4. ¡Digan "Hamburguesa"!

203 12 3
                                    

Hunter.

 

Mi martes no había comenzado de la mejor manera.

Para empezar, me desperté estornudando por la estúpida cola anaranjada y peluda de Buford.

Segundo, mamá seguía molesta conmigo así que no desayuné hotcakes. En lugar de eso, me vi obligado a comer una simple y para nada azucarada manzana.

Tercero, tuve Historia Universal en el primer período, por lo tanto, no había tenido tiempo para hacer mi tarea. Y el profesor Hannigan ya tenía algo contra mí de por si, así que me reprendió frente a toda la clase.

Bueno, al menos Grace y yo habíamos tenido eso en común hoy. Salvo que ella llegó cinco minutos tarde, totalmente despeinada y sin maquillaje, pero se veía muy bien de todas maneras.

Esa era la maniobra de Hannigan: reprender hasta la vergüenza. Aquel hombre calvo era peor que una madre sermoneando a los gritos a su hijo en el centro comercial, se los aseguro.

Sin embargo, mi día se fue poniendo cada vez mejor. En el segundo descanso, llegué a tercera base con Eleanor Harper en la biblioteca, justo detrás de la sección de libros históricos, en tan solo cuarenta segundos, ¡tiempo récord! Además, me prometió una sorpresa para mi cumpleaños el viernes, la cual esperaba ansioso.

14:41 pm. ¡Hamburguesa doble con queso a la orden!

 

El equipo de lacrosse se encontraba dando absurdas vueltas demás alrededor de la cancha, mientras yo, debía calmar al entrenador Ruspoli de un posible derrame cerebral. La situación era la siguiente: las regionales se acercaban, por lo tanto, no debíamos perder ni un solo minuto de entrenamiento. Y mi querido amigo Ewan llevaba once minutos de retraso. No podíamos jugar sin él debido a que era uno de los delanteros, y entrenar con un suplente no era una opción para Ruspoli.

—¡Juro que si Barnes no llega en sesenta segundos, le arrancaré el pescuezo mientras aun esté vivo, luego lo empaquetaré y lo distribuiré a los supermercados! –amenazó él mientras apretaba con fuerza el lazo que mantenía en su cuello el silbato que orgullosamente portaba.

Suspiré y prometí que mataría a Ewan en cuanto pusiera un pie en el césped.

Y como si Mahoma hubiese concedido mis deseos, Ewan llegó corriendo torpemente mientras trataba de ponerse el casco.

Él era un chico algo torpe, en lo que concernía… bueno, todo. Salvo el lacrosse, donde era realmente talentoso. Ewan, junto con West y Ryan, eran mis compañeros de equipo, y de nuestras conocidas “travesuras maquiavélicas” como las llamaba Grace. Éramos conocidos en Hoover por ser los anfitriones de las mejores fiestas de toda la escuela. Nos gustaba reunirnos y contar nuestras experiencias con las chicas más calientes de la escuela, sin embargo, Ewan era el más puro de nosotros. Pero bueno, él se lo perdía. Ryan se llevaba el puesto del intelectual. Y tanto West como yo, éramos los diablos.

—¡Estoy aquí! –exclamó victorioso. Hubiese podido jurar que al entrenador Ruspoli le salía espuma por la boca.

—¡Barnes! –Gritó este- ¡¿Dónde diablos estabas?!

En respuesta, mi amigo extendió el brazo hacia arriba y al abrir la palma, noté lo que parecía ser un trozo de hamburguesa doble con queso. Pero al alzar el brazo bruscamente, su tan preciada hamburguesa salió volando.

—¡Nooooo! –se lamentó este con un tono de voz realmente dolido. ¿Es enserio?

Y terminó por caer sobre la cabeza del entrenador.

TreehouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora