jardines que rodeaban el palacio, pero muy pocos tenían aquel privilegio. Y como si de un relámpago se tratara, los bellos ojos del pelinegro proyectaron un viejo escenario que guardaba uno de los más polvorientos y vagos recuerdos de su infancia dentro de algún rechinante cajón en su corazón.
Tenía tan solo siete años, cuando la escuela a la que asistía Jungkook había sido galardonada con la especial oportunidad de tener una visita guiada al castillo real para todos los niños cimientos de la nación. No les habían permitido entrar a las salas que frecuentaban los reales, pero si habían recorrido el pabellón chino y algunas de las salas de exposición que tenía el palacio. Eran demasiado pequeños e inocentes para admirar la hermosa y armónica arquitectura, además de todos aquellos secretos ocultos en la historia de ese bello lugar. El palacio era un sitio alejado totalmente de la ciudad y los pueblos cercanos a Estocolmo, estaba oculto, en medio de la nada, rodeado por una laguna y montañas a su costado, la residencia realmente le hacía honor a la palabra castillo.
